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Condición póstuma

Marina Garcés es una filósofa y ensayista que afirma la filosofía como forma de vida
José Manuel López García
miércoles, 6 de diciembre de 2017, 08:27 h (CET)
Según esta profesora de Filosofía de la Universidad de Zaragoza nuestra época se puede considerar como de supervivencia en una lucha de unos contra otros, con la limitación inherente al inexorable paso del tiempo. Es la condición póstuma. Es la puesta en marcha de un no tiempo según ella. Y es cierto, ya que parece que todo ha dejado de poseer una significación estable y está sujeto a una relativización constante e imparable. Es la posmodernidad líquida. Lo planteado ya por Bauman. No hay nada estable.

Sucede que parece que todo se está acabando: la esperanza en un mundo mejor, un futuro ilusionante, etcétera. Según esta pensadora vivimos en la incertidumbre constante y continua. Por ejemplo, ¿Hasta cuándo habrá pensiones? Ciertamente, es habitual pensar que los cambios económicos pueden ser radicales y de consecuencias catastróficas para una parte considerable de los ciudadanos.

Parece como si los ideales de mayo del 68 y otros posteriores se hubieran volatilizado en plena era digital. Es como, si en una sociedad que funciona con un cierto relativismo y consumismo, se perdiera el presente y el futuro. Lo único que importa parece que es la instantaneidad y el cambio acelerado de todo. El transcurso del tiempo ha perdido el significado positivo de avance hacia la paz y un mayor bienestar.

Además, por si no fuera suficiente, se percibe un cierto autoritarismo en la manera de enfocar la realidad desde una perspectiva social. Lo afirma Garcés y es evidente, si analizamos la vida social actual. Se discute que el capitalismo sea sostenible, porque está destruyendo el planeta con la sobreexplotación del mismo.

Y es lógico que esta filósofa diga que «Vivimos en un planeta finito al borde del colapso y sobre burbujas (financieras, inmobiliarias, etc.) siempre a punto de estallar». Es entendible que Garcés escriba en su libro Nueva ilustración radical que «La educación, el saber y la ciencia se hunden también, hoy, en un desprestigio del que solo pueden salvarse si se muestran capaces de ofrecer soluciones concretas a la sociedad: soluciones laborales, soluciones técnicas, soluciones económicas». El problema surge, si se piensa que las posibles soluciones dependen de la voluntad de los sujetos mismos que conforman la sociedad actual y también de los políticos que representan, en teoría, los intereses fundamentales de los individuos y también las ideas de justicia, equidad y bienestar. También es preciso contar con lo que dicen los expertos y los técnicos para afrontar los retos de una sociedad digital que es especialmente compleja.

Garcés defiende la filosofía como una forma de vida, un arte que nace en la calle y que continúa sin interrupción en los espacios íntimos e invisibles. Algunos de sus filósofos referentes son: Merleau-Ponty y Diderot. Sus primeros maestros son Deleuze y Foucault y declara que en los últimos años le ha marcado la lectura del pensamiento feminista y postcolonial. Según Garcés no somos capaces de transformar nuestras condiciones de vida. Y el necrocapitalismo se está cargando el planeta. Saber más no convierte en mejores a los seres humanos. Ya que el egoísmo más absoluto predomina sobre la solidaridad y la empatía hacia los demás.

Es, a mi juicio, indudable que estamos en un momento crucial en el que es necesario replantearse lo que es el verdadero sentido de la dignidad humana. Como señala Marina Garcés «La dignitas no era un atributo u otro, sino la posibilidad misma de podernos plantear cuál es el estatuto de la experiencia humana desde el punto de vista de la mejora de su condición». Es recomendable la lectura de su libro Nueva ilustración radical publicado en 2017. Es autora de otras obras que muestran su profunda capacidad analítica del presente y su erudición filosófica. Por ejemplo, En las prisiones de lo posible, Un mundo común, Filosofía inacabada y Fuera de clase.

Pienso que debemos luchar para construir y dar forma a un mundo solidario y con más empatía. El espectacular avance tecnológico debe servir para aumentar la calidad de vida de todos y eliminar la pobreza de nuestro planeta.

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