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Egipto futuro

José Manuel López García
martes, 17 de marzo de 2015, 23:25 h (CET)
Este gran país se merece un gran futuro, y un mejor presente. Considero que ante el anuncio de la proyectada construcción de una nueva capital en medio del desierto, es adecuado y provechoso pensar algo sobre este asunto.

Que Al Sisi plantee la necesidad de impulsar la economía egipcia a través de proyectos de gran envergadura parece prudente y coherente. Ya que Egipto es un estado en vías de desarrollo, y con graves problemas sociales producidos por la pobreza, y la escasez de recursos. La nueva ciudad se situaría en mitad del Sahara entre El Cairo y el mar Rojo, y costaría más de 40.000 millones de euros. Se construiría en unos cinco o siete años, o sea, en un tiempo récord.

Es cierto que las petromonarquías del golfo Pérsico están dando gran apoyo económico a Egipto, y esto es algo muy positivo. Pero sabiendo, por ejemplo, que empresas como la British Petroleum y la Siemens van a invertir, respectivamente, en el delta del Nilo para extraer gas y en la construcción de centrales eléctricas, se puede considerar otra alternativa.

Me refiero a que, a mi juicio, lo más sensato y respetuoso con el medio ambiente, sería destinar esas decenas de miles de millones de euros a mejorar y potenciar las dos principales ciudades egipcias que son El Cairo y Alejandría. De este modo, también se impulsaría el desarrollo de las infraestructuras, y se podrían crear nuevas empresas de una forma progresiva, sin dañar el entorno. De esta manera, estas dos ciudades aumentarían su pujanza, y esto beneficiaría, indudablemente, y tirarían de todo el país.

El desierto debe ser protegido, y la construcción, en medio del mismo, de una ciudad, no parece que sea lo más adecuado para este fin. En cambio, en la costa egipcia parece que existen más posibilidades de construir o ampliar ciudades preservando, de la mejor forma posible, la belleza del litoral. Y esto se podría lograr con unos controles rigurosos por parte de las autoridades, y con unas leyes que garanticen, de forma efectiva, que se respeten normas urbanísticas racionales.

Además, habría beneficios adicionales que propiciarían más turismo de calidad para la costa de Egipto, de un modo selectivo, y sin caer en la masificación, con adecuadas medidas políticas y administrativas. Con este tipo de planteamientos se conservaría el territorio de Egipto que es extenso en sus condiciones naturales, y no disminuiría el gran encanto y atracción que es lo genuino de este país: el desierto del Sahara, y todo lo relacionado con la cultura faraónica e islámica.

El gran valor de las tradiciones musulmanas no debe perderse en Egipto, por causa de una occidentalización y modernización avasalladora y agresiva. Este es un peligro que, en mi opinión, existe.

En general, esta actitud prudente respecto a un desarrollo industrial y comercial y turístico equilibrado, con medidas políticas sensatas, por parte de los gobiernos de los países árabes del norte de África sería lo más apropiado.

Si bien es verdad, que en Libia, por ejemplo, parece ser que el mayor riesgo es la falta de gobierno, que puede dar lugar a un auge del yihadismo, y a la posibilidad de que sea controlado por el Estado Islámico, con las consecuencias de desestabilización que esto supondría para esta zona, y para Europa.

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