Una histórica dirigente del peronismo en Argentina que llegó a sufrir exilio, cárcel y tortura, la inclaudicable Beba Gil, se quejaba hace unos días de los políticos argentinos del presente dado que según decía, se había olvidado que primero estaba la patria, después el movimiento y por último los hombres.
Ahora, me decía con frustración Beba, en una reciente visita que le hice en Buenos Aires en su oficina de un museo dedicado a Evita, “primero van los hombres, luego los hombres y por último los hombres”. A sus casi noventa años, le era difícil asimilar en qué se había convertido gran parte de la dirigencia del partido que representaba la causa del recordado caudillo Juan Perón, a la que dedicara tantas décadas de rectilínea militancia política.
Una desilusión parecida sufrieron en Paraguay varias figuras emblemáticas de la lucha política y social, entre ellos dirigentes de la vieja guardia febrerista como Juan G. Granada, a quien no le tembó la voz ni la pluma para calificar de decepcionante la gestión del cura presidente Fernando Lugo, por quien tantos empresarios de medios paraguayos habían jugado sus fichas.
Sobreviviente de un tiempo en que la lucha política se basaba en convicciones e ideas y no en aportes de campaña o afanes zoqueteriles, Granada no pudo contener su indignación al descubrir que Lugo era apenas uno más en una extensa lista de incapaces, corruptos y disolutos que asaltaron el poder en el Paraguay con más mentiras que merecimientos a cuestas.
En los últimos días, la postrera desilusión de otro veterano de las lides por el honor, el profesor Luis Alfonso Resck, se expresó en el mismo sentido que Granada tildando de falso al cura presidente, y afirmando que los únicos beneficiados del gobierno luguista son él y su tenebroso entorno. También criticó al gobierno arzobispal por no haber hecho nada por los agricultores y campesinas, que siguen sin una mínima extensión de tierra para producir y educar a sus hijos.
Muchos de los cortesanos del cura Lugo, según Resck, eran férreos defensores de la libertad y los derechos humanos durante los gobiernos anteriores, pero hoy en el poder, tienen los mismos vicios que antes enfrentaban. En las mentes de estos personajes, hoy solo prevalecen los intereses electoralistas, ahí ponen sus mentes y energías, comprando y vendiendo dirigentes, dignidades y conciencias, afirmó el histórico luchador que al igual que Juan G Granada, se plantó inflexible ante el dictador Alfredo Stroessner.
Ya durante la transición democrática, Resck nunca discriminó a personas o grupos cuando defender derechos se trataba. Cuando miembros del movimiento polítco UNACE sufrieron arbitrariedades infligidas por el gobierno de turno, muchos activistas de los derechos humanos se negaron a defenderlos argumentando que se trataba de un grupo de derechas. Resck sin embargo, no titubeó para cruzar a la vereda de enfrente y poner el pecho y el prestigio en defensa de ellos.
Recuerdo que en una oportunidad tuve el honor de transportar al histórico luchador a dictar una conferencia en el este del país, en el transcurso de la cual le birlaron la billetera con una fuerte suma de dinero. La policía intervino, y dispuso que nadie abandonara el recinto sin ser registrado, pero el profesor Resck prefirió retirar su denuncia antes que obligar a todos los presentes a ser sometidos a un vejamen semejante.
Con la misma entereza, no dudó en enfrentar a fiscales pusilánimes que buscando el favor de la embajada norteamericana en tiempos de la “guerra al terrorismo” de George W. Bush, disponían detenciones masivas e injustificadas de ciudadanos de origen árabe en Paraguay, en búsqueda de supuestos terroristas.
Dijo el poeta inglés Robert Browning que cuando la lucha de un hombre comienza dentro de sí, ese hombre vale algo. Juan G. Granada y Luis Alfonso Resck a diferencia de otros tantos otros luchadores históricos del Paraguay, hoy son un ejemplo de que la coherencia de la lucha puede preservarse hasta el final, y que los valores en juego no pueden sacrificarse en las postrimerías de la batalla. Ese legado será mucho más memorable que cualquier herencia que pueda dejar legar el gobierno de Lugo y su séquito.
Ya lo advertió Bertolt Brecht: hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay otros que luchan muchos años y son muy buenos. Pero están aquellos que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles.
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