Ayer mencionábamos la existencia de unos informes calumniosos de Javier Echevarría cuando era secretario General del Opus Dei, es decir, número dos, y a la vez trabajaba en la Congregación para las Causas de los Santos. Debo decir que tuve conocimiento de este informe en torno a 2014 ó 2015, es decir, uno o dos años antes de irme del Opus Dei, una época en la que ya había perdido el escrúpulo a consultar OpusLibros porque me había dado cuenta de que no debía prejuzgar a quienes escribían en esa página, sino leerlos para luego formar mi opinión, en vez de hacerlo al revés, es decir, en vez de prejuzgar sin saber lo que decían, que es lo que se hace siempre en el Opus Dei, es decir, no leer a determinadas personas, sino desacreditarles como primera medida antes de oírles, o como respuesta a lo que dicen, en vez de rebatir los contenidos con los que no se está de acuerdo.
Dicen que el español tiene un defecto congénito: Desacreditar a lo que le supera, y más concretamente, desacreditar a las personas que sostienen contenidos que le superan.
Reconozco que yo también he padecido ese defecto durante mucho tiempo, pero me alegro de haber cambiado y de tener más tendencia a escuchar a los demás, a oír sus razones, aunque luego no las comparta.
Debo decir que el mencionado informe me causó uno de los mayores escándalos interiores de mi vida. Desde hacía años me daba cuenta de que en el Opus Dei, como en todas partes, junto a gente buena, hay verdaderos canallas. Me daba cuenta de que era falso eso que decía san Josemaría Escrivá de que "cumpliendo las normas de piedad del Opus Dei os prometo el Cielo".
Al cielo no se va cumpliendo normas de piedad, sino amando, en primer lugar a Dios, y también al prójimo, y prójimos somos todos, no solo los del Opus Dei.
Me daba cuenta de que en el Opus Dei había auténticos hipócritas y canallas, pero me parecía imposible que quien ocupara uno de los primeros lugares de ese ranking fuera precisamente el prelado, a quien conocía personalmente y de quien tenía una imagen totalmente distinta. No me lo podía creer.
No obstante aquel fuerte desengaño interior, decidí seguir adelante en el Opus Dei, apoyado en una idea que para mí siempre ha sido una guía de mi vida: "En el Opus Dei no estamos por el Padre o por el Papa o por una doctrina o espíritu maravillosos. En el Opus Dei estamos únicamente por amor a Jesucristo".
Esta maravillosa idea se la oí a Jerónimo Padilla, director de la delegación de Madrid-oeste del Opus Dei en el año 1974, hacia setiembre u octubre, en una meditación un día por la mañana en el oratorio de un antiguo centro de universitarios en la calle Covarrubias 1 de Madrid. Desde entonces ha guiado mi vida hasta el punto de que cuando me fui del Opus Dei, no lo hice porque alguien me desengañara o se portase mal conmigo, sino cuando vi que para seguir a Cristo había otro camino mejor para mí. Cuando vi eso claro, no vacilé en abandonar el Opus Dei: Yo siempre, sigo a Cristo, no a san Josemaría ni a nadie de por aquí abajo. El Opus Dei es un puro medio. El fin es Cristo.
Me importó un pimiento esa "consideración" de ser "mayor en la Obra", de llevar en ella decenas de años, de ser "cofundador". Como san Pablo, todo eso es "basura" comparado con el seguimiento de Cristo.
Por eso, cuando leí aquel informe calumnioso de Javier Echevarría acerca de Miguel Fisac, me pareció horrible y me escandalizó profundamente, pero seguí adelante, porque mi seguimiento en el Opus Dei era a Cristo, no a un calumniador.
Por aquellas fechas también me enteré del suceso de Catania, que corroboraba lo anterior. No cambió mi decisión de seguir en el Opus Dei.
A mi mujer no le gusta mucho ni poco esta serie en la que me he embarcado y de la que no se cómo salir, porque siendo como soy, no veo la manera de poner punto final, ya que según voy avanzando, me vienen a la cabeza nuevas cosas que veo oportuno tratar. El otro día me dijo que, en justicia, debo decir también las cosas buenas que hay en el Opus Dei y de las que yo me he beneficiado.
