WASHINGTON - Algunas cosas son demasiado horribles para considerarse, y sin embargo debemos considerarlas.
Los videos "crush" por ejemplo.
De alguna manera me perdí la ley de 1999, recientemente anulada por el Supremo estadounidense, que pretendía ilegalizar los vídeos crush - definición pendiente hasta recuperarme del desmayo inducido por el horror. Por tanto, durante los últimos 11 años, he sido felizmente ignorante del nivel de depravación que no tuve imaginación para concebir.
Menores abstenerse de leer más allá de este punto:
Los videos crush muestran animales pequeños (gatos, perros y demás mascotas) aplastados o empalados poco a poco por una mujer con tacones de aguja, para deleite sexual aparentemente de aquellos con tal inclinación.
Y sí, el Tribunal Supremo ha decidido que esos videos están amparados por la libertad de expresión. O más bien, que la ley que prohíbe esos videos es demasiado genérica. Tal como está formulada, por ejemplo, la ley podría ser interpretada para prohibir un video sobre la caza del venado, que aunque hay quien puede considerar cruel, es una actividad legal.
Aunque muchos expertos y eruditos legales defienden el veredicto por 8 a 1 por impecable jurídicamente, la sentencia del Supremo pertenece desde luego al tipo de ellas que movía al Señor Bumble de "Oliver Twist" a afirmar: "La ley es (sic) del culo - una imbécil (sic)".
Evidentemente, nadie concibió nunca que la enmienda de la libertad de expresión contenida en la Constitución amparara el derecho de los perturbados a torturar animales y a continuación comercializar las grabaciones para satisfacción sexual de personas que, a juzgar por sus gustos, probablemente constituyan una amenaza para la sociedad.
El caso en cuestión se deriva de la condena en el año 2005 a Robert J. Stevens, de Pittsville, Virginia, acusado de comercializar videos de peleas de perros. Stevens, que se identifica como periodista y director de documentales (como todo hijo de vecino en estos tiempos) declaró que simplemente intentaba poner las peleas de perros en un contexto histórico. Algunas de las imágenes incluyen perros pit bull desgarrando la mandíbula de un cerdo doméstico.
Algunas cosas trascienden el "cada loco con su tema", y la crueldad con los animales es una de ellas. Las peleas de perros, de hecho, son ilegales en los 50 estados. Pero que la filmación de las peleas de perros sea un delito no siempre está claro. Las organizaciones de defensa de los derechos de los animales exhiben grabaciones de crueldad, después de todo, aunque la diferencia debería ser evidente. Una cosa es informar de la crueldad; otra es montar un acto social para la única finalidad de hacer caja de la crueldad.
Aunque el gobierno federal no ha procesado nunca a nadie por grabar videos crush -- el mercado se contrajo considerablemente después de que el Congreso aprobara la legislación de 1999 - la fiscalía utilizó la ley para imputar un delito a Stevens, que fue condenado a 37 meses de cárcel. Por desgracia, un tribunal de apelaciones dictaminó que la condena de Stevens viola su derecho a la libertad de expresión y el Tribunal Supremo ratifica esa sentencia.
La sala apunta que las peleas de perros siguen siendo ilegales, pero que no existe motivo para crear una categoría especial de exenciones a la Primera Enmienda, como sucede en el caso de la pornografía infantil. El argumento del tribunal consistió en que la pornografía infantil implica por fuerza el abuso de los menores en la producción de tales películas.
Esta es la lógica que escapa a los profanos, tan marcados ellos por el sentido común. ¿No son por fuerza perjudicados los animales en la producción de videos crush y en el curso de la grabación de las peleas de perros? Surge de forma natural la siguiente pregunta: ¿Cómo puede ilegal un acto, pero ser legal el rodaje y la comercialización del acto delictivo en cuestión?
En el Derecho, al parecer, la respuesta nunca es simple. Estas cosas no son un visto y no visto, sino que son "motivo de cuestionamiento", como la Presidenta de PETA Ingrid Newkirk me explicaba en el curso de una entrevista de decepción compartida.
Al menos uno de los magistrados, Samuel Alito, aplicó la norma del sentido común en su voto particular emitido.
"Los videos recogen la autoría de delitos de carácter violento, y parece que estos delitos son cometidos con la única finalidad de crear los videos".
Voila.
En la práctica, la sala ha revivido la industria del vídeo crush, aunque será durante muy poco tiempo. Un día después de la sentencia, los Representantes Elton Gallegly, Republicano por California, y Jim Moran, Demócrata por Virginia, co-presidentes del Caucus de Protección Animal, presentaban un anteproyecto bipartidista (H.R. 5092) destinado a centrar con precisión la ley de 1999 que ilegaliza el video crush.
Hasta este nuevo proyecto de ley podría ser imperfecto, no obstante. A pesar de que exime específicamente los videos de caza, los defensores de los derechos de los animales temen que queden lagunas. Hipotéticamente, un video crush podría acogerse a un escenario de caza legítimo y quedar por tanto blindado frente a la imputación.
Cuestionable de verdad.
El desafío que tiene el Congreso por delante es a la vez considerable y simple: no hay ningún recurso que justifique la tortura de los animales y no hay excusa - nunca - para la comercialización de videos producidos para lucrarse de esas torturas. Aclárenlo. Arréglenlo.
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