El gran derrotado en la primera vuelta presidencial colombiana ha sido el uribismo, el movimiento inspirado en el fujimorismo peruano. Si bien Gustavo Petro se ha convertido en el primer izquierdista y exguerrillero en haber ganado una primera vuelta en el país andino más poblado, sus posibilidades de lograr una victoria final no van a ser tan fáciles de lograr, pues su nuevo competidor, el multimillonario populista “independiente” Rodolfo Hernández puede terminar petrificándole y llegando a Palacio con el apoyo de todas las derechas, desde la dura hasta la moderada.
Los 4 mosqueteros
En las elecciones presidenciales colombianas del 29 de mayo se enfrentaron 4 candidatos importantes, todos los cuales han tenido en común haber sido burgomaestres de importantes ciudades de dicha nación. El izquierdista exalcalde de Bogotá, Gustavo Petro de la “Coalición Pacto Histórico”, quedó primero con 8 527 768 votos (40.32%). A él le siguieron en este orden 3 representantes de distintas vertientes de la derecha: Rodolfo Hernández, exalcalde de Bucaramanga, de la “Liga de Gobernantes Anticorrupción” con 5 953 209 votos (28.15%); Federico Gutiérrez, exalcalde de Medellín, de la oficialista Coalición Equipo por Colombia, con 5 058 010 votos (23.91%); y Sergio Fajardo, quien también fue alcalde de Medellín, de la Coalición Centro Esperanza, con 888 585 votos (4.2%). La suma de la otra mitad de los restantes 8 candidatos estuvo por debajo del 1.73% de votos en blanco.
Todas las encuestas habían vaticinado el triunfo de Petro en la primera ronda con el respaldo de alrededor de 2 de cada 5 votantes. La gran sorpresa fue que el multimillonario Hernández fue quien quedó clasificado para pelear con él la vuelta final.
Once domingos antes de la primera ronda presidencial se dieron las elecciones legislativas y también las consultas populares para que millones de electores pudiesen escoger a los presidenciables de las 3 coaliciones multa-partidarias. Hernández estuvo ausente de este proceso y no ha podido lograr una bancada propia. A diferencia de sus 3 principales rivales, él no ha postulado encabezando un frente de partidos, sino un movimiento “independiente”, el cual está totalmente dominado por su figura y su fortuna.
El escenario se le ha complicado a Petro
Todo indica que en la segunda ronda del 19 de junio, Petro superará ampliamente los votos que cualquier otro izquierdista haya previamente logrado en cualquier otra nación andina. Sin embargo, para que Petro se convierta en presidente, él va a tener que conseguir como mínimo tal vez unos 11 millones de votos.
Esta última posibilidad ha estado casi cantada en caso de que el balotaje se hubiese dado entre él y el candidato oficialista Federico Gutiérrez. Tal es el desgaste de la vertiente política de Álvaro Uribe, la misma que ha dominado Colombia durante todo este milenio, que Petro hubiese arrasado capitalizando a la mayoría nacional que quiere acabar con un modelo que se inspiró mucho en el del fujimorismo peruano.
Uribe, cuando llego a la presidencia colombiana ganando en primera vuelta con una amplia mayoría absoluta, emula mucho a Alberto Fujimori (el expresidente peruano de 1990-2000). Al igual que este último, Uribe logra consolidarse, ampliar su popularidad y querer ser reelecto permanentemente, creando numerosas siglas bajo la estrategia de aplicar una feroz represión “antiterrorista”, algo con lo que logró demostrar que puede avanzar en la “pacificación” y “seguridad”, mientras que, bajo tal cobertura se daban masivas privatizaciones y políticas de shock neoliberal con las que supuestamente se mostraba cierto crecimiento económico.
Al igual que en el caso peruano, esta forma de gobernar incentivó poderosamente la corrupción, el narcotráfico, la inmunidad, la violación de derechos humanos, la miseria y la polarización entre grandes ricos y enormemente pobres. Los devastadores efectos de la a misma pandemia que terminó mostrando cuan devastador puede ser un pésimo y privatizado sistema de salud y culminó vacunando a los pueblos peruano y colombiano contra la extrema derecha.