Bueno, pues ahí tiene una el lector, esa idea-madre que le oí a Jerónimo Padilla. No se mucho de él, pero lo que sí puedo decir es que, en lo que a mi se refiere, siempre me trató con un gran cariño.
Es sabido que san Josemaría prohibía la "amistad particular" entre los miembros del Opus Dei. Esto es tremendo porque tiene la consecuencia de que la mayoría de los numerarios no tienen corazón porque lo tienen entrenado para no querer, para prevenirse de amar a los demás, no vaya a ser que tengan "amistades particulares" y "se les apegue" el corazón a los demás, en detrimento del amor de Dios. Increíble.
De esta manera, nunca terminan de amar a nadie.
Pues bien, a Jerónimo Padilla le pasaba una cosa, que era comentario jocoso entre quienes le conocíamos: Tenía amistad particular con todos. Yo así le recuerdo, y el recuerdo de aquella meditación es una luz que ha iluminado toda mi vida, y la sigue iluminando. Jerónimo murió hace años. A él me encomiendo.
Conocí personalmente a Miguel Fisac en el año 1987 ó 1988. Fue con ocasión de una conferencia que él vino a impartir en Almería, en el Colegio de Arquitectos. Yo era entonces el tesorero de esa institución y me tocó acompañarle a él y a su mujer a comer en el Club de Mar.
La conferencia era a las 6 de la tarde más o menos, por lo que tuvimos una comida larga, seguida de sobremesa. Estaríamos a la mesa unas 5 personas, Miguel, su mujer, yo y otros dos compañeros más de la junta directiva.
Aparte de su indiscutible prestigio como arquitecto, yo conocía poco de él. Sabía que había sido numerario del Opus Dei hacía muchos años (dejó de serlo en 1955, el año en que yo nací), pero apenas sabía nada más de ese tema. Tenía la idea de que era un hombre amargado debido a la frustración por abandonar el Opus Dei. Sabía que había fallecido hacía años una hija suya. Sabía que no podía ver ni en pintura al Opus Dei y que lo ponía a parir siempre que podía. Pero no sabía apenas nada más de él.
Debo decir que aquella comida fue extraordinaria. Todos los tópicos que yo tenía de Miguel Fisac se cayeron solos. Durante la comida no se habló absolutamente nada del Opus Dei, sino de otros temas muy variados: Arquitectura, política, etc.
Miguel y su esposa me parecieron dos personas encantadoras. Miguel, absolutamente equilibrado, con un sentido común fuera de lo común. Un conversador excepcional, ameno, entretenido, cultísimo, humilde, cercano, simpático. A la vuelta de los años recuerdo aquella comida como algo entrañable.
Por eso me produjo un gran dolor ese informe falso de Javier Echevarría, que además resulta inverosímil, por dos motivos fundamentales que ahora expongo.
El informe, como se va a ver un poco más adelante, sostiene básicamente dos cuestiones: La primera es que entiende que Miguel Fisac es poco menos que un desequilibrado, un enfermo mental. La segunda es que es poco menos que un depravado moral.
Fijémonos por un momento en la trayectoria de Miguel Fisac y en la de Javier Echevarría. Miguel Fisac nace en 1912, se hace del Opus Dei en 1935 y se va del Opus Dei en 1955, viviendo toda su vida en España. Javier Echevarría nace en 1932 (es decir, 20 años después que Miguel Fisac), se hace del Opus Dei en 1948. Marcha a Roma en 1949 y se ordena sacerdote en 1955, siendo secretario de san Josemaría desde 1953.
Por tanto, Javier Echevarría, prácticamente NUNCA conoció personalmente a Miguel Fisac.
Quien sí podría haber hablado en primera persona de él, sería Álvaro del Portillo, porque eran casi de la misma edad (nació en 1914), se hizo del Opus Dei en 1935 y tuvo contacto con Miguel Fisac prácticamente durante toda la vida, aunque desde que Miguel abandonara el Opus Dei, ese contacto fuera esporádico.
