No podemos ser esclavos de la época ni del tiempo, necesitamos un periodo de reflexión permanente para fortalecer el alma y el cuerpo, sometidos cada día a un continuo estrés, ante el frenético ritmo de la vida presente. Nunca es tarde para unirse y reunirse, para fomentar los vínculos entre familias y entre sí, para concebirse cercanos unos de otros, y así poder intercambiar vivencias.
Lo importante, al fin y al cabo, es sentirse comprendidos ante la tremenda ola de fracasos que nos ahogan. Sin embargo, no podemos caer en la desolación, necesitamos crecernos y recrearnos, con buena mente y mejor espíritu, abrigando el apoyo y el consuelo de personas que se entienden y no se enfrentan, que se respetan y se consideran ciudadanos del orbe, que más pronto que tarde, han de armonizarse. No olvidemos que ser hondamente estimado por alguien nos da baluarte, al tiempo que al apasionarnos intensamente por cualquiera nos da valía. Naturalmente, vivificarse es mejorar el aguante para estar en continuo proceso de renacerse y rehacerse.
Justamente, este coraje, que suele crecer en proporción a la carga, es el que nos da resistencia. Aun así, los descansos son tan necesarios como vitales, ya que nos hacen olvidar la multitud de conflictos que nos tejemos a diario, a través del odio y la venganza; cuando en realidad lo que se requiere, en todos los rincones del planeta, es que se garantice la asistencia humanitaria a las poblaciones. Claro, para ello, tenemos que priorizar cuestiones tan esenciales, como la concordia sobre todo lo demás, también sobre la fuerza de las armas. Prioricemos el diálogo para dirimir las controversias. Cerremos la industria armamentística. Desde luego, tenemos que aprender a vivir con esa disposición interior de desprendimiento y generosidad, con la salvaguardia de los derechos de cada uno.
Está visto que cada amanecer nos necesitamos más los humanos. Sólo hay que ver los índices de depresión, que afectan a más de doscientos sesenta millones de personas en el mundo (según datos de la OMS), y alrededor de la mitad de las enfermedades mentales, por cierto, comienzan a los catorce años. Afianzarse como familia irradia un horizonte despejado, al saber acompasarse y acompañarse, de vivos tonos y timbres, para no morir de frío y poder florecer desvivido por vivir.
Tampoco podemos caer en la indiferencia. Hay que hacer algo para salir de esa dureza del corazón, que no es más que desolación para nuestros interiores y pérdida de entusiasmo. El suicidio no puede continuar siendo la cuarta causa de muerte entre los jóvenes de quince a veintinueve años. Quizás precisemos recogernos, buscar ese momento para nosotros, que nos haga repensar nuestros andares y la orientación tomada, ante un mundo tan confuso y convulso a la vez. Indudablemente, hemos de querernos para fortalecernos interiormente. En este sentido, resulta conciliador y animoso, que recientemente organizaciones tan valientes como la FIFA, que existe para gobernar el fútbol y desarrollar el juego en todo el planeta, la Organización Mundial de la Salud y la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, proyectaran recientemente una campaña que busca concienciar sobre los problemas de salud mental, animando a las gentes a buscar ayuda cuando la necesiten. En cualquier caso, debemos quedarnos con ese verano invencible que todos llevamos internamente, a pesar de las depresiones del invierno que nos circundan. Querer es poder.
En efecto, adheridos a ese vínculo de entrega, conseguiremos sobrepasar todas las adversidades. Además, no hay mayor gozo de realización personal, que la de ser activos constructores existenciales, creando las condiciones favorables para el crecimiento integral, con el fin de que fraternicemos comportamientos de equipo; máxime en una etapa de fuertes crisis como ahora, ya sean familiares, matrimoniales, sociales, laborales…; donde todos estamos llamados a la transformación necesaria para reavivar la vida íntima, recordando la urgente necesidad moral de un renovado aliento solidario. Únicamente coaligados podemos activar un avance integral en beneficio de los pueblos, tanto presentes como futuros, un desarrollo inspirado en los valores humanos, lo que requiere de cada uno de nosotros una toma de compromiso mayor, pues no sólo esta energía responsable la demandan las emergencias, sino también la cotidianidad de cada paso, a través de esa percepción de gozo y fortaleza que imprime el meditar como parte del diario de morar, para poder regular los sentimientos y el comportamiento.
En cualquier caso, nos toca ser conciliadores, cercanos y activistas de una sociedad libre y democrática, en la que todos podamos cohabitar, con iguales posibilidades. Robustezcamos la misión.
|