Continuamos con el segundo párrafo del número 13. Reproduzco ese párrafo para mayor comodidad del lector: : “Mandar con respeto a las almas es, en primer lugar, respetar delicadamente la interioridad de las conciencias, sin confundir el gobierno y la dirección espiritual. En segundo lugar, ese respeto lleva a distinguir los mandatos de lo que son solo oportunas exhortaciones, consejos o sugerencias. Y, en tercer lugar ―y no, por eso, menos importante―, es gobernar con tal confianza en los demás, que se cuente siempre, en la medida de lo posible, con el parecer de las personas interesadas. Esta actitud de quienes gobiernan, su disposición a escuchar, es una estupenda manifestación de que la Obra es familia”.
Estamos comentando la segunda idea de ese párrafo, es decir, la de distinguir los mandatos de las sugerencias, idea llena de cinismo al estar en boca de Ocáriz, pues desde la institución se viene llevando desde siempre una activa manipulación destinada precisamente a que los miembros del Opus Dei no distingan lo que es un mandato de lo que es una sugerencia.
En la entrega de ayer hemos puesto de manifiesto esto en el caso concreto del destino que los numerarios deben dar a sus sueldos profesionales, y hemos visto que es un fraude el hecho de hacerles ver como mandato que deben entregarlo, pues ello contradice el artículo 94.2 de los Estatutos, hábilmente silenciado u ocultado por los directores de la prelatura, con la consecuencia de un lucro indebido por parte de la institución, apoyándose en una ignorancia inducida desde la dirección de la prelatura, en contra de la libertad de los miembros.
En el caso de los supernumerarios, la cosa es distinta, pues estando ellos englobados en ese artículo 94.2 de los Estatutos, que no hace distinción de miembros, la concreción que se hace de este artículo en las Constituciones de 1950 no es incompatible con los Estatutos de 1982. Esa concreción se contiene, entre otros aspectos, en el artículo 166.2, que dice así: "Todos contribuyen a sostener los gastos del Instituto de grado y espontáneamente con liberalidad de ánimo, entregando limosnas cada mes, según la capacidad económica de cada cual".
Por tanto, "la aportación mensual", contenida en este artículo 166.2 de las Constituciones de 1950, es evidente que no contradice el artículo 94.2 de los Estatutos de 1982, más genérico y aplicable para todos, numerarios y supernumerarios. El artículo 166.2 de las Constituciones de 1950 es una mayor concreción o determinación del artículo 94.2 de los Estatutos de 1982, pero es evidente que son compatibles uno y otro, a diferencia de lo que vimos ayer para el caso de los numerarios. ¿Por qué sucede esto?
Yo voy a ofrecer mi explicación, para la cual me voy a remontar un poco atrás y a un suceso que aparentemente no tiene nada que ver. Los primeros meses de 1982 fueron extremadamente delicados para las gestiones acerca de la transformación del Opus Dei en prelatura personal. El episcopado español estaba totalmente en contra, y parte del episcopado de otros países, también. A pesar de que el corrupto cardenal Baggio era un incondicional de Álvaro del Portillo, hacía algo más de un año que se había abandonado definitivamente la tesis de que las prelaturas personales tuvieran "pueblo propio". Por otra parte, estaba en plena elaboración el nuevo Código de Derecho Canónico; Álvaro del Portillo estaba intrigando para que las prelaturas personales estuvieran dentro del apartado de las estructuras jerárquicas de la Iglesia. El cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger, estaba totalmente en contra de esto, hasta llegar a emitir un voto en contra.
