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El verano, con su ritmo de vida aparentemente más relajado, es a menudo idealizado como un escape de las tensiones cotidianas. Sin embargo, para algunas personas, esta estación trae consigo un conjunto particular de desafíos psicológicos que pueden socavar el bienestar mental. Lejos de ser un bálsamo universal, el estío puede ser un catalizador para la aparición o el recrudecimiento de ciertos trastornos, afectando la calidad de vida de quienes los padecen.
La ansiedad no es un “defecto” de carácter, sino una respuesta del organismo que, cuando se desregula, provoca un malestar significativo. Abordarla de forma eficaz requiere un enfoque amplio que combine ciencia y cuidado personal. La ansiedad no desaparece de un día para otro; se transforma gradualmente. Cada paso —la sesión terapéutica, la caminata que despeja la mente, la conversación que alivia— acerca a la calma y debilita el círculo del miedo.
Cuando alguien consulta por “ansiedad”, el clínico necesita un marco que le ayude a separar la alarma adaptativa de un problema que exige intervención. Ese marco lo proporciona el DSM-5, el manual diagnóstico que utilizan psiquiatras y psicólogos de todo el mundo.
La ansiedad es una emoción básica que ha acompañado al ser humano a lo largo de su evolución. Desde un punto de vista adaptativo, la ansiedad ha sido una verdadera aliada para la supervivencia. Gracias a ella, nuestros antepasados podían anticiparse al peligro, activar sus recursos para luchar o huir, y protegerse de amenazas inminentes.
Cada mañana en África, una gacela se despierta sabiendo que tiene que correr más rápido que el león más veloz si quiere seguir viva. Y cada mañana, un león se despierta sabiendo que tiene que correr más rápido que la gacela más lenta si quiere comer. Da igual si eres león o gacela: cuando amanece, más te vale empezar a correr.
En el tratamiento de la ansiedad y la depresión, resulta crucial distinguir entre intervenciones que promueven un cambio profundo y aquellas que, si bien pueden aliviar los síntomas a corto plazo, no abordan las raíces del sufrimiento emocional.
A medida que la población mundial envejece, la salud mental de nuestros mayores emerge como una cuestión de creciente importancia y urgencia. A menudo, la conversación sobre el envejecimiento se centra en aspectos físicos, dejando en un segundo plano las complejidades psicológicas y emocionales que pueden acompañar esta etapa de la vida. Es fundamental abordar de frente la depresión, la ansiedad y el aislamiento social para garantizar una vejez digna y plena.
En el campo del bienestar emocional, diversas corrientes alternativas han explorado la relación entre factores biológicos y estilos de afrontamiento del estrés. Una de estas propuestas, procedente de enfoques naturopáticos, plantea una hipótesis sugerente: el grupo sanguíneo podría influir en la manera en que las personas regulan la ansiedad y descargan su activación emocional. Esta idea carece de una validación científica sólida.
En el entramado de las emociones humanas, pocas experiencias son tan desgastantes como la irritabilidad persistente. No hablamos aquí de un enfado pasajero, sino de ese malestar sordo que se filtra por los intersticios del día a día, en forma de reproches velados, respuestas defensivas, agotamiento acumulado y una sensación de injusticia flotante.
El consumo de ansiolíticos en España ha experimentado un crecimiento sostenido desde 2019, sobre todo debido a factores derivados del actual estilo de vida, con desencadenantes laborales, sociales y un mayor nivel de estrés. Además, la ansiedad afecta a un 31,5% de los jóvenes de entre 16 y 24 años, según diferentes estudios. A pesar de ello, solo el 30% busca apoyo en amigos, familiares o profesionales. En su lugar, un 22,9% de los jóvenes recurre al uso de psicofármacos.
El salario sigue siendo un pilar esencial en la experiencia profesional, pero ya no es el único, según el “Estudio sobre bienestar y salud laboral en España”, que ofrece una radiografía actual del entorno laboral en España y revela que aspectos como el salario emocional, la salud laboral o la retribución flexible están cada vez más presentes en las prioridades del talento. El informe también señala que un 64% afirma que su trabajo afecta a su salud emocional.
Prácticamente seis de cada 10 personas en España dicen sufrir estrés, la mitad depresión (en alguno de sus grados) casi una cuarta parte ansiedad, según los últimos datos del estudio internacional de Salud Mental del Grupo AXA presentado esta mañana por la Fundación AXA. Un problema que se agudiza si consideramos que el 64% de la población considera que está “potencialmente afectado” con cualquiera de estos trastornos de salud mental y un 63% dice que no es capaz de relajarse.
La salud mental coniotnúa sigue siendo una de las principales prioridades para los españoles. La ansiedad y el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) se consolidaron como los problemas de salud más buscados en 2024. Cabe destacar que las consultas relacionadas con estos trastornos han experimentado un incremento significativo, con un crecimiento absoluto del 21% en las reservas de citas con especialistas en psicología en comparación con 2023.
En España, la prevalencia de soledad frecuente o crónica se estima en un 6,5% para personas en edad adulta (30-59 años), un 4,4% para personas menores de 30 años y un 11,5% para personas mayores de 60 años. La soledad de manera prolongada puede tener graves consecuencias en la salud mental, siendo la depresión (39%) y la ansiedad (38%) las enfermedades relacionadas más frecuentes.
El 17 de febrero, marcado como el Día Internacional del Juego Responsable, nos invita a reflexionar sobre la ludopatía, un desafío de salud pública que afecta a miles de personas. En España, los datos más recientes revelan una cifra alarmante de aproximadamente 670.000 personas afectadas por trastornos relacionados con el juego, de las cuales solo 14.000 están recibiendo algún tipo de tratamiento especializado.
El fin del periodo navideño y el retorno a la rutina laboral es un momento que puede reactivar el estrés, ansiedad y otros síntomas del denominado ‘síndrome postvacacional’. Sin embargo, más allá de estos momentos puntuales, la salud mental se está convirtiendo en una preocupación creciente: los últimos datos del Informe Anual del Sistema Nacional de Salud publicados por el Ministerio de Sanidad indican que el 34% de la población padece algún problema de este tipo.
La noche de Reyes es una de las festividades más esperadas por los niños, pero también puede ser un momento de gran tensión para muchos padres. La anticipación por los regalos y la preocupación por cumplir con todas las expectativas emocionales pueden generar nerviosismo y ansiedad, no solo en los más pequeños, sino también en los adultos.
La tragedia de Valencia es una de las noticias que más impacto ha causado en nuestro país en los últimos años. Sumada a la de la erupción del volcán de La Palma, no sólo ha suscitado la empatía con las víctimas, también ha incrementado la alarma en relación al cambio climático y sus consecuencias. Las consultas por miedo a reacciones inesperadas de la naturaleza han aumentado en los últimos años en las consultas de Psicología. Es lo que se conoce como ecoansiedad.
La salud mental repercute directamente en el rendimiento, satisfacción y motivación de los trabajadores. Esta problemática es la principal causa del absentismo laboral por enfermedad en España y representa el 51% del total de las bajas. Los problemas mentales más comunes en España son la ansiedad, que afecta a más de 4 millones de personas, y la depresión, con más de 2,5 millones de diagnosticados, según datos del Ministerio de Sanidad.
En los últimos años, los trastornos mentales han adquirido una creciente visibilidad en España, reflejando una preocupación urgente por la salud emocional de los ciudadanos. Según la Encuesta Nacional de Salud, aproximadamente el 10% de la población española ha sido diagnosticada con algún tipo de trastorno mental. Los trastornos de ansiedad, la depresión y el trastorno bipolar son los más prevalentes.
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