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Opus Dei: Comentario crítico a una carta (XXXIV)

¿Cómo se te pone el cuerpo si te digo que el presidente general del Opus Dei se gasta el dinero que tú aportas con sacrificio, en marquesados?
Antonio Moya Somolinos
miércoles, 11 de julio de 2018, 07:17 h (CET)

Ayer nos quedamos en el comentario a unas cuantas extravagancias relativas a la fundación del Opus Dei. En el Opus Dei piensan que todo en su institución es divino. No saben distinguir entre carisma e institución, lo cual les imposibilita para ser críticos con las cuestiones fundacionales anacrónicas, que deberían reformar para dar alas a su propio carisma. A mi modo de ver, el principal responsable de este error es Álvaro del Portillo, al haber tenido un cerebro de mosquito y un fanatismo radical que le impidió hacer las pertinentes reformas en el momento en que más necesarias eran y con las cuales se habría creado un sabio precedente de distinguir lo divino de lo humano, y poner lo humano cambiante al servicio del carisma, que sí es de Dios.


Vamos a ver ahora cinco temas en los que puede verse el delirio de extravagancia que fluía por el cerebro del fundador. En este artículo veremos el primero: la controvertida rehabilitación a su nombre del marquesado de Peralta, algo que pesará sobre la historia del fundador del Opus Dei y del mismo Opus Dei, hasta que este desaparezca de la faz de la tierra, e incluso después, cuando se estudie la historia de esta institución en los correspondientes manuales.

San Josemaría Escrivá de Balaguer es el único sacerdote de la historia que reivindicó para sí un título nobiliario, si hacemos excepción de los Papas corruptos del primitivo renacimiento, los cuales eran verdaderos príncipes mundanos que comerciaban con lo sagrado como si la Iglesia fuera un zoco.


Con un lenguaje más ñoño que Pilar Urbano fumando un pitillo, se justificaba san Josemaría en una supuesta carta a don Juan de Borbón acerca de su decisión de reivindicar el marquesado de Peralta para regalárselo a su hermano en compensación por la humillación profesional de su padre en los últimos años de su vida y como agradecimiento por las privaciones pasadas por Santiago Escrivá como consecuencia de ceder ante lo que era el bien del Opus Dei.

Hay una primera objeción: Resulta harto extraño que san Josemaría decida hacerle a Santiago un “regalo” así sin preguntarle. Los que hemos conocido algo a Santiago Escrivá le tenemos, al menos yo, como un hombre prudente, callado, sacrificado, con un gran amor a su hermano, que le llevó a callar ante las múltiples gilipolleces que tuvo que aguantar de él.


Esto, que se le puede pedir a un hermano, es demasiado pedírselo a los sobrinos. Alguno de ellos ha escrito un libro en el que deja claro que estos estaban de su tío Josemaría y de sus ocurrencias, hasta los cojones. De hecho, durante el tiempo en que san Josemaría estaba feliz con su marquesado de Peralta, los sobrinos se cachodeaban de él con un gran sentido común diciendo: “marquesado de Peralta, una mierda así de alta”.


No tengo nada contra los marquesados. Algunos amigos míos ostentan títulos nobiliarios, lo cual es totalmente respetable. Pero no hay nada más ridículo que pretender ser lo que no se es.


En contra de lo que decía Álvaro del Portillo, hablando del “abolengo” de los antepasados de san Josemaría, este tendría como mucho algún antepasado hidalguillo, como nos pasa a la mayoría de los españoles, que aunque tengamos amigos pertenecientes a la nobleza, no ocasiona ello ningún complejo de inferioridad.


En no pocos centros del Opus Dei suelen adornar la casa reproducciones de cuadros en los que aparecen los padres del fundador del Opus Dei con vestiduras espléndidas, con semblante sereno propio de la grandeza de España y con los escudos nobiliarios de los Escrivá, Albás, Corzán y Blanc.


Me llamó la atención ver, en un libro escrito por alguien del Opus Dei, no se si fue por Jaume Toldrá o por Ramón Herrando, sobre los años de Logroño de la familia de san Josemaría, en una de las fotos del interior, a los padres de san Josemaría. Se les ve que tienen cara de gente buena, pero se les ve muy catetillos.


Nada que ver con esos cuadros que acabo de mencionar. Buenas personas, pero de condición humilde, como los demás, como la mayoría de los españoles, a quienes los pequeños negocios unas veces les van bien y otras, mal. Una vulgar familia de trabajadores por cuenta ajena a quienes anteriormente se les había hundido el pequeño negocio familiar que tenían en el pueblo, y habían tenido que empezar de nuevo emigrando a la capital. Nada que ver con marquesados o noblezas, como no fuera la “Nobleza baturra”.


Ricardo de la Cierva, buen historiador, aunque con alguna fijeza que le impedía a veces ser más objetivo de lo que era, escribió un libro titulado “Los años mentidos”, que en sus primeras ediciones recoge un artículo totalmente riguroso sobre el marquesado de Peralta en el que demuestra que san Josemaría mintió en la instancia que presentó ante el correspondiente ministerio. Unido a ello, hay que considerar que en el departamento que tramitó la instancia había un supernumerario, y que en ese año, 1968, había algún que otro ministro perteneciente al Opus Dei.


