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Cada vez más me siento vinculado y parte de los países latinoamericanos que me han acogido. Detrás de cada gentilicio hay corazones con nombre y apellidos que son eslabones de una red invisible de esas que hacen posible el palpitar en el planeta y que me une a ellos sin dudarlo. Sin dudarlo, me siento bendecido.
No podemos continuar con esta fuerte crisis de humanidad que nos separa unos de otros. Las amarguras se debilitan con la conjunción de latidos. Sabemos que la realidad tampoco es fácil para nadie, lo que nos exige otras orientaciones de alma y cuerpo, también distintos andares de vida y luz, así como diferentes cultivos esperanzadores, para ponernos al abrigo de la tormenta del tiempo.
Hoy más que nunca requerimos de coraje ante este duro acontecer de injusticias sembradas, lo que puede hacer que nuestras ilusiones se apaguen. Desertemos del miedo a fracasar. Engrandezcamos nuestros interiores con aquello que sacude el corazón y nos transforma, haciéndonos vislumbrar el desvelo por vivir en ofrenda continua, que es lo que francamente hace la vida interesante, sobre todo para luchar por otras atmósferas de paz y reconciliación.
Me gusta empezar los escritos con algo un poco light para irme adentrando poco a poco en materia e hincar el diente en lo que más me atormente, me apasione o simplemente tenga ganas de escribir sobre ello. En esta ocasión va a ser diferente porque utilizando un símil taurino voy a entrar al trapo en pase de pecho y en redondo.
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