Fue coetánea de Agustín de Hipona. Se entiende que diversos movimientos feministas la consideraran una mujer liberada de las contradicciones del patriarcalismo antiguo. Parece que Hipatia enseñaba a sus discípulos en su propio hogar. Y, según se ha comprobado, acudían a su casa para recibir sus enseñanzas estudiantes de todas las partes del mundo romano. Asistían a sus clases o lecciones atraídos por su prestigio y fama. La gran ciudad de Alejandría, en la costa de Egipto, fue el lugar de nacimiento de Hipatia.
Cultivó los estudios lógicos y las ciencias exactas y llevó una existencia ascética. Se la considera también una mártir de la ciencia y expresión del fin del pensamiento clásico ante el avance imparable del cristianismo en el comienzo del siglo V.
Respecto a cómo enseñaba Hipatia es necesario saber que sus conocimientos eran impartidos con el fin de progresar en el camino del saber. Se comprende que Sinesio un discípulo y amigo de Hipatia diga que el buen maestro nunca debe estar en una relación de permanente superioridad ante sus alumnos. En efecto, debe dialogar y debatir con ellos y recoger saberes de otros maestros. Se puede decir que Hipatia seguía el modelo socrático en su enseñanza.
También disponía de una actitud abierta respecto al sufrimiento ajeno. Algo que le agradece Sinesio que habla con ella sobre la muerte de sus hijos, ya que llega a decir: «Quisiera o dejar de vivir o dejar de pensar en la tumba de mis hijos». Es seguro que su maestra Hipatia le confortaría en esos momentos difíciles de la forma más adecuada.
Hipatia habla en público, aunque sea mujer y enseña de manera oficial, lo que en su tiempo era algo excepcional. Es otro de sus grandes méritos. La sabiduría no es patrimonio exclusivo de los varones. Esto en la Antigüedad no era generalmente aceptado.
Uno de los discípulos de Hipatia se enamoró de ella. Y la actitud de la filósofa fue procurar curarle su pasión mediante los preceptos filosóficos. Ante la insistencia de ese discípulo, en un momento dado, ella cogió un paño higiénico del que había hecho uso y tirándoselo a la cara le dijo: «Esto es lo que tu amas joven tonto, y no algo que es bello. Porque la filosofía platónica mantiene que la bondad, sabiduría, virtud y otras cosas semejantes debido a su intrínseco valor son deseables por sí mismas, para ser la única belleza real de quienes la divina simetría, encantos y perfección, la mayor que aparece en los cuerpos no son más que débiles semejanzas». La capacidad de pensar y de sentir es lo que da sentido a la realidad y también a la vida. La racionalidad y el idealismo platónico son también, en parte, consecuencia de los planteamientos socráticos.
Esta filósofa y matemática hace honor a su nombre que significa la más grande. Fue una pensadora neoplatónica. Su muerte violenta, ya que fue asesinada por una multitud en el 415 d.C. es la manifestación de un fanatismo religioso y político a causa de su pensamiento no cristiano, en la Alejandría en la que aprendió, investigó y enseñó. Ya que por los testimonios conocidos la mató un grupo de cristianos alejandrinos fanáticos y violentos.
Probablemente, Hipatia asumió en el año 400 la dirección de la escuela neoplatónica. Es lógico que su discípulo Sinesio la admirase por su saber filosófico y matemático, aunque Hipatia tuviera 25 o 30 años, en el momento que empezó a desempeñar la dirección del movimiento filosófico neoplatónico, ya que era la más sabia filósofa de Egipto en su tiempo.
La escuela de Alejandría seguía más la enseñanza de Porfirio que la de Plotino. El mal para Porfirio reside en el alma misma, lo que parece que concuerda más, con la necesidad de purificación del alma del platonismo. Por otra parte, la lógica y la ciencia eran campos abiertos a la investigación y al análisis, tanto para el paganismo como para el cristianismo.
Las enseñanzas de Hipatia fueron amplias ya que comprendían Matemáticas, Astronomía y Filosofía. También investigó sobre otras cuestiones técnicas, ya que se interesó por los astrolabios y los hidroscopios. Toda esta actividad docente estaba dirigida por una actitud vital de dominio de los deseos corporales, de tal forma que mantuvo la libertad del alma o, al menos, esa parece ser su intención.
Según indica Amalia González Suárez acerca del tipo de docencia que realizó Hipatia: «Dzielska considera que de éstas informaciones clásicas podemos concluir que Hipatia enseñaba tanto a un reducido grupo de avanzados en cuestiones filosóficas, como a grupos más amplios». Algo parecido a las famosas enseñanzas esotéricas de Aristóteles a los más preparados, y exotéricas al público en general, que no está especializado en estos conocimientos.
Y es cierto, que ante una masiva cantidad de oyentes, la labor discursiva y argumentativa de Hipatia sería difícilmente entendida en su verdad, y de modo pleno y completo. Habría conocimientos del más alto nivel que confiaría, únicamente, a sus discípulos más aventajados. Porque el gran público no los entendería. Incluso su discípulo más destacado Sinesio escribe lo siguiente: «La verdad hiere a quienes no tienen fuerza suficiente para mirar el resplandor de lo real». Considero que lo verdadero debe estar al alcance de todos aunque no sea algo agradable. Otra cuestión diferente es la complejidad de los conocimientos que presupone una formación específica especializada, que no forma parte del bagaje cultural de todos.
Además Hipatia logra algo muy importante en su época, puesto que supera la tradición de siglos pasados, en los que las mujeres estaban en un segundo plano, y no podían, prácticamente, tomar la palabra en público.
Se puede decir que esta filósofa, por lo que se sabe, si aconsejó a los gobernantes de Alejandría, ya que disfrutaba de una autoridad moral y en cierto modo, también filosófica y política. Lo que le costó la muerte a esta filósofa platónica, frente al poder político masculino representado por Orestes, en esta ciudad egipcia. Frente a la racionalidad, prudencia, sabiduría y belleza que ella misma representaba de un modo magistral, su asesinato fue una expresión de barbarie, brutalidad y fanatismo. Porque la libertad de pensamiento, y el máximo respeto al mismo, es el mayor fundamento del saber y la investigación filosófica y científica.
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