Con el lema ‘De la indignación a la rebelión, escrache al sistema’, miles de personas volvieron ayer a salir a las calles, en Madrid y en más de veinte ciudades de España, para conmemorar el segundo aniversario del movimiento surgido en 2011 de forma espontánea y bautizado popularmente como el 15-M. Si entonces había motivos para la protesta, más existen ahora: el paro crece de forma desbocada, el Gobierno reconoce que es incapaz de poner fin a esta sangría, los desahucios están a la orden del día y el hambre se apodera de innumerables familias de la otrora clase media.
Dicen las crónicas que ayer hubo menos gente en la Puerta del Sol que en 2011, pero añado yo que seguramente mucha más de la que nuestros gobernantes esperaban. Es posible que, dado el pasotismo ambiental, no hubieran previsto movimiento reivindicativo alguno, aunque deberían ir haciéndose a la idea de que en el momento menos pensado, la mezcla de ira, tensión, tristeza, pesimismo y necesidad, puede degenerar en el levantamiento de la gente de bien; en el motín de los que solo quieren vivir en paz y tener un puesto de trabajo para poder educar, alimentar y vestir a sus hijos. Insisto, el conflicto puede estallar en el momento y el lugar menos pensados. ¿Acaso no ha sorprendido a los dirigentes del Partido Popular que ayer una de las manifestaciones del 15-M más numerosas fuera la de Valencia, donde Rita y el PP llevan campando a sus anchas más de 20 años?.
Resulta innegable que el sistema hace aguas a los ojos de la ciudadanía, que tiene enormes dificultades para sentirse representada por los partidos políticos tradicionales, circunstancia que provoca que la distancia entre estos y la gente de la calle sea cada vez mayor. Debería tenerlo muy presente Rubalcaba, que se resiste de forma numantina a hacer lo que la prudencia aconseja. Y sobre todo, Rajoy, quien con urgencia debe meter en vereda a cuantos kamikazes que medran en su partido.
Porque el Partido Popular no se puede permitir otra semana de provocaciones como la pasada. La gente está muy sensible. Contenida, pero con ganas de saltar. Y con escasa predisposición a aguantar según qué cosas. Los ciudadanos se escandalizan al oír a la presidenta de Nuevas Generaciones y senadora por Córdoba, Beatriz Jurado, diciendo que “PSOE e Izquierda Unida solo quieren jóvenes borregos que sepan gritar” y al concejal de Castellón, Juan José Pérez Macián, asegurando que los integrantes del 15-M son “híbridos de hiena y rata, falsos, parias y malnacidos”.
Tampoco se reduce la tensión ambiental con afirmaciones tan impresentables como las del ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, según las cuales, “ETA y el aborto tienen algo que ver”. Ni con los exabruptos de la diputada por Segovia, Beatriz Escudero, quien asegura que “las mujeres que abortan son las que tienen menos formación”.
Ahora que, puestos a irritar, ninguno como Rajoy, el presidente plasmado. Primero se esconde para no tener que hacer frente a la cifra de 6.200.700 desempleados que reveló la Encuesta de Población Activa (EPA), luego utiliza a la vicepresidenta y sus ministros para comunicar que el Gobierno tira la toalla en materia de lucha contra el paro y, por último, acude al Congreso de los Diputados para jactarse de las supuestas bondades de la política económica que está aplicando. Sin ruborizarse lo más mínimo, asegura entusiasmado que no la piensa cambiar porque “esto empieza a funcionar”.
No sé si es un desaprensivo, un inconsciente, un insensible o un incapaz. Quizá todas las cosas juntas. Pero debería ser mucho más cuidadoso al manifestarse en calidad de presidente del Gobierno. A un pueblo que sufre no se le puede decir que no es posible combatir el desempleo. Y menos aún que “esto empieza a funcionar”, cuando en muchas casas no hay ni para comer, ni para vestir, ni para la hipoteca, ni para el agua, ni para la luz. Algo que no le ocurre al extesorero del Partido Popular, Luis Bárcenas, al que el pasado jueves Carlos Fabra llamó públicamente “sinvergüenza”. Dijo que es “un sinvergüenza como la copa de un pino”. Sorprendentemente, en menos de 24 horas, el propio Fabra llamó a algunos medios de comunicación para pedir públicas disculpas a Luis Bárcenas. Como diría Papuchi, el padre de Julio Iglesias, todo esto es “raro, raro, raro…”.
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