El conflicto que se ha iniciado en de Benavent, pueblo leridano, con motivo de colocar una estatua de un supuesto san Juan en la fachada de la iglesia, ha creado discusiones y destapado intereses que nada tienen que ver con la fe cristiana. Ferran Accensi, concejal del ayuntamiento asegura que en el primer pleno municipal se propondrá hacer souvenirs y objetos de recuerdo con la figura del santo para promocionar y dar a conocer Benavent: “Queremos aprovechar que ahora se habla del pueblo para colocarlo en el mapa”. Salvador Giménez Valls, obispo de Lleida,, respondiendo a la pregunta de un feligrés, dijo: “Cada uno tiene su responsabilidad, y yo no puedo eludir la mía, pero tampoco puedo enfrentarme a usted. Para mí es más importante estar unidos en la caridad de Cristo”. Destaco esta frase porque considero que es clave en el conflicto.
La “caridad cristiana” desvinculada de la Verdad de la Palabra de Dios es un tópico que se utiliza para zanjar problemas. Puede ser que momentáneamente se suavicen, pero no se solucionan. Más pronto o más tarde vuelven a aparecer. Otro problema que existe desde hace años y que no se habría presentado si la Iglesia católica se hubiese mantenido fiel a las enseñanzas bíblicas, es el de las obras de Aragón que se conservan en el Museo de Lleida. Si la Iglesia católica a lo largo de los siglos se hubiese mantenido fiel a las enseñanzas de la Biblia, en concreto a lo referente a la idolatría, cuestión claramente plasmada en los Diez Mandamientos. Cito la versión Nacar-Colunga, católica. “No te harás esculturas ni imagen alguna, de lo que hay en lo alto de los cielos, ni lo que hay abajo sobre la tierra. No te postrarás ante ellas y no las servirás, porque yo soy Yavé“ (Éxodo 20: 4,5). De Dios solamente hay uno que no comparte su gloria con ninguno de los dioses que se fabrican los hombres.
A pesar de las obras poderosas que el Señor hizo con Israel desde su liberación de la esclavitud egipcia, su inclinación fue la idolatría. Los israelitas ante la tardanza de Moisés de descender de la montaña, el pueblo le pidió a Aarón: “Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros” (Éxodo 32:1). Aarón, futuro sumo sacerdote, le pide al pueblo objetos de oro “y él los tomó de sus manos, y les dio forma con buril, e hizo de ellos un becerro de fundición. Entonces dijeron: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto” (v.4). Al bajar Moisés de la montaña y contemplar el desastre cometido, le dijo a su hermano. “¿Qué te ha hecho este pueblo, que has traído sobre él tan gran pecado?” (v.21). El espíritu idólatra esta tan arraigado en el corazón del hombre que Aarón excusándolo, le dijo a su hermano: “Y yo les respondí: ¿Quién tiene oro? Apartarlo. Y me lo dieron, y lo eché en el fuego, y salió este becerro” (v.24). ¡Cómo si fuese tan sencillo hacer una escultura!
Una muestra de textos bíblicos que denuncian la idolatría:
“No aprendáis el camino de las naciones, ni de las señales del cielo tengáis miedo, aunque las naciones las teman. Porque las costumbres de los pueblos son vanidad, porque el leño del bosque cortaron, obra de manos de artífice con buril. Con plata y oro lo adornaron, con clavos y martillo lo sujetan para que no se mueva. Derechos están como palmera, y no hablan, son llevados porque no pueden andar. No tengáis temor de ellos, porque no pueden hacer mal, ni para hacer bien tienen poder” (Jeremías 10: 2-5).
“Ciertamente, oh Señor, los reyes de Asiria destruyeron todas las tierras y sus comarcas, y entregaron a sus dioses al fuego, porque no eran dioses, sino obra de manos de hombre, madera y piedra, por eso los destruyeron” (Isaías 37: 18,19).
“Serán vueltos atrás y en extremo confundidos los que confían en ídolos, y dicen a las imágenes de fundición: vosotros sois nuestros dioses” (Isaías 48:17).
“Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, ni a las imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar, y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos” (Apocalipsis 9: 20,21).
La idolatría no es algo inocuo: “Y dijo Moisés a Aarón: ¿Qué te ha hecho este pueblo. Que has traído sobre él tan gran pecado”? (Éxodo 32: 21).
Estos textos no son nada más que una muestra de los muchos que denuncia la idolatría que es un pecado contra la gloria y el honor de Dios. La idolatría no solamente tiene consecuencias temporales negativas, también afecta a la eternidad: “No erréis…ni los idólatras…no heredarán el reino de Dios” (1 Corintios 6: 9,10). Pero el idólatra no tiene por qué ser desheredado del reino del reino de Dios. El apóstol Pablo sigue escribiendo: “Y eso eráis algunos, más ya habéis sido lavados, y habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el Nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (v.11).
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