Durante las elecciones británicas los liberales y los laboristas acusaron al actual primer ministro de ser un lobo feroz. A pesar de eso, ambos partidos se la pasaron peleando entre ellos como ardillas que se disputaban la bellota de quien pudiese llevar a cabo el futuro del Brexit en un nuevo balotaje electoral. En esas condiciones Johnson aprovechó la división de sus rivales que se neutralizaron mutuamente en decenas de distritos, con lo cual los conservadores lograron ganar incluso en zonas tradicionalmente pro-europeas y anti-tories.
Durante la campaña electoral a Jo Swinson, la lideresa del partido liberal democrático, le sacaban en cara que a ella antes gustaba cazar y torturar ardillas. Incluso el caricaturista del diario pro-conservador The Times la dibujó a ella como si fuera una ardilla que estaba llorando leyendo a dicho matutino que informaba que Swinson estaba cayendo en las encuestas.
Esta supuesta fobia de Swinson contra las ardillas es una nada comprobada historia que bien puede haber sido otro de los tantos “fake news”. Sin embargo, lo que sí es cierto es que ella terminó perdiendo su banca parlamentaria y generando una catástrofe partidaria. Y todo ello por haberse comportado como una ardilla gris que se distrajo mucho constantemente enfrentándose a la ardilla roja por nueces, cuando Johnson iba por lo grande y supo sacar provecho de que sus contrincantes, para ganarlos con leves mayorías.
El otro diario pro-conservador (el Telegraph) apenas se conoció la victoria electoral sacó en su portada una gran foto en la que parecía Johnson cara a cara con su perrito mascota. La verdad es que el hombre que llevó a los conservadores a ser el primer partido británico en sacar casi 14 millones de votos al canino que más se parece no es al lobo o al perro, sino al zorro.
El muy astuto ex alcalde de Londres supo ganar las elecciones generales pegándose mucho al partido del Brexit pero sin buscar aliarse a él y con ello obligar a su jefe Nigel Farage a retirarse de la mayoría de sus candidaturas y a desinflarse. Y, por otro lado, supo impedir que sus 3 grandes rivales (laboristas, liberales y nacionalistas escoceses) pudiesen haber logrado un pacto electoral. Si ambos hubiesen mantenido sus diferencias pero habrían coordinado para retirarse de los distritos donde no tenían chances de ganar y donde su voto podría endosar al que estuviese en mejores condiciones de derrotar a los conservadores, los resultados de estas elecciones hubiesen sido muy diferentes.
DISTRITOS En el distrito londinense de Kensington y Chelsea donde los conservadores quedaron tan mal parados con la muerte de decenas de personas en el incendio de la torre Grenfell, ellos pudieron ganar el parlamentario de ese distrito por solo 150 votos de diferencia ante los laboristas. Esto debido a que los liberales demócratas, en vez de retirarse, decidieron allí presentar la candidatura de Sam Gyimah, el más prominente parlamentario disidente tory que reclutaron para sus filas y que fue importado a dicha localidad pues él antes representó al este de Surrey, fuera de Londres.
Los liberales demócratas fueron los primeros en hacer un acuerdo electoral con el partido de Gales y el verde de Inglaterra y Gales para apoyarse mutuamente en unos 60 distritos donde quisieron maximizar el voto pro-europeo. Esa táctica les proporcionó la victoria en la última elección para renovar a un parlamentario local (Brecon y Radnorshire en Gales oriental) a fines de julio, pues allí gracias a que los 3 partidos pro-UE se unieron es que el liberalismo democrático logró colarse en medio de los partidos del Brexit y del conservador quienes se anularon mutuamente.
Sin embargo, esa táctica no la quisieron aplicar en relación a partidos más grandes como el laborismo o el nacional de Escocia (el cual es tan pro-independencia como lo es el Partido de Gales). Gracias a ello los liberales demócratas se redujeron de 21 a 11 bancas, y no lograron hacer reelegir a ninguno de los 8 parlamentarios disidentes que se les unieron a sus filas ni a los otros ex conservadores y ex laboristas que se apartaron de sus distintos partidos. Encima, su lideresa Jo Swinson perdió si banca en manos de los pro-europeos del nacionalismo escocés.
Si hubieran buscado hacer un pacto de ese tipo, los candidatos liberales demócratas provenientes del laborismo como Chuka Umunna en la City de Londres y Westminster y Luciana Bergen en Finchley y Golders Green hubiesen vuelto a entrar al parlamento. Si estas 3 fuerzas hubiesen hecho un acuerdo bien pudiesen haber barrido a los conservadores en Escocia. Un pacto entre los labs y los libs (incluyendo a los aliados de estos últimos como el partido de Gales y los verdes) hubiese podido haber impedido que ganen la mayoría de los conservadores que ganaron en Londres y en Gales y en una buena parte de Inglaterra.
VOTO TÁCTICO Esta táctica del voto útil fue propuesta por varios grupos que pedían un nuevo referéndum, pero no fue escuchada. Jo Swinson se dedicó a atacar a Johnson y a Corbyn por igual negándose a dar voto crítico por el laborismo en caso de darse un entrampe parlamentario, así como antes vetó ayudar a Corbyn a que desplace a Johnson en el premierato cuando la cámara de los comunes pudo haber censurado a quien ordenó la postergación del parlamento.