No quiero decir con ello que hubiera tongo, pero es mucha casualidad que un expediente así se tramitase en solo 4 meses, de abril a agosto de 1968, circunstancia que no pasa desapercibida a un profesional como de la Cierva.

Se nota que en el estudio de Ricardo de la Cierva, este se debate entre el rigor como historiador y la amistad que le unía a Álvaro del Portillo, y que no oculta. Decididamente, vence el profesional, el historiador, pero se advierte una disculpable compasión hacia la mentira y el chanchullo, de manera análoga a cuando el cardenal Sebastián, como hemos visto más atrás, califica de “corruptelas” verdaderas corrupciones habidas en la tramitación del expediente de transformación del Opus Dei en prelatura personal por parte del cardenal Baggio.


Hace hincapié Ricardo de la Cierva en que, aunque no lo ostentó públicamente, san Josemaría Escrivá de Balaguer fue marqués de Peralta entre 1968 y 1972, es decir, cuatro años, como puede comprobarse de los correspondientes Boletines Oficiales del Estado, y no solo unos días, como va diciéndose desde la prelatura cada vez que alguien les saca a relucir este tema, que para ellos es tabú.


Un pequeño detalle que, siendo pequeño, da una idea de cómo las gastan en el Opus Dei, es que, la figura clave del proceso de beatificación de san Josemaría Escrivá, el famoso Padre Pérez, agustino, ancianísimo por aquel entonces, juez del proceso, en sus conclusiones, afirmó que san Josemaría transmitió el marquesado de Peralta a su hermano a los pocos días de obtenerlo para sí, y no a los cuatro años. Esto indica que, si en una cuestión que podría entenderse de segundo orden, como esta, el padre Pérez tuvo tan poco rigor al no comprobar por documentos oficiales esas dos fechas, y por tanto, tragarse la milonga que le presentaron desde el Opus Dei, queda en entredicho la objetividad de este señor en cuanto a la gestión de todo el proceso.


Pero no adelantemos acontecimientos. Sobre el proceso de beatificación de Escrivá trataremos dentro de unos días. La cuestión ahora es esta: ¿Por qué san Josemaría tardó cuatro años en transmitir a su hermano el marquesado?

Me remito al estudio de Ricardo de la Cierva, recogido en OpusLibros en el siguiente enlace: ( http://www.opuslibros.org/prensa/marques_delacierva.htm ). El referidod historiador apunta a la hipótesis de una absorción de la Orden de Malta por parte del Opus Dei, idea de Pío XII, que al parecer, quedó en agua de borrajas.

Hay una cuestión que no aparece tratada por Ricardo de la Cierva: ¿Qué fue del marquesado de Peralta?

Encontré la respuesta en Internet. El marquesado de Peralta pasó a Santiago Escrivá de Balaguer en 1972, el cual ostentó dicho título hasta diciembre de 1994, en que murió. Sus hijos dejaron pasar el tiempo reglamentario para reivindicarlo y heredarlo, sin ejercer ese derecho.


Nadie quiso tal título, y por tanto, quedó desierto. Y así está hoy día, pero con un problema añadido: Debido a que tal marquesado fue concedido con base en una falsedad, si ahora, los legítimos aspirantes a dicho título lo quisieran reivindicar y emprendieran un expediente al respecto, se crearía un problema, ya que el título que ostentó san Josemaría hay quien entiende que no es el de verdadero marqués de Peralta, sino otro título nuevo, del mismo nombre, que no es una rehabilitación de primitivo, sino un título distinto, nuevo, instituido por Franco.

Como puede verse, san Josemaría iba creando marrones hasta en la Grandeza de España.


Otra cuestión que no trata de la Cierva es el montante económico que supuso la reivindicación para sí del marquesado de Peralta por parte de san Josemaría. Porque me imagino que el lector se imaginará que las reivindicaciones de los títulos de Grandeza de España no son gratis, como los cines de verano de las ferias de los pueblos.


Como todo viene en Internet, incluso el expediente, también viene lo que le costó a san Josemaría dicho título: 271.000 pesetas de las de entonces, es decir, de las de 1968, que traducido a la actualidad suponen aproximadamente unos 6,5 millones de pesetas, que traducido a euros son aproximadamente unos 40.000 euros de nada.


Estaba yo tomando un café con un amigo que es cooperador del Opus Dei (cooperador inorgánico). Me dijo que ayudaba a las labores apostólicas del Opus Dei con 50 euros mensuales. Le contesté: “Fulano, ¿cómo se te pone el cuerpo si te digo que el presidente general del Opus Dei se gasta el dinero que tú aportas con sacrificio en marquesados y demás gastos suntuarios personales?


Tengo que reconocer que no se cómo se le ponía el cuerpo, pero sí parte de él, en concreto la cara, pues por instantes se le puso tan de tonto como nunca se la había visto. Y eso que le conozco desde hace bastantes años.

Sobre las numerarias auxiliares, sobre el sexo y sobre el resto de los temas apuntados en el artículo anterior, hablaremos en los próximos días, pues una vez más, me he extendido demasiado. 

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