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Los discursos realizados en esta investidura seguramente han confundido a muchos españoles: todos resultaban convincentes hasta que el replicante de turno destruía tal impresión. Quizás operaba la sensación de que las palabras presentes no se correspondían con las gestiones pasadas. Otra cosa que sorprende es que se plantee un referéndum separatista y las cosas no se muevan un ápice.
Una parte de la política española sufre una enfermedad muy grave que precisa con urgencia de la aparición de nuevos fármacos que puedan salvarla de su estado cochambroso. La enfermedad consiste esencialmente en la aparición de unas desviaciones cerebrales en las personas que forman parte de los sectores llamados progresistas y de las minorías contrarias a España.
Cuando un gobierno actúa solo para su bien económico y personal en vez de buscar el progreso y bienestar de la sociedad del país, éste irremediablemente va a la ruina y a la debacle, se destruye la democracia, en caso que la hubiera, y se instaura la dictadura.
“¡Políticos estafadores, juegan a vivir de ti!”, bramaba Evaristo allá por los pasados ochenta, entonando una canción cuyo contenido sigue por desgracia tan vigente como entonces. O casi. ¿Pero qué hemos hecho para merecer esto? Les confesaré algo en lo que a buen seguro se verán reflejados no pocos lectores: la práctica totalidad de mis allegados echan pestes sobre los políticos, así, en general, sin pararse a analizar caso por caso.
Se afirma que la geopolítica es amoral, e incluso inmoral. Se presenta esta característica como un fatalismo por el cual es imposible que intervengan en ella elementos como la conciencia o la ética. Pero siendo esto cierto, no es una regla de acero. Cualquier definición extrema es siempre inexacta.
No sé qué tipo de virus es el que se ha inoculado a la sociedad española y menos aún en qué laboratorio se ha podido fraguar, pero lo que no cabe duda es que está causando estragos en nuestro equilibrio emocional e incluso social. A la incapacidad manifiesta de nuestros dirigentes políticos para dialogar y llegar a acuerdos, se une una batalla ideológica que está fracturando peligrosamente nuestra sociedad, provocando una profunda sima entre los españoles.
Siempre he sentido una especial fascinación por Emiliano Zapata, el revolucionario mexicano. No precisamente porque fuese padre de 16 hijos de 14 mujeres, aunque eso me parezca una auténtica heroicidad que, por demás, parece que no le resultó incompatible con las relaciones que tuvo con algunas personas de su mismo sexo. Me fascina porque me parece que actuó siempre guiado por un impulso moral liberador de los demás tan generoso como inquebrantable.
Es curioso comparar diversos libros de historia de España y encontrarse temas relativos al ADN nacional que coinciden, gobierne quien gobierne y de la ideología que defiendan cada cual. Un ADN de orígenes prehistóricos y con muy poca evolución en el tiempo.
Érase que se era la profecía, cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos. Las hubo de todo tipo, pero destacaron, por encima del resto, las emitidas por los profetas de la catástrofe. También fueron relevantes, en ciertos momentos, las que proclamaban la buena nueva, verbigracia, el anuncio de la segunda venida de Cristo, o parusía, con Joaquín de Fiore anunciando ese advenimiento que, por otra parte, estuvo en la base del milenarismo medieval.
“Sumar” es la fusión de dos número para obtener uno nuevo. “Coalición” es alianza, unión, liga, confederación o acuerdo entre varias partes. “Apoyar” Favorecer, patrocinar, ayudar. “Filosofía” Conjunto de saberes que buscan establecer, de manera racional, los principios más generales que organizan y orientan el conocimiento de la realidad, así como el sentido del obrar humano.
Siempre he mantenido que aquellos que viven de la política, encubiertos tras la artificiosa máscara que pretende representar al pueblo —la realidad es que solo se representan a sí mismos— han convertido el templo que debería albergar la soberanía de la nación española, en un miserable Rastro, en el que como moneda de cambio, solo circulan sus inconfesables intereses.
La primera historia, y la más importante para mí, es la del reverendo Juan Huguet y Cardona, sacerdote del pueblo menorquín de Ferrerías asesinado en la guerra civil española por Pedro Marqués, brigada del ejército republicano. Tenía 24 años y llevaba solo un mes en esa parroquia.
Dentro del panorama político actual, resulta inevitable someterse a la democracia del voto, porque el capitalismo de la globalización así lo impone, ya que su sola invocación permite tapar la evidencia del totalitarismo económico y dar nuevos aires a la política.
Para entender las claves de la crisis de la democracia formal española, habría que recurrir al filósofo y ensayista José Ortega y Gasset quien en su ensayo "La España invertebrada", publicado en 1921, realiza un exhaustivo análisis de la crisis social y política de su época. Así, estaríamos asistiendo a un nuevo escenario de "invertebración histórica" cuya casuística podríamos ordenar en tres estratos diferentes siguiendo el esquema orteganiano.
Al paraíso donde disfruto el verano, llegan los modos y las modas con cierto retraso. La costa oriental de Málaga sigue anclada en el pasado en muchos aspectos. Les pasa como a algunos políticos montaraces que siguen aferrados a sus “rojeríos” o “facheríos” como si estuviésemos a mediados del siglo XX.” Las puñeteras dos Españas.
Cuando faltan pocas semanas para las elecciones generales, la ONG Educo publica los resultados de una encuesta a 1.000 niños y niñas, de entre 12 y 17 años, a lo largo de todo el territorio español, para conocer el nivel de confianza que la clase política inspira en la infancia. Los resultados muestran que el 87,1 % no confía en políticos y políticas y el 90 % de los chicos y chicas afirma que la clase política no los tiene en cuenta cuando toma decisiones.
Todos los medios de comunicación, mejor dicho, los pocos que no están subvencionados por el gobierno, que son casi todos, cuentan las verdades del barquero. La mayoría son palmeros y cuentan lo que saben le gusta a quién les pagan. Como a mí no me paga nadie ni pertenezco al mundo del periodismo, como una simple ciudadana, voy a exponer lo que pienso basada en la libertad de expresión.
Si algo está caracterizando a esta nueva generación política es su escasa inclinación al diálogo y al entendimiento no ya con el oponente, sino con los propios afines o próximos. Todo es puro tacticismo que se reduce a decisiones cortoplacistas para alcanzar objetivos inmediatos y con un horizonte limitado y aldeano.
De nuevo elecciones, y de nuevo el lenguaje cainita en los foros. Una de las características de dicho lenguaje es que sin aportar nada puede multiplicar su capacidad destructiva. A este mal se suma la incomprensible atonía de un pueblo que reacciona contra la banalidad con un encogimiento de hombros. Es como si pidiéramos que no nos carguen con cuestiones serias porque preferimos disputas vecinales superfluas.
A lo largo de los últimos meses nos hemos visto rodeados por los mensajes de los diversos partidos políticos prometiéndonos “el oro y el moro” (ojo, esta es una expresión popular nacida de un suceso del siglo XV acontecido en Ronda. Vaya a ser que me tachen de racista. Aunque en Melilla parece ser –presuntamente- que ambos conceptos están bastante relacionados).
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