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Opus Dei: Comentario crítico a una carta (LVII)

En el Opus Dei solo interesan los mediocres aduladores del fundador y del prelado, los soplagaitas que bailan al son del pandero
Antonio Moya Somolinos
martes, 7 de agosto de 2018, 07:28 h (CET)

Ayer comentábamos una de las afirmaciones centrales de la carta de Ocáriz de 9 de enero de 2018, que puede suponer el principio de una profunda reforma en el Opus Dei o la confirmación de su cinismo sectario.


Seguimos con el número 8, en el segundo párrafo, en el que Ocáriz dice lo siguiente: “Debemos mantener siempre en la Obra el ambiente de confianza y de libertad que facilita manifestar a quien corresponda lo que nos preocupa, comentar lo que no comprendemos o que nos parece que se debería mejorar”.


Mi recomendación a los incautos como yo, que todavía sean miembros del Opus Dei, es esta: Ni se os ocurra hacer lo que acabáis de leer. A los directores del Opus Dei les importa un pimiento las sugerencias que podáis hacer, sobre todo si se trata de mejorar cosas que no van bien.


Ni os creáis reformadores de nada ni pretendáis serlo, ni de lejos. Vuestras sugerencias de mejora no tendrán la más mínima eficacia, irán al cesto de los papeles (Camino 53, comentado ayer); solo servirán para controlaros y saber que tenéis ideas “innovadoras”. No solo no os harán caso en nada, sino que os situarán en entredicho o en observación, porque habréis demostrado que pensáis, y en el Opus Dei está prohibido pensar.


El Opus Dei no está en vuestras manos, sino en las de los directores, cuyos fines son muy distintos a los vuestros, que buscáis sinceramente ser santos. Ellos están muy entretenidos con sus maquinaciones orientadas a ver cómo resuelven el embrollo jurídico en el que les metió san Josemaría y el ingeniero de tuercas Álvaro del Portillo.


En el momento en que veáis incongruencias en la vida del Opus Dei y hagáis alguna sugerencia, quedaréis señalados como elementos en los que no se puede confiar, porque habréis demostrado que podéis pensar, y en el Opus Dei solo interesan en el gobierno los mediocres aduladores del fundador y del prelado, los soplagaitas y trompeteros que bailan al son del pandero.


A ver si lo aprendéis: En el Opus Dei no hay confianza, sino control. La lealtad es un reto y un ideal para los incautos como yo, que nos lo creemos y que hemos sido felices habiéndonoslo creído y que seguimos siendo felices creyendo en ello; claro que en otro ambiente, porque en el Opus Dei es imposible la confianza. La confianza es lo propio de una familia; o sea, es lo impropio del Opus Dei.


En el Opus Dei, nunca te darán la razón, y siempre la tienen quienes lo gobiernan. He aquí un texto de una homilía de san Josemaría, recogido en el número 8 que estamos comentando, que apoya cuanto digo: “«cuando nuestras ideas nos separan de los demás, cuando nos llevan a romper la comunión, la unidad con nuestros hermanos, es señal clara de que no estamos obrando según el espíritu de Dios».


Ante un texto así cabe preguntarse por qué se prejuzga a una de las partes y no a la otra. Por qué se pre-califica y se pre-juzga que las ideas de uno, antes de entrar en sus contenidos, “van contra la unidad” de la institución o “rompen la comunión” por el mero hecho de ser diferentes. ¿Acaso no hemos visto en estos 57 artículos las incongruencias e incoherencias institucionales, acaso no hemos hecho notar los “toques” que el Papa les viene dando a los del Opus Dei porque no van bien, acaso no es evidente la languidez apostólica que manifiestan o su carácter claramente sectario?

¿Se va a prejuzgar, a quien tenga la osadía de pensar y de exponer aspectos que no van bien, afirmando de él que manifiesta “señal clara de que no está obrando según el Espíritu de Dios”?


Me imagino que el lector entenderá por qué en algún momento de esta serie he hablado diciendo de los directores del Opus Dei que se creen propietarios del Espíritu Santo y que solo ellos saben lo que el Espíritu Santo dice y hace respecto de los demás mortales. Esto es una característica clara de mentalidad sectaria, de prevalencia de la institución divinizada sobre la persona, de anulación de la persona, cuya opinión no vale absolutamente nada.