Empero, aunque parezca inverosímil, un grado tan alto de impopularidad del uribismo no ha favorecido tanto al líder del campo anti-uribista. Según la mayoría de las encuestas, el balotaje se iba a dar entre Petro y Gutiérrez, un escenario que iba a darle el triunfo al primero.
No obstante, en los días previos a la primera ronda empezó a despegar la candidatura del multimillonario Hernández. Este último terminó aventajando por más de 4 puntos y casi 1 millón de votos a Gutiérrez. Todo esto, pese a ser el candidato más secundado por los congresistas recientemente electos y estar apoyado por el Gobierno, por los partidos tradicionales colombianos (conservadores y liberales), por varias fuerzas uribistas y por la Alianza Verde.
Apenas Hernández se clasificó para el balotaje del 19 de junio, él buscó los votos del centro-derechista Fajardo, mientras que el representante de la derecha dura, Gutiérrez, le ha apoyado abiertamente aduciendo que hay que impedir que Petro transforme a Colombia en una nueva “dictadura socialista” tipo Venezuela.
Una básica operación matemática podría concluir diciendo que si se suma al 28% de Hernández con el 24% del de Gutiérrez ya se logra un 52%, un porcentaje que podría incrementarse en 4 puntos más si Fajardo se sube al carro del billonario y ex burgomaestre de Bucaramanga. Sin embargo, la política es mucho más compleja. El globo de Hernández podría desinflarse tan rápido como sorpresivamente se infló.
Polarizaciones
Diversos sectores de la derecha colombiana van a querer polarizar el balotaje como si fuera una disputa entre la democracia contra una tiranía castro-chavista. No obstante, hay 3 problemas al respecto. Una es que en Bolivia, Perú, Honduras o Chile, esa estrategia ha fracasado. Dos, es que si Hernández apuesta por ese camino va a perder credibilidad en diversos sectores “moderados” a los que trata de apelar. Tres, que Petro no es un desconocido, sino una persona que tiene décadas en el sistema y quien constantemente se ha delimitado de Cuba, Venezuela y Nicaragua. A diferencia del “socialismo del siglo XXI” de estos últimos, Petro plantea un “capitalismo democrático”.
Petro es, al igual que el uruguayo Pepe Mujica y la brasileña Dilma Rousseff, una persona que estuvo antes en la cárcel por haber integrado una guerrilla, pero que desde hace mucho tiempo se ha integrado al establishment y se ha reconfigurado como una suerte de socialdemócrata moderado. Petro se integró a los comandos del Movimiento 19 en 1977, cuando apenas tenía 17 años de edad.
A diferencia de otras insurgencias armadas izquierdistas, el M-19 no tenía una raíz marxista. Como su nombre lo indica, este movimiento reivindicaba el supuesto triunfo electoral de General Gustavo Rojas Pinilla (ex dictador militar en 1953-57) en las elecciones del 19 de abril de 1970. Como ellos adujeron que un gran fraude le impidió a Rojas haber vuelto a la Presidencia, entonces ellos tomaron las armas de 1974 a 1990.
Hace un tercio de siglo el M-19 se desarmó y desmovilizó, pasándose a legalizar como fuerza electoral. No solamente este ha tenido muchos congresistas, sino también alcaldes y ministros. Petro, quien fuera concejal a mediados de los ochentas, llego a ser nombrado por el presidente liberal Ernesto Samper como su representante diplomático en Bruselas ante la Unión Europea en 1994-96.
Petro fue diputado (miembro de la cámara de los representantes) en 1991-94 y en 1998-2006. En el cuatrienio que se abrió el primero de enero del 2012, él llegó a ser alcalde de la capital, aunque en un momento Petro fue destituido para luego ser restituido y absuelto de cargos. Desde el 2018 hasta hoy sigue siendo senador, cargo al cual ejerció por primera vez en 2006-10.
