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Vicent Sos Soler, profesor de instituto y entrenador del Club Balonmano Castellón, es un técnico de la casa. De toda la vida. Lo conocí hace mucho tiempo, en los años ochenta del pasado siglo, cuando se desempeñaba como preparador del desaparecido S.P. Castellón. Ha caído mucha agua desde entonces, pero él, con los avatares propios del oficio de existir, continúa vinculado al deporte del cuarenta por veinte y ahora en primera línea, ya que fue el artífice, junto con sus jugadoras, del ascenso a la División de Honor-Liga Guerreras Iberdrola, la máxima categoría del balonmano nacional femenino.
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La temporada en la nueva división está resultando dura y, a falta de seis jornadas para terminar la competición, ha llegado la hora de hacer balance, hablar de esta experiencia y también de las posibilidades reales del equipo castellonense para mantenerse una temporada más en la División de Honor.
Vicent, ¿cómo te introdujiste en el balonmano? Empecé un poco tarde, en octavo de Básica, con trece años. Un día, al salir del colegio, vi a mis compañeros hablando con un señor al que no conocía de nada. Veinticuatro horas después estaban jugando al balonmano y me animaron a que me uniera a ellos. Y eso hice. Aquel desconocido era Juan Carda, árbitro de balonmano y de fútbol ya fallecido, un enamorado de nuestro deporte, que nos animó a todos a practicarlo.
Por lo tanto tu etapa de formación fue breve. Sí, estuve tres años jugando en el Colegio Obispo Climent y luego formamos el primer equipo juvenil del antiguo S.P. Castellón, que ya tenía como presidente a Rafa Martí. Fueron dos temporadas muy divertidas, muy bonitas, pero luego llegó mi lesión y lo tuve que dejar. Eso ocurrió en 1986.
Y diste el «salto» de la pista al banquillo, un salto breve, apenas unos pasos, pero importante. Comencé a entrenar porque mis amigos también lo hacían. Recuerdo que Manolo Mundina, Ramón Mas y yo, sentados en una cafetería, nos repartíamos los equipos que íbamos a entrenar cada uno. Hice el curso de monitor y el territorial y, en 1991, Ramón Mas y yo decidimos marchar a Madrid para estudiar el Nacional. Sin duda, fue una de las mejores decisiones de mi vida. Luego me casé y estuve unos años de parón, hasta que me llamaron del Balonmano Onda para el equipo de Primera Nacional. De ahí pasé al Puerto de Sagunto y ahora al C.Bm. Castellón.
¿Esta es la primera ocasión que entrenas un equipo femenino? No, no, el S. P. Castellón comenzó a funcionar sólo con el balonmano masculino, pero el entrenador Quique Ramil decidió crear un equipo femenino sénior con las alumnas del instituto y después otro cadete, al que entrené durante dos años en Liga Autonómica. Después estuve con los chicos y ahora he vuelto con las chicas..
¿La ciudad de Castellón es buen semillero para el balonmano? Sí, Castellón es una buena cantera para el balonmano. En la ciudad se disputa una liga municipal, que constituye un buen escaparate de jugadores. Ahora mismo nuestro club controla cerca de cuarenta niños y niñas, que no parece un número muy elevado, pero tenemos capacidad suficiente para acoger a más de ciento cincuenta. Creo que estamos en condiciones de convertirnos en un foco importante, competitivo, al estilo de Elche, un objetivo más fácil de lograr en chicas que en chicos. Ahora bien, mantener un equipo en División de Honor depende de otros factores, el más importante, el económico.
Cuando llegaste al C. Bm. Castellón, el equipo ya estaba hecho. Ellas llevaban tiempo jugando juntas, ¿qué acogida te dispensaron? Me recibieron bien. Por un lado estaban ellas, que tenían dieciocho y diecinueve años, y por otro, un grupo de jugadoras más veteranas que me allanaron el camino. Paulatinamente se produjo el cambio generacional y costó dos años que asimilasen mis ideas, ya que estaban acostumbradas a una metodología más enfocada a cada partido. Empezaron a asomar la cabeza en la competición, hasta que la temporada pasada ascendimos a la División de Honor.
Como señalas, ascendisteis la temporada 2016-2017, pero un año antes ya estuvisteis cerca de lograrlo. Cuando fallamos el año anterior me quedé muy fastidiado. Tenía claro que el nivel de las jugadoras podía mejorar, pero habíamos caído en una rutina que no me gustaba. Como consecuencia de ello sufrimos una crisis y todos nos conjuramos para continuar en la brecha una temporada más. No fue una tarea sencilla, porque hubo partidos muy duros fuera de casa contra equipos catalanes de mitad de la tabla, que nos ponían las cosas muy difíciles y a los que ganábamos nada más que por uno o dos goles. Sin embargo, apareció su talento, su calidad y su capacidad de improvisación, que nos llevaron a conseguir nuestro objetivo.
¿Se maneja igual un equipo femenino que uno masculino o hay mucha diferencia? No, no hay tanta. Desde mi punto de vista, la única forma de conseguir que un equipo se cohesione y dé fruto es trabajar. Las cenas y las fiestas ayudan, pero si un grupo no trabaja y sufre, la cosa no marcha. Mi última experiencia en el Puerto de Sagunto fue así: trabajo y más trabajo. Sólo de este modo llegan los resultados. Y los resultados son fundamentales para darte confianza y seguir adelante.
