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Opus Dei: Comentario crítico a una carta (VI)

Lo esencial de cualquier secta es la falta de autocrítica y la falta de transparencia. Lo esencial de una secta es "tomar partido" sustituyendo el todo por la "parte"
Antonio Moya Somolinos
martes, 12 de junio de 2018, 06:40 h (CET)

Explicábamos ayer por qué el Opus Dei es una secta.


Dicen los psiquiatras que el principal problema de muchos enfermos psíquicos es la dificultad que tienen para entenderse a sí mismos como enfermos. En consecuencia, ponen poco de su parte para curarse, sencillamente, porque no pueden: al considerarse sanos, es difícil que puedan adoptar el papel de enfermo.


A quienes están atados a una secta, les pasa algo parecido: Son incapaces de reconocer que pertenecen a una secta. Una secta es lo más parecido a una enfermedad psíquica. Es difícil salir, porque la secta se presenta a sí misma como un reducto de felicidad del que no se necesita salir.


A la gente del Opus Dei les pasa exactamente esto. No conciben que su fundador se haya equivocado, y mucho menos que haya sido un zoquete o un perturbado mental. No solo lo consideran el mayor santo de la historia de la Iglesia, sino que les parece un pecado contra la fe o la fidelidad a Dios, negar los milagros que se dicen de él y negar que lo que ha dicho él tiene el mismo valor que las verdades de fe que nos enseña la Iglesia.


Confunden la revelación pública de la Iglesia (concluida con la muerte del último apóstol) con las revelaciones particulares que supuestamente hubiera podido tener san Josemaría, si es que las tuvo, sobre las cuales, ningún cristiano está obligado a creer, y ellos tampoco, si es que se consideran cristianos corrientes como los demás.

Los miembros del Opus Dei confunden el carisma del Opus Dei con el modo concreto de desarrollo de dicho carisma que san Josemaría le dio.


Si a ello añadimos el fanatismo, envuelto en modales bonachones, con que el primer sucesor, Álvaro del Portillo, blindó la herencia dejada por san Josemaría, tenemos por resultado un engendro sectario del que es muy difícil salir, principalmente porque la mayoría de la gente del Opus Dei cree que, como decía san Josemaría, "el Opus Dei es el mejor sitio para vivir y el mejor sitio para morir". Y esto lo creen al nivel de verdad de fe teologal.


Por supuesto, para los miembros del Opus Dei, fuera de la institución, lo que hay, para quienes dejaron de pertenecer a ella, es la infelicidad en esta vida y el peligro de perder la vida eterna. Esto último ha sido afirmado textualmente por san Josemaría en múltiples ocasiones, tanto por escrito como recogido en video.


Todo esto reúne las características de lo que vulgarmente entendemos por secta. Reitero al lector la invitación a que vea el video de Youtube de Les Luthiers que mencioné ayer, e intente poner rostro real al protagonista "Warren Sánchez" cambiándolo por Josemaría Escrivá. Verá que ese humor tan estrambótico tiene otra lectura.


Podemos preguntarnos ahora si es posible que existan sectas en la Iglesia Católica. La respuesta es afirmativa, ya que todos los hombres llevamos dentro la tendencia al sectarismo, que viene a ser una aberración de la sociabilidad humana. Todos tenemos tendencia a creer que nuestro grupo es mejor que los demás, hasta el punto de poner al grupo, a la institución, por encima de la persona.


Esto pasa en todos los niveles de la actividad humana, en lo político, en lo deportivo, en lo educativo, en lo religioso, etc. Visto con desapasionamiento, resulta increible, por ejemplo, que existan tipos capaces de partirse la cara por Ronaldo, simplemente porque dicho jugador pertenece a su equipo y no a otro.


Lo característico de las sectas es la ocultación selectiva de información verídica como medio de poder o de control sobre otros miembros de la organización o sobre los que están fuera. Lo esencial de cualquier secta es la falta de autocrítica y la falta de transparencia. Lo esencial de una secta es "tomar partido" sustituyendo el todo por la "parte".


Lo esencial en las sectas de la Iglesia Católica es tomar la parte donde se debería tomar el todo, es decir, tomar la secta donde se debería tomar la Iglesia Católica. Un ejemplo de esto lo podemos exponer a partir de una frase muy repetida del fundador del Opus Dei, que insistía a los miembros en que, si morían perteneciendo al Opus Dei, tenían asegurada la salvación de su alma.


Esto es un clarísimo error, puesto que para salvar el alma, la Iglesia nos recuerda que hemos de morir en un acto de amor a Dios, y no de pertenencia a una institución. Morir en un acto de amor a Dios es equivalente a pertenecer de algún modo a la Iglesia, se sea católico o no, tal y como nos recuerda el Concilio Vaticano II. La afirmación del fundador del Opus Dei sustituye el todo (la Iglesia) por el grupo o la parte (el Opus Dei).


También la falta de transparencia es una característica habitual del Opus Dei, propia de una secta. Esto se manifiesta sobre todo en relación con los Estatutos, sistemáticamente ocultados a los miembros del Opus Dei desde la dirección de la organización.


Después de su transformación en prelatura personal, los estatutos del Opus Dei aparecieron tímidamente publicados como apéndices en dos libros editados por editoriales controladas por el Opus Dei.


Uno de los libros tenía carácter teológico ("El Opus Dei en la Iglesia") y el otro, juridico ("El itinerario jurídico del Opus Dei"). Se publicaron a principios de los años noventa. Por supuesto, en estos libros, los estatutos aparecieron en latín. A pesar de que no pocos miembros pidieron que se tradujeran (hoy día nadie sabe ya latín, ni en el Opus Dei), no se hizo.

Paralelamente, desde 1948 se viene editando "internamente" (es decir, secretamente, al más puro estilo sectario) el "Catecismo del Opus Dei", que consiste en un libro a modo de preguntas y respuestas que explica los Estatutos. (Vuelvo a invitar al lector a ver el video de Warren Sánchez de Les Luthiers).


La pregunta que siempre se hicieron los pocos miembros del Opus Dei que pensaban era esta: ¿Por qué no se traducen los Estatutos en vez de "explicar", en un catecismo interno, unos Estatutos que no se conocen, por estar en latín? O al menos, ¿Por qué no se saca una edición traducida y comentada de los Estatutos? La respuesta siempre era negativa porque como los Estatutos del Opus Dei forman parte del derecho pontificio, siempre se decía que hasta que la Santa Sede no los tradujera, no procedía hacerlo.


Entonces, ¿Por qué no hace el Opus Dei una traducción particular de sus Estatutos haciendo constar que tal traducción es particular y que en nada prejuzga la que en su día publique la Santa Sede? Al fin y al cabo, para traducir del latín, lo único que basta es saber latín, y el traductor lo haría bajo su leal saber y entender, y bajo su responsabilidad.


En la próxima entrega voy a contar qué es lo que ha llevado al Opus Dei a terminar publicando, en su página web, los Estatutos, hace tan solo cuatro años, y qué es lo que le ha llevado a publicar en dicha página web una traducción particular de los Estatutos. Y seguiremos razonando por qué el Opus Dei es una secta. Como puede verse, este marco contextual es esencial para entender una carta del prelado que trata, nada más y nada menos, que sobre la libertad.

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