Esta ha sido la tercera vez que Petro ha disputado la presidencia. En 2010 quedó cuarto (y con el 9.13%) encabezando al Polo Democrático Alternativo, al cual renunció poco después de los comicios. Por eso, ese mismo sector llevó como su candidata presidencial a Clara López, quien había sido su teniente alcaldesa en Bogotá, la cual en 2010 obtuvo el 15.22%. En el 2018 Petro volvió a postular a la Presidencia, pero como candidato de Colombia Humana, la Unión Patriótica y la Gran Coalición por la Paz. Entonces obtuvo el 25.08% en la primera vuelta y el 41.77% en la segunda. En ambos turnos perdió contra el actual Presidente uribista Iván Duque.
Esta vez Petro ha creado una nueva coalición, la del “Pacto Histórico”, con la cual él, en la primera vuelta, ha obtenido medio millón más de votos, más de los 8 millones que antes saco en la segunda ronda del 2018. Los partidarios de Petro se sienten optimistas, pues el “Pacto Histórico”, triplicó los resultados que obtuvo 11 domingos atrás, cuando en las elecciones legislativas del 13 de marzo, este obtuvo 2 800 730 votos (17.35%).
Un nuevo populismo
Un problema que, sin embargo, debe estar generando muchos dolores de cabeza a las izquierdas es cómo hacer frente a Hernández, quien trata de adoptar una imagen anticorrupción y algunas políticas de tipo centrista y hasta “progresistas”.
La principal bandera de Hernández es acabar con los malos manejos financieros, pero también postula un inmediato acuerdo de paz con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) ofreciéndole concesiones como las que anteriormente se les ha hecho a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). A estas últimas se les ha concedido a cambio de desarmarse el que puedan haberse convertido en una fuerza legal con representación directa en las 2 cámaras parlamentarias.
También el exalcalde la principal ciudad cercana a Venezuela cree que va a ser muy beneficioso para Colombia volver a regularizar sus relaciones y su comercio con dicho vecino país.
Hernández trata de aparecer como un antisistema, para lo cual no le va a ser beneficioso andarse mezclando con todos los partidos y políticos tradicionales de la derecha.
Petro va a querer aprovechar estas 3 semanas para tratar de desinflar al globo de Hernández. Si este último ha aprovechado el tener 100 millones de dólares para financiar una amplia campaña en las redes sociales, ahora el gran ejército de militantes “progresistas” han empezado a llenar a la Internet de serias denuncias contra uno de los hombres más ricos del país, el mismo que abiertamente dice que el origen de su fortuna consiste en haber hecho negocios con los pobres.
Hernández se ha especializado en construir viviendas de interés social para los menos pudientes, a quienes les da varias facilidades para adquirirlas. Se vanagloria de edificar 1 casa por cada hora y de que lo que él paga anualmente en impuestos equivale a 46 de estas viviendas. En las redes circulan muchas frases suyas en las cuales él confiesa que “los pobres me volvieron rico”, que busca pagar sus deudas con construcciones suyas y que no ha cumplido con dar ninguna de las 20 mil casas que ofreció cuando fue alcalde de Bucaramanga.
Hay muchos videos de Hernández en los cuales él abiertamente dice que una las personas que él más admira es el alemán Adolfo Hitler (aunque luego dijo que fue un lapsus, pues quiso decir Albert Einstein, aunque ambos nombres y apellidos no tengan absolutamente nada de parecidos), aparece pegando a trompadas a un concejal que le cuestiona cuando era burgomaestre, lanza impronunciables vulgaridades e insultos típicos de delincuentes, y afirma que las mujeres no deben participar en política y deben concentrarse en quehaceres domésticos.
Sus políticas son completamente contradictorias. Por un lado, Hernández llama a defender sus páramos regionales, mientras promueve el fracking (una técnica que bombea líquidos para sacar hidrocarburos del subsuelo, la cual gravemente contamina las aguas subterráneas, ríos, lagunas, lagos y mares). Plantea legalizar drogas, pero, al mismo tiempo, es conservador en temas sociales.
