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Opus Dei: Comentario crítico a una carta (XV)

Hay que liberar a los miembros del Opus Dei de la funesta manía de pensar
Antonio Moya Somolinos
jueves, 21 de junio de 2018, 06:57 h (CET)

En la entrega anterior vimos el pulso entre el Opus Dei y OpusLibros en el que judicialmente ganó el primero, pero al alto precio de quedar muy maltrecha su estructura sectaria. Desde aquella sentencia hasta ahora se puede decir que la organización ha venido dando tumbos, gobernada por un inútil, Javier Echevarría, cuyas torpezas, incluido el pleito mencionado, da fe de sus nulas dotes de gobierno y de su integral mediocridad.


Desde la mencionada sentencia de 2013 hasta ahora, el Opus Dei ha optado por una huida hacia adelante, sin renunciar a ser de hecho una secta pero con las dificultades añadidas de que el cerco se va estrechando. Al parecer, son bastantes los miembros laicos que han abandonado la institución, y sacerdotes numerarios también. Por otra parte, los ancianos se van muriendo a razón de unos mil cada año aproximadamente, según se puede ver en el boletín oficial de la prelatura, "Romana". Y los que todavía no han fallecido, se consumen llenos de achaques y manías en los centros de la prelatura.


Tampoco se ve un relevo generacional, pues aunque siguen pidiendo la admisión en el Opus Dei un número discreto de supernumerarios, desde hace algunos años las peticiones de admisión de numerarios han caído en picado. Y la de numerarias auxiliares, todavía más. Los centros para la primera formación de numerarios están prácticamente vacíos, un 5% respecto de los alumnos que había hace cuarenta años, y el proselitismo de la organización está prácticamente volcado en niños de trece y catorce años de los colegios controlados por el Opus Dei. El nuevo prelado, Fernándo Ocáriz, ya manifestó en la carta programática de 14 de febrero de 2017 la intención de cerrar centros.


Como consecuencia de la mencionada sentencia, hay algo que ya no han podido seguir ocultando, y desde hace aproximadamente cuatro años, los estatutos están traducidos y colgados en la web de la prelatura, pero no en primera línea: es necesario trastear, buscar y rebuscar hasta encontrarlos. Esta dificultad tiene su sentido: A estas alturas, ya no hay más remedio que colgar los estatutos, pero desde la dirección del Opus Dei prefieren que no se lean. De hecho, jamás se ha hablado ni se habla en los medios de formación del Opus Dei de los estatutos, a pesar de ser, como en ellos mismos se dice, "el fundamento del Opus Dei". ¿Por qué?


Sencillamente, porque los estatutos del Opus Dei son impresentables. Y porque hay que liberar a los miembros del Opus Dei de la funesta manía de pensar, sobre todo cosas tan sorprendentes como las condiciones que debe tener quien sea elegido prelado, que entre otras cosas, debe ser "hijo de matrimonio legítimo, que goce de buena fama y que tenga al menos cuarenta años de edad" (artículo 131.1 de los Estatutos), o lo ya mencionado de que las mujeres del Opus Dei no pueden ser congresistas (artículo 130.2) o que los laicos del Opus Dei no dependen jerárquicamente del prelado, sino de su obispo diocesano (artículo 172.2 y 174.2), o que, en consonancia con el punto 28 de "Camino", "El matrimonio es para la clase de tropa y no para el estado mayor de Cristo", es decir, que el que vale, a numerario, y el que no, a supernumerario, o como mucho, a agregado (artículos 12, 14 y 15 de los estatutos).


Los Estatutos siguen ocultándose a los miembros del Opus Dei, pero se les hace aprender de memoria el "Catecismo del Opus Dei" en todas las convivencias anuales que tienen. Ese catecismo ya va por la octava edición. Y me pregunto yo ¿Cómo es posible que si los estatutos son los mismos, haya habido ya ocho variaciones del catecismo? Repito: ¿No sería más sencillo estudiar los Estatutos?


Parece que no, porque los Estatutos tienen cosas absolutamente impresentables, y el catecismo cumple la función de maquillar los Estatutos, "añadiendo" cosas que los Estatutos no dicen (porque no pueden decir, ya que los Estatutos, a pesar de las anteriores "perlas" mencionadas, son públicos, mientras que el Catecismo del Opus Dei, no).


Hay una cuestión de sentido común: ¿Cómo es posible que el Catecismo (que no es un documento normativo), exprese más contenidos imperativos que los contenidos en los Estatutos, cuando el Catecismo es una glosa de los Estatutos, que sí son imperativos?


Como puede verse, el Opus Dei, desde siempre, se ha metido y se mete en unos jardines verdaderamente floridos. A nivel de las bases, ni ellos mismos saben qué es y qué no es normativo para ellos, lo cual supone no saber su propio régimen.


Pero no acaba ahí la cosa. Los Estatutos son algo importante, aunque los miembros del Opus Dei los desconozcan, como los protagonistas de la novela "Un mundo feliz". Los Estatutos son algo muy importante en el Opus Dei, aunque los directores los oculten. Los Estatutos del Opus Dei se expresan de una manera contundente al final de los mismos: "Este Código (los Estatutos) es el fundamento de la Prelatura del Opus Dei. Por tanto, ténganse sus normas por santas, inviolables, perpetuas y reservadas exclusivamente a la Santa Sede en lo que respecta tanto a la modificación como a la introducción de nuevos preceptos" (artículo 181.1).


