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Nietzsche y lo dionisíaco

La vida de este gran filósofo alemán transcurrió desde 1844 hasta 1900
José Manuel López García
viernes, 8 de diciembre de 2017, 10:09 h (CET)
La filosofía occidental ofreció una interpretación del mundo o de la realidad fundamentada en lo apolíneo. Ya que la serenidad, el orden, la armonía, la racionalidad y la proporción fueron impulsadas tanto por Platón como por Aristóteles en sus sistemas de pensamiento.

En cambio, Dionisios representa o simboliza el desorden, lo excesivo, lo desbordante, la afirmación de la vida. Es una apuesta por lo vital aunque tenga dolores y sufrimiento también. Si se niega a Dios se está refutando lo apolíneo. Porque con la afirmación de la multiplicidad dionisíaca cada sujeto puede expresar su propia verdad y sus propios dioses. Es lo que plantea el filósofo alemán.

Considero que tanto los valores apolíneos como los dionisíacos son necesarios en la existencia, ya que tanto la razón como la pasión son útiles para los seres humanos, sin ninguna duda. Aunque también es cierto que en último extremo está claro que el valor de la vida es lo determinante y decisivo en un último análisis.

Existe en la filosofía vitalista de Nietzsche una afirmación enérgica de la vida con todas sus alegrías y con todos sus problemas. Desde su planteamiento del superhombre el gran pensador germano está convencido de que las pasiones no deben ser frenadas por la razón o por la filosofía idealista o espiritualista.

El superhombre es un creador de valores y que supera la docilidad cristiana. Aunque Nietzsche niega que haya surgido ningún superhombre todavía piensa que es posible citar a personas que pueden servir como modelos: Sócrates, Jesús de Nazaret, Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Julio César, Goethe, Shakespeare y Napoleón. El superhombre es la expresión de una nueva tabla de valores: el amor a la vida, el sentido de la tierra y la puesta en valor de los instintos ascendentes. Es una especie de sustitución de Dios por el superhombre. Considero que sería más apropiado que fuera, en realidad, una divinización del ser humano como portador de creatividad y de un gran poder de invención. La voluntad de poder debería ser la manifestación de la capacidad creativa y no una potencia dominadora de los otros.

En lo relativo a la moral de los señores es cierto que Nietzsche da una interpretación muy avanzada a su época. La voluntad de dominio es para él esencial. No cabe duda que la moral de la exigencia y de la afirmación de los impulsos vitales puede convencer a los agnósticos y ateos, si se piensa en el desprecio de Nietzsche por la compasión y los valores cristianos.

Pero se puede desde una perspectiva ecléctica considerar que una parte de la moral de los señores es completamente válida, desde una interpretación cristiana de la existencia. No creo que el igualitarismo no sea compatible del todo con la ética de las individualidades poderosas. Porque todos podemos intentar con todas las fuerzas ser muy fuertes y activos.

Quizás, la parte más discutible del pensamiento nietzscheano sea el eterno retorno. Es la consecuencia de la pérdida de la fe en Dios y de la negación de la inmortalidad del alma. Dios ha muerto, según Nietzsche. Y esto mismo lo cambia todo.

El eterno retorno de las cosas ya se encontraba en la filosofía de Heráclito. Es entendible que el pensador teutón que el ser humano que siempre quiere más de la vida también pida eternidad en el placer. Aunque la repetición eterna de todo suponga la vuelta de todo lo malo y lo miserable en el ciclo repetitivo.

Nietzsche criticó el mundo racional, moral y religioso. Revolucionó la filosofía de su tiempo y también la de los siglos XX y XXI. Sus libros son muy útiles para todos. Porque permiten darse cuenta de que, aunque existiera Dios, no podemos conformarnos y debemos aspirar a todo en la vida: a ser felices y creativos y a construir una obra maestra con nuestra existencia.

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