En medio de aquel follón, la gente del Opus Dei, como si de una guardería de adultos se tratase, lo único que hacía - que hacíamos - era "encomendar la intención especial", es decir, pedir a Dios a todas horas, por deseo expreso de don Álvaro, que saliera adelante esa intención, que consistía en salirnos con la nuestra en toda esa batalla administrativa y jurídica del Vaticano, entendiendo que eso era lo que deseaba el fundador desde el cielo. En cuanto a los detalles de todo esto, no teníamos ni la menor idea de lo que se cocía. El hecho era que, en toda esa batalla, se había perdido en 1980 la posibilidad de que las prelaturas personales tuvieran "pueblo propio". Eso fue la ruina de la "intención especial", porque lo que quería san Josemaría era una prelatura personal "con pueblo propio", lo que supondría ser estructura jerárquica y consiguientemente, una especie de iglesia paralela al margen de la jerarquía de la Iglesia, con un poder como nunca lo tuvo institución alguna de la Iglesia.
Al venirse esto abajo, la figura de la prelatura personal quedó tocada irremisiblemente y hubo que empezar a recomponer a la desesperada piezas que no encajaban. Y realmente, nunca se llegaron a recomponer, y ahí empezó la crisis institucional del Opus Dei en fase aguda, aunque ocultada férreamente por Álvaro del Portillo.
Viene bien recordar que el cambio de instituto secular a prelatura personal tuvo lugar porque san Josemaría, hubo un momento en el que no se sintió a gusto como instituto secular, a pesar de que los institutos seculares se crearon a medida del Opus Dei al no sentirse a gusto san Josemaría en ninguna forma jurídica existente en la Iglesia hasta entonces, pues él quería tener su propio clero y su propio pueblo, y de obispo, mejor. (Por cierto, véase este enlace en el que pueden verse con documentos del archivo de la Fundación Francisco Franco las pretensiones episcopudas de san Josemaría Escrivá y Alvarito. Mientras los miembros del Opus Dei de a pie tenían ansias de santidad, estos dos pájaros iban a otro rollo: http://www.opusinfo.org/images/7/71/Pretensi%C3%B3n_del_episcopado_por_san_Josemar%C3%ADa_Escriv%C3%A1_de_Balaguer_-_Una_historia_nunca_contada.pdf ) (véase también este otro enlace sobre el mismo tema http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=22103 ) (también véase este enlace: http://www.opus-info.org/index.php?title=Desde_1942_Escriv%C3%A1_intent%C3%B3_ser_obispo ). La excusa que san Josemaría esgrimía para querer largarse de los institutos seculares es que estos eran poco seculares y bastante parecidos a los institutos religiosos, a las órdenes religiosas.
Pero en esto último, la culpa la tenía el propio san Josemaría, pues los institutos seculares habían sido diseñados pensando precisamente en el Opus Dei, y el propio san Josemaría - lo hemos visto en una de las anteriores entregas - al presentar los Estatutos de 1941 para que el Opus Dei fuera aprobado como pía unión, reconocía abiertamente que en lo básico, el Opus Dei era como los religiosos.
Nótese que en 1941 solo había numerarios; los supernumerarios no existían. Empezaron a existir cuando el Opus Dei ya era instituto secular, pero fijémonos en un pequeño detalle de las Constituciones de 1950, un detalle muy revelador, contenido en el artículo 16.1:
"En el Instituto, los miembros tomados en el sentido estricto, a saber, todos los miembros Numerarios, clérigos y laicos, se consagran a la adquisición de la perfección evangélica, y se ocupan con todas sus fuerzas en las obras de apostolado peculiares del Instituto; igualmente llevan en el Instituto una vida de familia, de lo cual no pueden ser dispensados a no ser de acuerdo con lo prescrito en estas Constituciones".
Es decir, que en las Constituciones de 1950, los miembros, en sentido estricto, eran solo los numerarios. Otros términos como "perfección evangélica", "instituto", "vida de familia" obligatoria, como los religiosos en los conventos, revelan que el verdadero Opus Dei, o el más genuino, eran los numerarios, una especie de pseudoreligiosos, como no podía ser menos, pues el propio san Josemaría, al pedir la pía unión, así lo reconocía.
En ese sentido, incluir a los supernumerarios, hombres casados o casaderos, como religiosos, era algo surrealista. Por eso, en sentido estricto, los supernumerarios no pertenecían al Opus Dei en las Constituciones de 1950, y así estuvieron hasta 1982, sin pertenecer de modo estricto al Opus Dei, siendo una especie de cooperadores cualificados, ya que los "religiosos de verdad" eran los numerarios, que no se casan.