Pero no, quien hace ese informe es precisamente Javier Echevarría, que está dentro de la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos, con afirmaciones gravísimas en las que juzga el interior de Miguel Fisac, con juicio calumnioso, al imputarle pecados graves de los que él no tiene conocimiento directo.
A lo más, tendría un conocimiento recibido de otro, que en el caso de que se tratase de pecados reales y verdaderos, sería un conocimiento que vendría de quien ESTARÍA OBLIGADO A GUARDAR SILENCIO, ya sea por confesión o por dirección espiritual. En ese caso, Javier Echevarría no habría incurrido en una calumnia, sino en maledicencia o difamación, y en revelación ilícita de secreto.
Vamos a suponer que es verdadero todo lo que Javier Echevarría dice de Miguel Fisac en su informe, pues corresponde con informes antiguos que obran en poder de la prelatura acerca de antiguos miembros. Es verdaderamente macabra una organización como el Opus Dei que guarda en un archivo durante 30 años (desde 1955 en que Miguel Fisac se va del Opus Dei, hasta 1983 en que Javier Echevarría saca a relucir esos supuestos datos de conciencia) las miserias de antiguos miembros en espera de poder escupirla en un proceso administrativo con elementos judiciales como es un proceso de beatificación.
Yo no se qué sentirá el lector ante una cosa así, pero a mí este mancillaje de la conciencia ajena me produjo una inmensa repugnancia. No solo por la acusación, calumniosa o difamatoria de supuestos pecados ajenos cuyo conocimiento ya denota una inmoralidad institucional supina, sino por otro motivo de sentido común en relación a la otra línea del informe, los supuestos desequilibrios mentales de Miguel Fisac.
Vamos a suponer que fueran ciertos. En todo caso, serían ciertos en 1955, pero no estaba nada claro que lo fueran en 1983, casi 30 años después. ¿Es que hay derecho a restregar unos supuestos desequilibrios mentales de 30 años atrás, cuando en 30 años da tiempo a que se hayan curado?
Además, ¿en qué informes psiquiátricos se basaba Javier Echevarría para hacer tales afirmaciones de una persona viva cuya actuación pública indicaba todo lo contrario? ¿Era consciente del perjuicio personal, familiar, profesional y social que podían causarle tales afirmaciones? ¿Era consciente de que en el supuesto de que esas afirmaciones fuesen ciertas, estaban sujetas a secreto profesional psiquiátrico?
Pero por encima de todo esto, hay algo que tengo por cierto. Es verdad que solo he conocido a Miguel Fisac de unas horas. Pero estoy seguro de que no estaba desequilibrado. A un desequilibrado se le nota. Además, una persona con proyección pública como él, no habría pasado desapercibido en una cuestión como esta.
Bueno, creo que ha llegado el momento de ofrecer al lector ese informe. Viene dentro de una entrevista a Miguel Fisac que no tiene desperdicio. Fue publicada en el año 2000, en ODAN, una página web de damnificados del Opus Dei que opera en Estados Unidos. El enlace es este: (http://opuslibros.org/escritos/entrevista_fisac.htm).
Leyendo con atención el texto de esta entrevista se puede hacer el lector una idea de la calidad personal de Miguel Fisac y de Javier Echevarría, que nunca salió de las paredes de Villa Tevere, y por tanto, nunca vivió en el mundo. Dentro de todo este contexto que venimos exponiendo, me parece de interés para el lector consultar también el libro de Alberto Moncada "Historia oral del Opus Dei", cuyo enlace es este: http://www.opuslibros.org/libros/historia_oral/introduccion.htm).
Hoy hemos hablado de Miguel Fisac. Mañana hablaremos de las calumnias de Javier Echevarría hacia María del Carmen Tapia, a mi modo de ver, de mayor calado, pues al haber sido esta la Directora Central del Opus Dei, lo que estaba en juego era algo más.
Como puede verse, aquí hay quien expone su propia alma con tal de defender fanáticamente a una institución o de idolatrar a su fundador. Increíble.
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