¿Cómo es posible que el FUNDAMENTO del Opus Dei sea ignorado por la casi totalidad de sus miembros? ¿Acaso no es esto lo característico de una secta, que de puertas para afuera es una cosa, y de puertas para adentro, otra? Hasta la más humilde asociación de vecinos tiene claros sus estatutos y su propio régimen


Aquí puede verse otro aspecto del Opus Dei como secta: Es como una cebolla. Quienes están en lo más profundo de la cebolla son los más "iniciados", los más identificados con la secta. Los de la superficie (los supernumerarios, los agregados y la mayoría de los numerarios) se enteran menos de lo que pasa, son utilizados por los de las capas profundas para explicar, ante el exterior, lo que es el Opus Dei, pero no conocen apenas nada de su fundamento.


Como digo, la operación de maquillar los Estatutos está llamada al fracaso. Piensan los directores del Opus Dei que se puede maquillar algo como los Estatutos, de la misma manera que vienen maquillando, desde hace años, la figura impresentable del fundador. En mi opinión, creo que ese camino no conduce a ninguna parte.


Ya de por si resulta tremendo que solo algo más de cuarenta años después del fallecimiento del fundador, desde la misma dirección del Opus Dei se hagan desaparecer textos escritos, fotos y expresiones orales tomadas en audio o en video de san Josemaría, porque hoy día no solo serían inaceptables desde un punto de vista cristiano, sino que serían posiblemente delictivas, de acuerdo con la sensibilidad actual, decididamente comprometida con el respeto a la dignidad de la mujer y con la libertad de las conciencias.


Por ejemplo, el famoso libro "Camino", que en sus 87 ediciones en español ha pregonado a los cuatro vientos en sus prólogos que en él se contiene el espíritu del Opus Dei, aunque esté dirigido a todo el público, tiene hoy día dificultad para sacar una nueva edición, habida cuenta del espíritu machista que rezuma y de capítulos tan impresentables como el dedicado al proselitismo.


Quizá de las cosas más sorprendentes del Papa Francisco cuando fue elegido para la Sede de Pedro en marzo de 2013, fueron sus condenas, sin paliativos, hacia el proselitismo de multinacional practicado por cristianos, en clara vulneración al espíritu de Cristo, que no forzaba la conciencia de nadie, sino que invitaba a seguirle desde la libertad.


Estas condenas del Papa ya venían de atrás, de cuando era arzobispo de Buenos Aires. Me imagino que a todos los cristianos nos vino inmediatamente a la cabeza el Opus Dei y sus prácticas abusivas de captación de miembros desde siempre, vulnerando la libertad de las conciencias, prácticas alentadas y promovidas por san Josemaría, hasta el punto de programar el proselitismo institucionalmente como se programan las ventas de pasta de dientes en una empresa dedicada a ello.


Resulta tremendo que a estas alturas, los directores del Opus Dei se dediquen a "esconder" audios, videos, textos, fotos y libros del fundador, y presentar ante el público una imagen idílica y feliz de este señor. Quizá piensen que un santo se fabrica a base de elaborar opinión pública acerca de él. Están equivocados. Un san Francisco, un san Ignacio, un san Juan de la Cruz, un san Agustín, una santa Teresa o santa Hildegarda, no se fabrican, no se inventan. Cuando los contemporáneos llamaban a san Francisco "alter Christus", es porque se habían dado cuenta de modo espontáneo de que su vida había sido absolutamente sincera, y porque dentro de esa sinceridad, era el ser humano que hasta ese momento más se había parecido a Cristo.


Eso no se improvisa ni se fabrica. No conozco a ningún franciscano que durante estos siglos se haya dedicado a manipular o maquillar la imagen del pobre de Asís. Ni tampoco de san Ignacio. Cualquier historiador jesuita reconoce sin empalagos que Iñigo de Loyola era un mujeriego antes de su conversión interior. Tampoco san Agustín oculta en sus Confesiones a su hijo natural Adeodato. La santidad no se maquilla.


Hay un compañero de seminario de san Josemaría, Manuel Mindán Manero, más tarde sacerdote, que ha dejado testimonios escritos de cómo era Josemaría Escrivá en aquellos años y por qué sus compañeros le llamaban "rosa mística" ( http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=print&sid=8400 ) (http://www.opuslibros.org/escritos/mi_companero.htm ). Sencillamente, porque era muy presumido y tenía ademanes afeminados. A la luz de este testimonio, cualquiera que vea, sin ideas preconcebidas, uno de esos videos en los que se recogen las reuniones que san Josemaría tenía con amplios grupos de personas, puede entender mejor esos ademanes ñoños, por no decir otra cosa, que se veían en el fundador del Opus Dei.


Muchos de esos videos han sido retirados de la circulación, en una carrera a la desesperada por fabricar el modo de ser de un santo canonizado cuyo proceso fue algo más que dudoso y sobre el que voy a hablar en una próxima entrega.

Mala cosa. Con esta práctica, se terminará por no saber cómo era san Josemaría. Como he dicho al principio de estos artículos, lo peor, lo más grave, no es mentir, sino ocultar la verdad. Continuará mañana.

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