Después de mucho dilatarse la cuestión y de mucho ocultarse para hablar a través de fantoches, finalmente Argelia ha sido llamada por el Consejo de Seguridad de la ONU a sumarse con seriedad a los intentos por hallar un epílogo pacífico al diferendo del Sáhara, exhortándola a permitir el censo de la población de Tinduf.
Esta población ha estado recientemente en el ojo de la tormenta, luego de que se descubriera que sus cifras se abultan para perpetrar enormes fraudes con la ayuda humanitaria internacional, sobre todo proveniente de Europa.
De esta manera, el conflicto vuelve a su curso original, dado que los enterados hace tiempo consideran este problema como una disputa entre Marruecos y Argelia, que se oculta detrás del Polisario y de un dualismo mitológico entre “progresistas” y reaccionarios que se extiende a todo el mundo.
Al respecto, ya a fines de la década de 1970 el premio Cervantes Juan Goytisolo señalaba que se buscaba convertir al Sáhara en una piedra de toque para distinguir, a escala mundial, a progresistas de reaccionarios. Dicha clasificación sólo revela una asombrosa carencia de principios por parte de quienes la sustentan, sólo para lucrar eternizando el sufrimiento de los pueblos del desierto.
Los intereses de Argelia en este viejo problema fueron resumidos por los mismos diplomáticos de Argel, cuando en los años setenta respondieron una razonable oferta de Marruecos y Mauritania de explotar en común las riquezas del desierto (petróleo de Hassi Messaud, hierro de Gara Xbilet, fosfatos de Bu-Craa, pesca del banco costero saharaui, etc.) en beneficio de los pueblos de los tres países. Argelia pedía en su contraoferta que se limitara la cooperación al territorio del ex Sáhara español, y no a la totalidad del desierto, de forma que Argelia participara de la explotación de los fosfatos sin contrapartida alguna. También exigía la desmilitarización, por parte de Marruecos, de una zona de cien kilómetros alrededor de Tinduf y un pasillo al Atlántico.
Las pretensiones, que han variado muy poco en los últimos cuarenta años, hablan por sí solas.
A diferencia de lo que constantemente afirma la propaganda “saharaui” fogoneada con financiación argelina, la resolución 2218, reconoce los esfuerzos realizados por Marruecos para promover y proteger los derechos humanos en todo su territorio así como en las provincias del sur, en particular, a través de las sucursales locales del Consejo Nacional de Derechos Humanos (CNDH) en El Aiún y Dakhla.
Argelia siempre ha eludido sus responsabilidades para impedir que la comunidad internacional pueda determinar el número real de los saharauis y consecuentemente poder identificar sus necesidades reales en la ayuda humanitaria.
Paralelamente, organismos europeos que luchan contra el fraude denunciaron hace semanas la escandalosa malversación de la ayuda humanitaria al Sáhara, que termina adulterada y vendida en mercados argelinos.
Tras aprobarse la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, el Parlamento Europeo pidió volver a evaluar la ayuda de la Unión Europea, y una seria investigación sobre las verdaderas necesidades en los campamentos de Tinduf donde se encuentran también una gran cantidad de argelinos desatendidos por su gobierno que someten a un chantaje emocional a los europeos.
La pretendida salida al Atlántico, el desarme unilateral de Marruecos y la voracidad por los fosfatos y otras riquezas del desierto que desvelan en Argel, tienen mucho que esperar todavía. Quizás este incontable lapso de la eternidad dure, como lo profetiza el rey Mohamed 6, hasta el fin de los tiempos.
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