Estos días se habla mucho de feminismo en las redes sociales y en los medios de comunicación. Sorprende (aunque no tanto) que en algunos titulares informativos se mencione el feminismo radical como el que sale a protestar en la calle.
Pues desde la teoría feminista, feminismo radical o feminismo de la diferencia no es ese, sino el opuesto al feminismo de la igualdad, que es precisamente el que sale a la calle estos días.
Las mujeres y hombres que se manifiestan por el 8 de marzo obedecen en su mayoría al feminismo que pide la igualdad de derechos de las mujeres con los hombres. Es el feminismo que ha conseguido tantos adelantos como que se hable de brecha salarial, de techo de cristal y de violencia de género.
El feminismo de la igualdad es el políticamente correcto, el que defienden hoy todos los partidos en España menos Vox y algunas mujeres en política que van por libre.
Salen a la calle las mujeres jóvenes, especialmente, porque sufren la contradicción de tener leyes que las protegen sin que sus compañeros, amigos y familiares comprendan la raíz del problema de la desigualdad. Salen a la calle colectivos que piden la legalización de la prostitución, detrás de los cuales están los proxenetas y todos los que se benefician del negocio. Cuentan con la colaboración de algunas mujeres, sí, claro. Siempre ocurre.
Las mujeres de más edad, que ya conocían el feminismo clásico, saben que este fue el que creó los conceptos de avance social y que están incorporados a la vida pública y en las instituciones. Las mujeres de la tradición en el movimiento rechazan el feminismo de colectivos que se suman al 8 de marzo con todo tipo de peticiones, incluido la legalización de los vientres de alquiler, la prostitución y la asistencia sexual a discapacitados.
No, el feminismo no es eso. Es un movimiento por la dignidad de las mujeres.
El feminismo radical en concreto, también llamado feminismo de la diferencia, es el que defiende a las mujeres y las quiere hacer competentes por ellas mismas. Persigue darles valor por el hecho de ser mujeres sin importarle la igualdad con los hombres.
La teoría feminista en su conjunto hizo hipótesis sobre qué feminismo llegaría antes a cumplir las ansias de libertad de las mujeres. Los dos feminismos contribuyeron al mismo objetivo, pero los métodos empleados por uno y otro fueron diferentes a lo largo de la historia.
El feminismo de la igualdad ha calado en las sociedades más avanzadas y en las instituciones internacionales. Los derechos de las mujeres son hoy derechos humanos, como pedía la teoría feminista tradicional. La igualdad presencial en gobiernos e instituciones y la igualdad de trato, el derecho a ser escuchadas en las decisiones que se tomen, en los acuerdos de paz a los que se lleguen. Porque el feminismo es un movimiento pacífico.
Todo comenzó por el derecho al voto, vino después la reivindicación del derecho a ser elegidas en igualdad de condiciones que los hombres (las listas cremallera). De lo que se trata hoy es de ser iguales ante la ley y que las políticas no perjudiquen a las mujeres por el hecho de pertenecer al género femenino.
El feminismo tradicional no acepta que el tema género y sus variaciones (en concreto la teoría queer) se endose al movimiento de las mujeres. Sería como cargar con temas que no son de su incumbencia. Las mujeres no pueden perder el tiempo encargándose del género y el trans-género. El feminismo ha definido el tema género, pero de ahí a que las mujeres se hagan cargo de los cambios sociales que afectan a colectivos en concreto, es rebajar las expectativas que tienen las mujeres sobre ellas mismas.
Las mujeres quieren avanzar, ser reconocidas como personas con derechos, pero otra cosa es la clasificación de personas según su género. Esa es una nueva lucha de la que deben ocuparse quienes estén preocupados por la pertenencia a uno u otro grupo. El género no son las mujeres, pero el género femenino es el perjudicado y sometido al masculino. A este punto común ha llegado la ciencia social en su conjunto.
El feminismo clásico está en contra de la prostitución y de los vientres de alquiler porque degradan a las mujeres como seres humanos. Tampoco está de acuerdo el feminismo clásico con la “teoría queer”, que define el concepto género como una vivencia interna de identidad sexual. Por el contrario, el feminismo no es solo una teoría de identidades, es un movimiento por los derechos de las mujeres con fines más amplios, que incluye cambios en el lenguaje en el que se vean reflejadas las mujeres en igualdad de condiciones que los hombres.
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