Swinson prometió que su partido iba a ganar cientos de bancas y que ella bien podía ser la nueva primera ministra. En vez de centrarse en pedir un nuevo referéndum europeo (en el cual Johnson las tendría muy difícil de ganar) logró que su parido aprobase la anulación unilateral del Brexit y el adelantamiento de elecciones generales (las cuales fueron convertidas por Johnson en un nuevo referéndum donde podría ganar con mucho menos del 50% de los votos). Corbyn no quiso entrar en un pacto electoral con nadie pues pensaba que ello le iba a quitar filo a los laboristas y a su programa radical. Para la izquierda Swinson fue una de las que impulsó desde el gobierno del 2010-15 una serie de políticas de ajuste monetaristas.
La idea de hacer una coalición entre laboristas y liberales es algo que siempre alentó Tony Blair quien quería que su partido rompiese con el socialismo y se convirtiese en una versión británica del partido democrático de EEUU. Sin embargo, para el ala socialista del partido rojo eso es un anatema pues los liberales fueron el partido predominante del imperio británico hasta la I Guerra Mundial y siempre han defendido a los capitalistas contra los trabajadores. La ventaja que tuvieron los conservadores es que se valieron del voto táctico antieuropeo de los seguidores de Nigel Farage, alguien quien nunca ha podido hacer un partido estructurado pues solo fabrica movimientos que se inflan y desinflan en pocos meses, para poder derretir al faragismo, y en la incapacidad de sus rivales de llegar a un acuerdo común de voto táctico.
Los liberales eligieron a una representante del ala derecha de su partido como su nueva lideresa y los laboristas vienen teniendo al más izquierdista líder que hayan tenido desde 1983.
La falta de un acuerdo con los amarillos del liberalismo democrático y del nacionalismo escocés hizo que los rojos perdieran casi todas sus bancas en Escocia y entre un quinto y una cuarta parte de su bancada en la isla británica. La estrategia de Corbyn fue querer repetir lo que hizo en el 2017 cuando logró hacer que el laborismo suba del 30% que obtuvo en las elecciones generales del 2015 al 40%. Eso implicaba no hablar tanto del Brexit y golpear por igual a los conservadores y liberales por haber aplicado una serie de ajustes durante su cogobierno del 2010-15. Si en los comicios del 2017 los nacionalistas escoceses no hubiesen sacado los 35 parlamentarios que obtuvieron sino los 48 que ahora sacaron, no hubiese sido posible que May hubiera permanecido en el premierato, el cual bien pudo haber terminado en manos de Corbyn a la cabeza de un gobierno de minoría.
NO FUERON AL REFERÉNDUM Johnson no derrotó a sus rivales con una fuerza lobuna sino con la astucia del zorro. Cuando él se convirtió en el primer gobernante británico en perder sus 10 primeras votaciones en el parlamento y fue censurado unánimemente por la corte suprema de justicia por haber pedido suspender del parlamento, él logró evitar que sus contrincantes se unan con los 21 parlamentarios tories que él había separado de su bancada para lograr que se apruebe un nuevo referéndum o reemplazarlo a él por otro primer ministro (como Kenneth Clarke, el padre de la cámara de los comunes y un ex canciller tory pro-europeo que estuvo casi medio siglo en el parlamento).
Más bien, él logró hacer que Swinson pisase el palito y le hizo creer que era la oportunidad histórica para que su partido siguiese avanzando conquistando parlamentarios y bases pro-europeas de los laboristas y conservadores. Swinson cayó en su trampa y lo mismo pasó con Nicola Sturgeon, la ministra principal de Escocia, aunque ella sí logró hacer aumentar en 13 el número de bancas de su partido nacional de Escocia.
Pese a que una buena parte de la bancada laborista no quiso adelantar las elecciones (y que pudo haber evitado que ello ocurra), Corbyn aceptó el reto. Pensó que su posición intermedia entre quedarse en la UE y un Brexit duro le iba a permitir unir a la nación, cuando, en realidad no hizo más que repetir lo que había ocurrido en las elecciones europeas de mayo: no convenció mucho ni a los pro-europeos ni a los anti-europeos.
El manifiesto de Corbyn, pese a tener mucho atractivo social, no pudo prosperar en unas elecciones donde el tema central fue el Brexit y el ascenso del nacionalismo tanto en Inglaterra como en Escocia. A un programa tan radical como el “socialista del silo XXI” de Corbyn le hubiese sido más fácil de calar cuando la cuestión del Brexit no estuviese en el eje del debate electoral. Y, justamente por ello, a Corbyn le debió convenir haber presionado a que haya un referéndum europeo teniendo como opciones en la papeleta el propuesto por May o Johnson y el permanecer en la UE. Aunque, claro está, él siempre hubiese preferido un acuerdo de relación independiente con la UE como el que lo tiene hoy Noruega.
Si en el cuento la caperucita roja se muestra más astuta que el lobo, en estas elecciones a quien los laboristas describieron como el lobo feroz fue quien terminó propinando la mayor derrota que hayan tenido los rojos desde 1935. Johnson volvió a demostrar algo que siempre he venido diciendo en mis distintos escritos y podcasts: el mayor zorro electoral que tiene el Reino Unido.
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