Todo esto encaja con lo que decíamos ayer: Los numerarios eran como unos religiosos que entregan su sueldo al instituto porque el dinero que ellos ganan es del instituto. Luego, el instituto religioso les da lo necesario para vestirse, comer, etc; como en los religiosos, a quienes les pagan los gastos sus superiores y son ellos los que disponen qué dinero se le ha de dar a cada cual para los gastos que deba hacer.
Es verdad que la figura de los institutos seculares encaja dentro de los consagrados. Así está hoy día en el vigente Código de Derecho Canónico. Pero aquel diseño se debió a san Josemaría, que en 1941 entendía que el Opus Dei (los numerarios) no se diferenciaba en lo básico de los religiosos.
¡Vaya mierda de fundador que no es capaz de distinguir si lo que ha fundado es una orden religiosa o una asociación o una diócesis paralela!
También cabe pensar que ese no saber lo que quería o ese cambiar de una cosa a otra no estando a gusto en ninguna, pueda tener que ver con algún trastorno o desequilibrio mental. Analizando el episodio de su paso por Perdiguera sin seguir la versión oficial, este hecho puede arrojar alguna luz acerca de la inestabilidad psíquica de san Josemaría. (ver el estudio sobre el cese de Josemaría Escrivá en la parroquia de Perdiguera: Estudios históricos sobre san Josemaría de Jaume García Moles, números 21 y 22. La colección completa está en este enlace: http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=21619 ).
Cabría preguntarse si, ante la compleja situación de principios de 1982, y habiéndose descartado la "prelatura personal con pueblo propio", en vez de estar al frente del Opus Dei Álvaro del Portillo, todavía viviera san Josemaría, ¿cómo habría enfocado una situación tan así?
Bueno, el hecho es que el marrón ante el que se vió Álvaro del Portillo en esos años debió ser morrocotudo. Y es aquí donde expongo un hecho personal que ahora veo en perspectiva, aunque en su momento no percibí el alcance. En los primeros días de abril de 1982 estuve haciendo unos ejercicios espirituales en el santuario de Torreciudad, en una casa de retiros que hay dentro de ese complejo y que se llama "La Masada". Éramos unos 30 numerarios, principalmente de Madrid, aunque había de otros lugares. Todos con edades entre los 20 y 30 años, aunque había algunas excepciones.
Uno de esos días, no se si el 2 o el 4 de abril, corrió la noticia de que el presidente general del Opus Dei, Álvaro del Portillo, vendría a España y pasaría por Torreciudad. De la noticia al hecho fue casi todo uno. Me parece que el día 4 tuvimos, a mitad de los ejercicios, una tertulia con Álvaro del Portillo a media mañana en una de las salas de estar de la Masada. Estaríamos unos 40 numerarios, los de los ejercicios espirituales y algunos más. Recuerdo dos detalles de esa tertulia.
El primero es que a mitad de la misma, yo le hice una pregunta a Álvaro del Portillo. Le pregunté "qué tal va la intención especial". Álvaro, riendo, me gastó una broma: "Bueno, tú ya sabes que contra el vicio de preguntar está la virtud de no responder". Hubo algunas risas.
Al terminar estas, sí me respondió diciéndome que había que seguir rezando. Pero me dijo una cosa que para mí fue novedosísima y que nunca la he olvidado, porque desde ese momento he visto a los directores del Opus Dei de otro modo. A toro pasado pienso que esa respuesta que ahora voy a decir fue algo de lo que Dios se sirvió para iluminarme. Por supuesto, nada de milagritos ni ñoñerías: simple providencia de Dios. Álvaro me dijo que teníamos que seguir rezando "para que acertemos".
