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Siempre he pensado que el ser más cercano a Dios es el agnóstico. Siempre estuve convencido de que la verdad de uno mismo es la duda. Esa duda lleva al agnóstico frente a la “fe” del creyente: ¿quién y por qué? o ¿por qué y quién?
Vivimos una época de desencanto social tanto en política como en liderazgo. La sociedad está cansada de corrupciones, escándalos; pero, sobre todo, de que no exista un líder de confianza. Hoy en España: las promesas incumplidas son una constante y eso merma la confianza. Esa ruptura ha llegado al inconsciente colectivo.
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