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Luis del Val
Luis del Val Velilla es escritor, periodista y firma habitual en varios periódicos españoles. Inició sus actividades periodísticas en el diario Pueblo y en el también desaparecido Sábado Gráfico. Ha colaborado en Diario 16 e Interviú. Para el semanario Tiempo trabajó durante ocho años como crítico de televisión. Director de Radiocadena Española (1980-1982), su trabajo en radio le proporcionó el Micrófono de Oro de la Asociación de Profesionales de Radio y Televisión en 1989 y el Premio Ondas por el programa 'Sé que estás ahí' de la Cadena COPE. Su trabajo como guionista se desarrolló en los programas 'Viva el espectáculo' (TVE-1), 'Con ustedes, Pedro Ruiz' (Antena 3) y 'Encantada de la vida' (Antena 3). Es autor de dos comedias musicales y de varios libros de narrativa y ensayo, entre ellos 'Buenos días señor ministro', ganador del Premio Café-Gijón de Novela. Actualmente es comentarista del programa 'Hoy por Hoy' de la cadena SER y en Telemadrid.
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MADRID, 19 (OTR/PRESS) Imagina que el presidente de una gran compañía tiene una esposa, que se dedica a otras actividades mercantiles. Pongamos una empresa como Telefónica, Endesa, Zara, etcétera. (Sí, también podría ser el esposo de la presidente, pero sólo conozco el ejemplo de Ana Botín, y pido perdón al fundamentalismo feminista).
Sigamos con la hipótesis. La esposa de este presidente de una gran compañía solicita entrevistarse con el dirigente de otra entidad, y le pide, no acudir ella al despacho de quien solicita ver, sino que sea el dirigente quien acuda a la central de esa gran empresa, donde la esposa tiene un pequeño despacho, cerca de donde se encuentra el de su marido, el señor presidente. Imagina, además, que una de las empleadas de la empresa del marido, se dedica a escribir cartas, enviar correos, y llevar a cabo gestiones, relacionadas con las actividades mercantiles de la esposa.
Un día, esto se sabe. ¿Cree usted que seguiría siendo presidente de esa gran empresa el marido? ¿O que el marido se quejara de persecución? No, y algún accionistas importante señalaría que el pequeño escándalo tiene repercusión en el prestigio de la empresa, y -todavía peor- que ha motivado la caída de la cotización de las acciones de la compañía, en Bolsa. Y eso sí que no lo tolera nadie.
Bueno, pues esto mismo -que no tiene responsabilidad penal- lo ha llevado a cabo la esposa del presidente del Gobierno del decimoquinto país más importante del planeta. Y aprobar, e incluso aplaudir, esa manera de obrar, como si España fuera un cortijo de la propiedad del poder Ejecutivo, o una dictadura clásica, donde se hace lo que manda el dictador y su familia -o el secretario general del partido comunista y su familia- es un desprecio a la inteligencia y ética de los españoles, a su sentido común, el atropello de la equidad y la justicia, y un ejemplo grosero de desdeño y desaire a los ciudadanos de un país, que no merecen ser vilipendiados. Y ni siquiera entro en cuestiones judiciales sobre subvenciones a compañías aéreas, que tienen buena relación con la familia del presidente, porque eso pertenece a la materia penal. Me refiero a lo que se sabe, a lo que no es un bulo, ni una mentira, sino hechos conocidos y admitidos por los protagonistas. Y, claro, cuando me entero de que el marido de la señora protagonista, va a impulsar una ley para atajar bulos y mentiras, es como si me informaran de que el presidente de la Asociación de Alcohólicos Anónimos va a ser un borracho irredento.
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A lo largo de mi vida, en tres ocasiones he estado a punto de que se me rompiera la voz delante de un micrófono. Una de ellas fue en la trágica mañana del 11 de diciembre de 1987, cuando un coche bomba fue explosionado, junto a una casa cuartel de la Guardia Civil, en Zaragoza.
13 de diciembre de 2024.
Los fines de semana soy un periodista bastante descuidado. Tanto es así que me pilló sorprendido, como a millones de españoles, comprobar que, en uno de los actos culturales más importantes de Europa de este primer cuarto de siglo -el final de la restauración de la catedral de Notre Dame- no hubiera ninguna representación española: ni el Rey, ni el presidente del Gobierno, ni el ministro de Asuntos Exteriores, ni el ministro de Cultura.
10 de diciembre de 2024.
De las diez cuentas corrientes a su nombre, doña Begoña Gómez de Sánchez sólo tiene 40 euros de saldo, en una de ellas. Sabiendo que la banca cobra una media de 240 euros anuales de mantenimiento por cuenta corriente, haya o no haya movimientos, esta pobre mujer tiene que pagar unos 2.880 euros al año por sus diez cuentas corrientes abiertas a su nombre.
6 de diciembre de 2024.
Incluso es posible que él mismo, a estas alturas, no se haya enterado, pero mi admirado José Luis Garci no podrá viajar por España, a no ser que tenga un amigo que le proporcione alojamiento, ya que será imposible que consiga una habitación en un hotel.
29 de noviembre de 2024.
No me lo podía creer. A medida que aquél amigo de un amigo, que me acababan de presentar, me contaba los detalles de lo que sucedía en su ciudad, que es capital de provincia, aumentaba mi asombro: resulta que la mujer del alcalde de la ciudad acudía varios días a la semana a la alcaldía, y le habían reservado un pequeño cuarto que convirtió en su despacho. Hasta aquí, un poco raro e infrecuente, pero si el alcalde necesita ayuda, nada mejor que su esposa.
26 de noviembre de 2024.
La futura comisaria de la Unión Europea doña Teresa Ribera sólo percibirá, mensualmente, unos 27.000 euros. Tendrá que sacrificarse y vivir varios días a la semana en Bruselas, fuera de Madrid, aunque para compensar esa molestia tendrá una indemnización de poco más de 4.000 euros mensuales. Además, tendrá que afrontar la mudanza. Menos mal que la Unión Europea, sensible a los gastos que lleva consigo cualquier mudanza, le abonará dos mensualidades, unos 54.000 euros, que tampoco es demasiado, teniendo en cuenta que la distancia entre Madrid y Bruselas es superior a los 1.500 kilómetros, en automóvil.
22 de noviembre de 2024.
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