No se por qué Álvaro se expresó así ni se si lo hizo intencionadamente o le traicionó el subconsciente. Ese "para que acertemos", si lo hubiera dicho otra persona y en otro ambiente, hubiera sido una expresión normal. Ahora bien, dicha por el presidente general del Opus Dei, primer sucesor de Josemaría Escrivá, en un asunto "tan divino", ante un puñado de numerarios jóvenes que pensábamos que los directores, y sobre todo, el presidente general, jamás se equivocaban porque los teníamos divinizados, esa afirmación era algo que chocaba de tal manera con el entorno en que fue pronunciada, que jamás la he olvidado.
Esa afirmación, "para que acertemos", daba por supuesto que el presidente general del Opus Dei, podía no acertar, podía fallar, podía equivocarse. Nuestras oraciones no iban solo a remover los obstáculos que, en último término, el demonio, pusiera a la misión divina del Opus Dei, esto es, a dificultades externas, sino a que los directores podían meter la pata, algo inconcebible para unos numerarios jóvenes como nosotros.
También recuerdo otro detalle de aquella tertulia. Hablando del Opus Dei, en un momento determinado, Álvaro del Portillo se descolgó con una afirmación que nos dejó desconcertados. Dijo que "el verdadero Opus Dei son los agregados y supernumerarios".
Para nosotros, numerarios jóvenes, con poca experiencia de la vida, incluso de la vida en el Opus Dei, acostumbrados a que en todo tipo de medios de formación se magnificase la condición de numerario como el esqueleto del Opus Dei, como su columna vertebral o su corazón, oír del presidente general que no éramos el "verdadero" Opus Dei, sino que este eran los agregados y supernumerarios, nos dejó claramente descolocados, hasta el punto de que, tras la tertulia, comentamos en algunos corrillos esta afirmación, pues a todos nos había impresionado. ¿Por qué esta afirmación de Álvaro del Portillo?
Es evidente que porque los supernumerarios y agregados viven en el mundo, mientras que los numerarios viven en conventículos al margen del mundo, no solo por vivir en centros, que prescindiendo de la decoración y aspectos superficicales, son en esencia conventiculos, sino porque esa materialidad de vivir en comunidad, con una vida de comunidad reglada, al estilo de los religiosos, cuyo origen está en ese escrito de 1941 en el que san Josemaría reconoce que el Opus Dei (los numerarios) no se distinguen en lo básico de los religiosos, imprime un modo de ser muy parecido al de los religiosos, y eso "no es el verdadero Opus Dei". Me parece que por ahí iban las palabras de Álvaro del Portillo.
En aquella tertulia, Álvaro del Portillo reconoció sin querer que los numerarios son una especie de monjes urbanos magisteriales, incrustados en el verdadero Opus Dei, los supernumerarios y agregados, que son los que verdaderamente viven en el mundo, en las realidades normales de la vida ordinaria.
Quizá que Ocáriz no sepa distinguir la lejía de ropa de la de suelos o que no sepa qué es rehogar, puede que a muchos les parezca normal, pero que un numerario se tire más de 40 años sin ir a una sala de cine de su ciudad, eso delata un mayor parecido de ese numerario con un religioso que con un laico normal y corriente.
Yo por eso, en plan de coña, cuando algún amigo mío me echa en cara cosas que delatan mi pasado de numerario como el de un tío raro que no está en el mundo, siempre le digo que tenga un poco de paciencia porque no es fácil dejar de ser monje urbano en dos días, después de haberlo sido durante 42 años.
Cuando me fuí del Opus Dei, con una de las personas que hablé fue con un sacerdote numerario octogenario, muy amigo mío y que sigue siéndolo, y cuyo nombre no diré porque es de una apertura extraordinaria y no quiero que los de la secta se dediquen a tocarle los cojones a esas alturas de la vida.
Hablando con él de estos temas, me reconoció: "Mira, Antonio, el verdadero Opus Dei son los supernumerarios; los numerarios son una cosa muy rarita, muy rarita".
Pienso que aquella afirmación de Álvaro del Portillo también pudiera estar relacionada con el estado de las gestiones en ese momento, relativas a la nueva forma jurídica del Opus Dei y a los estatutos, que por supuesto, y en contra de lo que luego dijo Álvaro del Portillo, ya no eran los que había dejado preparados el fundador al morir, pues el "pueblo propio" se había ido a tomar por culo.
