Si existe un objetivo fundamental dentro de la vida de las personas es ser felices, hoy más allá de ser una utopia, pasa por potenciar elementos que potencien modelos de felicidad más duraderos y sostenibles. Para ello es importante entender que la felicidad no se centra en sentir el golpeo de una brizna de aire, como si la brisa del aire que respiras se hiciera en ese momento más presente, pensamos entonces lo gratificante que es sentir, pensar en ella y hasta recordarla, simplemente por poder revivir su sensación. Lo que implica combinar en nuestra vida y la de nuestras organizaciones y comunidades una serie de variables que, si las mezclas adecuadamente, no solo parecería que hiciese viento, sino que sentirías el aire en cada momento de tu vida.
Existen elementos que aportan un valor sustancial a la felicidad que están relacionados con el sentido vital y la identidad, sentirte miembro o parte de algo mayor, de un lugar en el que vives o en el que compartes objetivos, sueños o anhelos, en definitiva cotidianidad.
Hoy los estudios nos muestran que generar comunidades donde se desarrolle el talento que nos permita sentirnos participes, siendo parte, entendiendo que aportamos algo a nuestro entorno próximo, lo que nos aporta felicidad.
Las personas son el centro fundamental de todo proceso de crecimiento, tanto personal, como comunitarios, lo que sin duda implementa dota de sentido a esa cada vez más vacía caja de sueños a la que pretenden trasladarnos los modelos de éxito al uso basados en el individualismo alienante, sin entender que la felicidad personal empieza por entender que aporto yo a mi comunidad.
Esta visión de conservar el talento, de potenciarte como persona como parte de un nosotros, por encima de otros elementos, fomentando así el compromiso con aquello que haces cada día, nos cambia la visión de todo proceso vital que nos planteemos. Para ello es imprescindible abordar el desarrollo personal desde elementos que centren el cultivo de los conocimientos y el talento para así facilitar el desarrollo y potenciación de esas competencias personales, sociales y laborales, que van desde la gestión de las emociones, el desarrollo de habilidades personales y sociales, que nos permitan promover la gestión personal a través de comunidades positivas, que nos permite el fortalecimiento de nuestra convivencia personal, social y organizacional.
Convivir, compartir y vivir en comunidad implica desarrollar todas aquellas competencias vitales que te abran a los demás. Dirigir el talento desde el logro de objetivos personales y compartidos es fundamental para expresar todo tu potencial, para así lograr tu propio lugar dentro de ese entorno, definiendo así tu propio momento, tu propio lugar, tu propio sentido que da lugar a tu felicidad compartida.
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