Una de las películas que en, mi juventud, me causó mayor impresión recuerdo que fue la de “El retrato de Dorian Gray”, en su versión de 1945, inspirada en la obra de Oscar Wilde e interpretada por Jorge Sanders, Dona Reed y con la presencia de una jovencísima Ángela Landsbury. El protagonista, Dorian, un hombre joven y apuesto, preocupado por la idea de envejecer hace un pacto con el Diablo que, a cambio de su alma, le garantiza la eterna juventud. Lo dramático de la obra, llena de ingeniosos diálogos, filosóficas consideraciones y citas bíblicas, es observar como el protagonista entra en decadencia corrompido por la influencia de su mentor. En realidad, lo que ocurrente del argumento, consiste en un lienzo de un retrato del propio Dorian Gray en el que aparece en plena juventud, en el que los excesos, amoralidades, malas acciones, locuras y, en definitiva, las taras y señales de una vida superflua y licenciosa del personaje se van acumulando en aquella pintura, sin que la imagen sufra alteración alguna, lo mismo que ocurre con el aspecto físico del joven que mantiene su apostura y belleza, sin que el transcurso de los años cause mella alguna en su cuerpo. El final es truculento, ya que Dorian provoca el suicidio de una joven enamorada de él y entonces descubre que su retrato se ha convertido en un horrible monstruo, en el que se reflejan, de un modo repugnante todas malas acciones de su vida. Lo oculta a sus conocidos pero, finalmente, se arrepiente de aquella vida licenciosa y muere. Los criados descubren su cuerpo envejecido, arrugado e inmundo, tendido sobre la alfombra mientras, en la pared, está colgada la pintura tal y como su autor la pintó, en la que aparece un Dorian Gray joven y radiante.
En el transcurso de mi existencia ha tenido ocasión de conocer a algunos de estos personajes que, bajo una apariencia de personas respetables, juiciosas, cultas y triunfadoras, han ocultado a un personaje malvado, calculador, hipócrita y egoísta. Durante la pasada Guerra Civil hubo algunos de ellos que, lejos de pagar por los crímenes que cometieron en los cargos que ocuparon, no solamente tuvieron ocasión de refugiarse en el extranjero, muchos vivieron magníficamente con el dinero que robaron a aquellos a los que asesinaron e, incluso, los hubo que tuvieron ocasión de regresar a España, ocupar un escaño en el Parlamento y ser considerado como un verdadero demócrata. El señor Santiago Carrillo, periodista, socialista y luego comunista, un personaje destacado en la revolución de Asturias del año 1934; responsable de las famosas sacas de la cárcel Modelo de Madrid y de los fusilamientos de Paracuellos del Jarama; una muestra de la vesania de aquellos que vertieron todo su odio masacrando a personas cuya única culpa era ser de derechas, católicos o, incluso, republicanos que no comulgaban con los excesos del Frente Popular. Hoy, si leemos lo que se dice de él, podríamos pensar que hubiera sido merecedor al premio Nobel de la Paz.
Por desgracia, en España, durante estos días de confinamiento por causa del coronavirus, tenemos que asistir a este espectáculo desmoralizador que cada día la TV nos presenta, en el que unos cuantos personajes, unos de uniforme y otros con aspecto de progres adictos al Gobierno socialista, representando cada uno de ellos su papel y todos ellos bien sincronizados para intentar convencer, a los que no son capaces de discurrir por sí mismos, de que todo funciona a las mil maravillas, que la epidemia ya va de capa caída, que todas las medidas que se han tomado y se toman son las pertinentes y que, como se ha atrevido a decir este sujeto que el Gobierno ha escogido para darnos el pego, el señor Fernando Simó, cuando ha soltado aquello de que tenemos “que estar felices y contentos” de cómo se van desarrollando los acontecimientos. Sí, señor, más de 20.000 fallecidos y 200.000 infectados fruto de la incompetencia del Gobierno son motivo más que suficiente para que, si tuvieran algo de vergüenza torera, todos ellos habrían presentado su dimisión irrevocable. ¡No caerá esta breva!
Veamos si ponemos algo de sensatez en el tema. ¿Saben que 600.000 caretas de las últimas que llegaron han vuelto a presentar defectos y no sirven para su fin? O que, según denuncian los medios, la mayoría de los test que el gobierno les ha entregado no tienen la “sensibilidad” precisa para que sean fiables en cuando a la detección del virus. A qué viene que hagan comparecer a un general de la Guardia Civil para intimidar a los españoles pretendiendo limitar la libertad de los ciudadanos a expresarse como les venga en gana, intentando convencernos de que criticar al Gobierno por sus garrafales errores, “bulos” según ellos, es algo ilegal? ¿Qué tipo de conocimientos legales tiene para decir que la benemérita tiene la misión de investigar las fake news sin orden judicial? O es que, señores, estamos en un Estado policíaco en el que, como ocurre en Venezuela, todo el que se atreve a criticar al ejecutivo lo meten en la cárcel. El gobierno a gobernar y los jueces a ocuparse de la Justicia.