Hernández no quiere aumentar impuestos al patrimonio ni tampoco apoya una reforma tributaria. Más bien, postula bajar el impuesto general a las ventas a casi la mitad (del 19 al 10 %). Si bien con esta medida se podrían bajar muchos precios, el fisco perdería una de sus mayores entradas, con la cual consigue dinero para obras sociales. La caída de servicios de asistencia sería aún mayor si él logra bajar los impuestos a las fortunas, como la suya.
En su periodo como alcalde se ha rodeado de personalidades muy controversiales y corruptas de su región y ha demostrado un desprecio por el concejo municipal, así como tendencias totalitarias. Esto es lo que le recrimina sus críticos quienes, quienes además de enrostrarle con su supuesta simpatía abierta con Hitler, sostienen que es un multimillonario populista temperamental (como si fuera el Donald Trump del departamento de Santander) quien ha llegado a proponer mano dura y cortar el internet para hacer frete a las protestas juveniles. Los adversarios de Hernández le enrostran que él tiene un tercio de centenar de procesos judiciales en contra por caso de malversaciones y que está rodeado de conocidos corruptos.
Perspectivas
Hernández, mientras tanto, va a querer colocar a Petro como parte de ese sistema, de la corrupción y de la politiquería tradicional. Además, va a querer demostrar que él puede ser un mejor administrador financiero que el “demagogo” izquierdista.
En Colombia el voto no es obligatorio. En la primera vuelta, un 45% de los 39 millones de ciudadanos habilitados para sufragar no fueron a las urnas. No siempre acude más gente a votar en la segunda ronda. Ambos candidatos requieren apasionar a sectores que no fueron a depositar su papeleta en el primer turno (o que lo hicieron por quienes fueron desclasificados). Para Hernández no le va a ser fácil quitarle votos a Petro, cuyo movimiento es más firme y ha ido creciendo en las 4 sucesivas elecciones presidenciales en las que ha ido participando. En cambio, Petro necesita pincharle a llanta a su rival y quitarle varios de sus votantes que lo hicieron inicialmente sin conocerle mucho. Petro va a querer moderarse para no espantar votantes, pero buena parte de su ascenso consiste en haber empalmado con el auge de los movimientos juveniles, afrodescendientes, laborales e indígenas, a quienes debe entusiasmar.
Hernández, por su parte, aspira a ser el primer outsider “independiente” que “desde la nada” y sin una maquinaria partidaria llegue a la Presidencia. En todo caso, cualquiera sea el ganador, el margen de maniobra que pudiesen tener es reducido, pues no tienen muchos incondicionales en un Congreso que aún sigue siendo dominado por las fuerzas que llegaron a gobernar con Uribe. La Liga Anticorrupción de Hernández apenas cuenta con 2 de los 188 diputados y el Pacto Histórico de Petro con 27 miembros de esa cámara de los representantes y por 20 de los 108 senadores. Por más que los 5 diputados y 5 senadores de las antiguas FARC puedan votar en favor de muchas leyes de Petro, él apenas tendría el respaldo de un sexto de los congresistas, por lo cual él va a estar obligado a hacer muchas concesiones a la derecha “moderada”. Hernández, por su parte, solo podría hacer un gobierno viable si logra hipotecarse al uribismo, al cual en un momento él llegó a defender.
Para la izquierda iberoamericana ganar en Colombia, la república hispanohablante tradicionalmente más derechista, sería un gran avance. Tras sus previos triunfos en las 2 naciones peninsulares y en varias hispanoamericanas, el país de habla castellana más poblado de Sudamérica puede ser visto como un escalón hacia ganar las presidenciales del 2 de octubre en Brasil, la nación con más territorios y habitantes en el mundo luso-hispano.
No obstante, en Colombia existe la posibilidad de que pueda repetirse lo que antes paso en su vecino Ecuador. En 2021 la izquierda, que logró ganar la primera vuelta, acabó siendo derrotada por uno de los hombres más ricos.
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