En el número 9 de la carta, el prelado del Opus Dei habla ambiguamente de “algunas situaciones que puedan hacernos sufrir”, del aprendizaje por “los padecimientos de la obediencia”, de “la salvación eterna para todos los que le obedecen” y de que es también manifestación de libertad de espíritu “aceptar las limitaciones humanas que todos tenemos, sin renunciar a superarlas en la medida de lo posible”.


A renglón seguido pone el ejemplo del hijo mayor de la parábola del hijo pródigo, y dice de él que “vivía en su casa, pero no era libre, porque su corazón estaba fuera”. Mal ejemplo, a mi modo de ver, porque la personificación del padre del hijo pródigo y de su hermano es el mismo Dios-Padre, y en esa casa – la casa de Dios – se respiraba amor, todo lo contrario al Opus Dei, en donde se respira de todo menos caridad, amor. Si hay algo que aparece evidente en los centros del Opus Dei es “que no se aman”, es decir, justo lo contrario de los primeros cristianos.


En un ambiente así, quienes quieren vivir el evangelio, es decir, quienes quieren amar, evidentemente, terminan sufriendo. No se trata de situaciones puntuales que puedan hacer sufrir, sino de un mal endémico, crónico y permanente.

Cuando citando la carta a los Hebreos, menciona Ocáriz “la salvación eterna para todos los que le obedecen”, quizá piense en aquello que decía san Josemaría pensando en él mismo, pero no en los demás: “El Opus Dei es el mejor sitio para vivir y el mejor sitio para morir. ¡Qué bien se está en el Opus Dei!”


Sí, san Josemaría, tú estabas muy bien el el Opus Dei. Pregunta qué tal se encontraban aquellos del Opus Dei a quienes tú hacías sufrir. Si confundimos la obediencia a Cristo con la obediencia ciega a los directores, “la salvación eterna para todos los que le obedecen” se identifica con la salvación eterna para todos los que tienen una obediencia ciega a san Josemaría y a los directores.


Menos mal que la realidad no es así. Menos mal que Cristo es distinto de los directores y que la voluntad de Dios no viene a través de los directores del Opus Dei; menos mal que el yugo de Cristo es suave y su carga ligera, menos mal que de Él recibimos amor y no sufrimiento, menos mal que la casa de nuestro Padre-Dios (la Iglesia) es una casa en la que hay amor y nada tiene que ver con esa secta.


Mal ejemplo el siguiente que pone Ocáriz, señalando el camino a seguir tomando como ejemplo a Rut, en quien “la libertad y entrega echan raíces en un profundo sentido de pertenencia a la familia”.


Ocáriz: ¿Estás insinuando que ante esas “situaciones que puedan hacernos sufrir” la solución es imitar a Rut y seguir a toda costa en la “familia del Opus Dei”? ¡Pero hombre, si el Opus Dei no es una familia ni lo ha sido nunca! No hagas teología barata comparando a Rut, imagen de la universalidad de la Iglesia, la familia de Dios, que acoge a los gentiles como a hijos propios, con la “familia” del Opus Dei. No confundas el todo con la parte, totalmente prescindible esta última, y de todo menos familia.


¡Pues claro que es cierto lo que dices al final del número 9! (el fruto de la mejor libertad es la de decidirse por Dios), pero no nos insinúes que los problemas que tenéis en el Opus Dei se arreglan aguantando hasta morir a los que estáis arriba. No señor, la solución está en seguir a Cristo, y si para ello hay que cambiarse de barca porque de la vuestra le habéis echado, lo mejor es deciros que ahí os quedáis.


Parece que en este número 9 se le nota a Ocáriz algo “preocupado”. En general, incluso en las comparecencias públicas, se nota que Ocáriz, aunque sonría angelicalmente, es un hombre preocupado. No en vano tiene un papelón heredado que probablemente él, o no sabe o no quiere arreglar. Pero al fin y al cabo, tiene lo que ha querido. Lleva toda la vida metido en esa estructura tóxica y ahora está al frente de ella voluntariamente. Pues nada, hombre, a seguir con ello.: "Tú lo quisiste, fraile mostén; tú lo quisiste, tú te lo den”. (Camino nº 704).

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