¿Cuándo se van a dar cuenta de que este científico, de clara tendencia socialista, el señor Fernando Simó, debiera de ser relevado inmediatamente, después de que ha perdido todo su prestigio, equivocándose cada día en sus predicciones? Son muchos miles los muertos que ya se han contabilizado a causa del Civid19 desde que él dijo aquello de que “en todo caso serían pocos casos los contagios y menos las muertes” ¡A ese oráculo, en tiempo de los griegos o romanos, ya lo habrían colgado de un árbol!
Y, por si fuera poca la incomodidad y preocupación causada por la pandemia, lo que se nos anuncia para el futuro en cuanto a las repercusiones económicas que va a conllevar la pandemia, no parece que haga mella en el Gobierno del señor Sánchez, que sigue impertérrito en sus anuncios de aumento de gastos, de subvenciones, de incrementar y crear nuevos impuestos y de aumentar la Deuda pública y el déficit que, según se anuncia, puede llegar a ser del 10%. Por si faltara algo en este cúmulo de estupideces institucionales, tenemos que soportar esta incalificable actitud de superioridad de este hatajo de indocumentados formado por los individuos progres de la farándula siempre dispuestos a criticar lo que se hace bien, si es de derechas o alabar cualquier mamarrachada que se les pueda ocurrir a sus amigos de las izquierdas.
Hete aquí a esta aristócrata en el ocaso de su carrera, la señora Mercedes Milá, una de estas se permiten toda clase de gansadas, cursilerías, despropósitos y ridiculeces, intentando que quienes la sigan no se den cuenta de que ya no tiene edad ni conocimientos para otra cosa que no sea aislarse del coronavirus y procurar no dar la nota. Suponemos que, para que la gente se acuerde de su existencia que, por otra parte, no creemos que le importe a muchas personas, ha querido criticar a la alcaldesa de Madrid, la señora Isabel Ayuso (no le perdonan que haga las cosas bien, mucho mejor que en Barcelona, por ejemplo, y no vemos que se haya metido con la alcaldesa, señora Colau) con las siguientes palabras: “Isabel Díaz Ayuso es una especie de community manager de un perro. No es mucho más. A esa le quedan muchos años de maduración.”(Al parecer, la señora Ayuso, se ocupó, durante u n tiempo, de hablar sobre un can de la señora Aguirre) en un tono despectivo de supuesta superioridad. La verdad es que hay personas que cuando quieren insultar o menospreciar a otras, no sólo no lo consiguen, sino que su fatuidad, desconocimientos y egolatría, las lleva a descalificarse a sí mismas en cuanto abren la boca. En lo que respeta a la cuestión de “madurar” no debió hacer referencia a ello ya que ella, ya no solamente ha “madurado demasiado” sino que ya está para tomar papillas y, por otra parte, no sabemos si la Milá conoce efectivamente lo que es un community manager o si escuchó a alguien pronunciar esta expresión, pero lo que sí es cierto es que un community manager es aquel profesional responsable de construir y administrar la comunidad online y gestionar la identidad y la imagen de marca, creando y manteniendo relaciones estables y duraderas con sus clientes, sus fans en internet y al que le gustan las redes sociales y tiene grandes dosis de empatía, creatividad e ingenio y siendo muy bueno estableciendo relaciones en Internet.
Si la talluda Milá, quizá porque nunca ha tenido ocasión de ser nombrada mis de Cataluña, ha querido insultar a la alcaldesa de Madrid, calificándola de community manager, es evidente que lo que ha hecho ha sido colocarla en un listón muy alto, debido que esta profesión, de reciente implantación, no es, ni mucho menos, algo que esté al alcance de la mayoría de personas, ni seguramente de ella misma, porque los conocimientos y aptitudes que se requieren para ejercerla son muy elevados. Claro que, la aristócrata, pese a que renunció al título de su padre en favor de uno de sus hermanos, siempre ha pretendido valerse de su casta aristocrática para conseguir ganarse la vida con sus excentricidades, extravagancias y rarezas, las menores de las cuales no han sido sus estrambóticas vestimentas y ridículos comportamientos.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no podemos menos de ver, con una cierta perplejidad, lo que está sucediendo en España. ¿Un principio de acuerdo entre Sánchez y Casado? Y todo ello porque la discusión de una posible inyección de vitaminas para el señor Sánchez, hundido hasta el cuello por causa del coronavirus, se celebre en la Moncloa o en sede parlamentaria ¿Es que la sede parlamentaria tiene más garantías que cualquier otro lugar, cuando es evidente que el PP no tiene el apoyo necesario para que pueda prosperar ninguna de sus propuestas, como se ha podido comprobar a lo largo de las sesiones de esta legislatura? Una vez más creemos que esta derecha que tenemos adolece de lo que hay que tener para ganarse el respeto de sus enemigos que, por cierto, van consiguiendo ir escalando posiciones con su política de desgaste del PP. Y un parte de “guerra” de última hora: “En el día de hoy, cautiva y desarmada la derecha, han alcanzado socialistas y comunistas sus últimos objetivos para acabar con España. La democracia ha terminado.”
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