Se ha dicho que el médico es el único que entierra todos sus errores, y que a veces, logra que la causa siga al efecto: por ejemplo, cuando acompaña un entierro caminando tras el féretro de su paciente.
No caben dudas que a esta raza pertenecen los hurreros de la medicina que se encargan de tratar al cura Fernando Lugo, los cuales al decir de Ramón y Cajal gozan del raro privilegio de cobrar por las decepciones que ocasionan.
Tal es el caso del doctor Néstor Martínez, quien recibió unos diez millones de guaraníes de dinero público para cubrir sus gastos en Brasil por cinco días, cuando acompañó al cura con hijos a tratarse de su grave linfoma que no supo diagnosticar hasta que estuvo en fase terminal, según denunció la prensa. Ya advirtió Franklin que el mejor médico es el que conoce la inutilidad de la mayor parte de las medicinas, y el deseo de lucrar a tiempo de algunos lo confirma.
Matan los médicos y viven de matar, y la queja cae sobre la dolencia, como dijo Quevedo.
Desconfianza ciudadana en médicos hurreros
Una gran desconfianza reina en la ciudadanía respecto a los "partes médicos" y la "verdad científica" vertidas por dos conocidos médicos-hurreros, seguidores empedernidos del cura con hijos Fernando Lugo.
Las sospechas sobre la veracidad de dichos partes, impartidos por estos conocidos matasanos chupamedias del cura que no fueron capaces de diagnosticar un cáncer a tiempo, crecen porque se ocultan los análisis a la prensa.
La controversia alcanzó al senado, donde varias voces se levantaron para calificar a la médica Esperanza Martínez, ministra de salud del cura con hijos, como “una imbécil que por proyección pretende tomarnos a todos por imbéciles”.
El aparato de comunicación que posee el Gobierno no dio a conocer hasta el momento a la prensa ninguna copia de los resultados laboratoriales del Jefe de Estado. La salud de Lugo se maneja a través declaraciones de los médicos, principalmente de Alfredo Boccia (conocido partidario del luguismo), y de comunicados oficiales. Por ahora no se brindó ninguna copia de los resultados.
Fernando Lugo se encuentra aquejado de un grave linfoma en estadío terminal, y varias voces piden que deje el cargo, a lo que se opone su entorno abocado a tragadas de toda índole.
Una clara evidencia al respecto lo constituyen los cambios en los altos mandos militares que fueron realizados mientras el cura se encontraba en terapia intensiva y al borde de la muerte en Brasil, hace unos días. En ese lapso circuló una orden sin la firma de Lugo que modificó los altos mandos del ejército, y de la que hasta ahora nadie se hizo responsable.
“Ahora cualquier dactilógrafo con una computadora e impresora a mano puede redactar una orden y relevar a los altos mandos de nuestro ejército” ironizó un senador.
El gobierno intentó hacer creer que desde la terapia intensiva el cura impartió las ordenes, en un nuevo y burdo intento de desviar las culpas.
Dignidad de la vida humana
El cura presidente Fernando Lugo, maestro del figuretismo en show ajeno, envió un mensaje de apoyo para los 33 mineros atrapados en una mina de Copiapó (norte de Chile), y luego opinó todas las veces que pudo sobre el tema, como gran pontífice defensor de la vida.
Sin embargo, las imágenes de sus ex aliados políticos ejecutados tras ser torturados nos hablan más bien de un profundo desprecio por la dignidad humana, e incluso la vida. Si ni siquiera la vida de sus aliados políticos respeta, ¿qué tiene que meterse a opinar sobre el rescate de los mineros chilenos?
Médicos encubriendo a torturadores
Sentenció George Sand que los médicos pueden enterrar sus equivocaciones, pero un arquitecto sólo puede aconsejar a su cliente plantar yerba. La frase podría aplicarse al gobierno del cura Fernando Lugo, que desde su instalación solo ha trabajado en tapar lo evidente con un dedo.
No en balde se ha dicho que el único médico que no mata a sus pacientes es el forense, salvedad que vale tener en cuenta al hablar de los hurreros de la medicina que nos ocupan.
Precisamente uno de los médicos personales del cura, Alfredo Boccia, escribió un libro sobre los médicos encubridores de la tortura en el Paraguay, sobre el cual debería aclararse que se trata sólo de los médicos del signo político que a él le disgustan.
De no ser así,debería incluir en él a su colega Pablo Lemir, ginecólogo metido a forense que intentó encubrir los signos evidentes de torturas en varios de los ejecutados extrajudiciales del gobierno arzobispal, ex aliados políticos del cura que fueron castigados por su desacato con salvajes tormentos y balazos por la espalda.
(ver http://luisaguerowagner.blog.galeon.com/1284728294/)
Precisamente otro ejemplo de brutalidad policíaca en el gobierno del cura Fernando Lugo constituye el nuevo escándalo del gobierno arzobispal. En un video se ve una soberana golpiza a un simple peajero (ladrón callejero de poca monta), esposado e indefenso, por parte de un fornido policía que le propina golpes y patadas estando en el piso de un calabozo.
Las imágenes con toda seguridad no conmoverán a los torturólogo y hurreros de la medicina que rodean al cura Fernando Lugo, abocados en acompañar al sepulcro a su líder profiriendo palabras griegas.
Ya Heráclito de Efeso advertía que Los médicos cortan, queman, torturan. Y haciendo a los enfermos un bien, que más parece mal, exigen una recompensa que casi no merecen.
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