Como grupo humano, ¿cuál es el comportamiento de este equipo? Se nota que son un equipo de amigas. Desde el primer día intenté ser su entrenador siempre y, en temas puntuales, también un amigo suyo. Pero ellas tienen su propio ritual y se lo dicen todo unas a otras, como si fuera una terapia. En otro grupo este sistema tal vez no funcionaría, pero en este sí.
¿Discutes los planteamientos con las jugadoras o llevas tú la manija? Los planteamientos previos a los partidos los impongo yo, pero no son cerrados. Les hablo de sistemas de juego contra la defensa que vamos a tener enfrente, les pido que estudien a las jugadoras rivales, que observen lo que proponen y les planteo un juego sencillo de combinaciones fáciles. En función de todas esas premisas iniciales, ellas deciden.
Antes has citado al Bm. Puerto de Sagunto, ¿qué significó para ti trabajar allí durante dos temporadas? Guardo muy buen recuerdo de aquella experiencia. Allí estudié los tipos de balonmano que existen y vi que muchas veces se trata de una falla que hay que mantener como sea, entrenando más o menos. Tengo claro que en las etapas de formación es donde mejor se trabaja. Cuando estás arriba, el miedo escénico a la categoría es importante, porque lo que buscas es el resultado.
Hablemos un poco de tu experiencia como entrenador de la División de Honor femenina. De momento, mi experiencia es muy buena. Al principio nos dieron mucha caña y llegué a cuestionármelo todo, hasta que me di cuenta de que en tiempos de crisis los fundamentos son lo que mejor funciona. Hemos insistido en ellos y ahora estamos sacando cabeza. Consigamos o no la permanencia, la línea que hay que seguir es ésa.
¿Observas mucha diferencia con la División de Honor Plata? A nivel físico sí y también en los arbitrajes, que son distintos. Arbitrarnos a nosotros es tarea fácil. Somos un club pequeño, con un banquillo que no protesta, que no arma ruido.
Con la perspectiva que te proporciona tu trayectoria, que ya es larga, y teniendo presente la inagotable fuga de jugadoras al extranjero, ¿la División de Honor actual es comparable a la de hace veinte años? Lo veo todo como si hubiéramos bajado una categoría. En chicos también. Creo que con este equipo no hubiéramos optado a la División de Honor que había entonces. Sin embargo, para mí esto no es malo, porque permite que jugadoras de la tierra puedan competir en la máxima categoría. Antes sus lugares hubieran sido ocupados por extranjeras.
Por lo tanto, y volviendo al principio, ¿la única solución que tiene un club como el C. Bm. Castellón para subsistir es la cantera? Claro, los imperativos económicos mandan y lo condicionan todo. Es alucinante que a fecha de hoy haya juveniles jugando en el extranjero. Me produce una gran satisfacción que equipos de cantera, como Agustinos o Elche, que además son de la Comunidad Valenciana, estén compitiendo en categorías nacionales. Eso es bueno. El funcionamiento del Centro de Tecnificación de Cheste, cuyas instalaciones deberían mejorarse por su deterioro actual, es muy positivo para la formación de los jugadores de cualquier club. Para el nuestro, también.
Hablemos de las posibilidades de salvación del C. Bm. Castellón, ¿crees que mantendréis la categoría? Estamos sólo un punto por encima del Canyamelar, que ahora mismo traza la línea del descenso. Nos quedan seis partidos, tres en casa y otros tres fuera. En los de casa, como sea, al menos hay que rascar dos puntos para optar a la permanencia. Si son cuatro, mayor tranquilidad. Fuera será muy difícil, porque visitamos a Rocasa, Gijón y Mecalia. El día de Zuazo estuvimos cerquita de puntuar y, si continuamos así, en algún partido daremos en la diana. Desde luego, nosotros queremos permanecer en la División de Honor.
¿En el futuro, te gustaría entrenar en otros clubs? No me importaría, pero es difícil. Para que yo salga de Castellón debería dejar mi trabajo y mi familia. A nivel económico, la oferta habría de ser lo suficientemente importante para que resultase rentable y superase los ingresos que me reporta mi trabajo actual, A lo mejor, cuando me jubile, la situación cambia.
Terminamos, Vicent, ¿éste es el mejor momento de tu carrera como entrenador de balonmano? Sin duda que sí. Hubo otros momentos buenos, como los tiempos de la Primera División Nacional con el C. Bm. Castellón y de la División de Honor con el Puerto de Sagunto, pero ahora me encuentro a gusto, disfrutando, evolucionando. He alcanzado un nivel en el que, más o menos, detecto los errores y voy conociendo la categoría, me veo más maduro, más tranquilo. Afronto bien los problemas puntuales del día a día del equipo y, aunque el ascenso me generó un poco más de estrés, si tienes clara la metodología a seguir, como creo que es mi caso, puedes controlarlo. Suerte para Vicent Sos, para su segundo Juan Antonio Fabregat, y para ese puñado de jugadoras castellonenses, tenaces y comprometidas, que obraron el milagro de acercar el balonmano de máximo nivel a la ciudad de Castellón y ahora luchan por conservarlo. Que la aventura se perpetúe todo lo posible.
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