Pero por encima de todas estas consideraciones, está el sentido propio de las palabras ¿Qué significado tienen las palabras "numerario" y "supernumerario"? Vayamos al diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. Numerario: 1.- Del número o perteneciente a él. 2.- Dícese de la persona incorporada con carácter fijo al conjunto de los que componen un cuerpo determinado.
Supernumerario: 1. - Que excede o está fuera del número señalado o establecido. 2.- Dícese de los funcionarios, militares, etc. en situación análoga a la de excedencia. 3.- Empleado que trabaja en una oficina pública sin figurar en la plantilla.
Me parece que queda claro: Los numerarios "están"; los supernumerarios, "están pero no están", es decir, están a modo de "floreros" o están pero como si no estuvieran.
Un ejemplo puede ayudar a entenderlo. La propia biografía de Álvaro del Portillo, en la que se relata que, cuando acabó la carrera de ayudante de obras públicas, se puso a trabajar como tal. Más tarde, después de la guerra, pudo reanudar y terminar los estudios de ingeniero de caminos, canales y puertos gracias a los "exámenes patrióticos", de modo que, al acabar esa segunda carrera, fue destinado como ingeniero numerario a un determinado destino, pero como él ya había hecho planes de dedicarse a estar junto a san Josemaría al gobierno del Opus Dei, lo que hizo fue tomar posesión y acto seguido pedir el pase a supernumerario.
Por eso, aunque tengan mitificado a Álvaro del Portillo como un brillante ingeniero, todo lo más brillante que fue, lo fue como ayudante de obras públicas, ya que como ingeniero no trabajó nunca. Nadie le niega el título, pero como ingeniero nunca ejerció, pues nada más tomar posesión, pasó a supernumerario, análogo a la excedencia, es decir, estar pero sin estar.
Y me pregunto yo: ¿Cómo es posible que con el paso de la forma jurídica de instituto secular a prelatura personal, no se cambiaron los nombres de los tipos de miembros?
Lo digo porque con la forma de instituto secular y las Constituciones de 1950 se podía entender como razonable que los numerarios se llamaran numerarios y los supernumerarios se llamaran supernumerarios, ya que en sentido estricto (artículo 16), solo los numerarios eran miembros del Opus Dei, pues eran pseudoreligiosos. ¿Pero en una prelatura?
La respuesta que yo me doy es esta: En la prelatura solo hay curas y diáconos (cánon 294 del vigente CIC). Como por otra parte (disposición final de los Estatutos de 1982), todo lo anterior que o se oponga, sigue vigente, y como los laicos han quedado descolgados de la prelatura. Y como no se dice por ninguna parte que el Opus Dei haya pasado a ser una asociación de fieles, entonces el Opus Dei sigue siendo un instituto secular vinculado indisolublemente a la prelatura personal de la Santa Cruz, pues de lo contrario, el Opus Dei (los laicos) se habrían quedado sin forma jurídica.
Esta es la razón por la que en los nuevos Estatutos se mantienen los nombres de numerarios para los numerarios y de supernumerarios para los supernumerarios, y no al revés, pues si los supernumerarios fuesen "el verdadero Opus Dei", serían ellos los que habrían pasado a llamarse numerarios, y viceversa. Los nombres no han cambiado porque el instituto secular sigue intacto.
Por eso, los nuevos Estatutos no pueden por menos que recoger que al prelado, también se le llama Presidente General, y al vicario regional, Consiliario. Porque subsiste la forma jurídica de instituto secular para los laicos. Sí, es una asociación, pero con forma jurídica determinada, la de instituto secular.
Por eso en el Opus Dei ni se mencionan las Constituciones de 1950. Basta pensar lo histérico que se ponía san Josemaría, en público y ante cientos de personas, mientras que decía a voz en grito "¡¡¡¡el Opus Dei no es un instituto secular!!!!", cuando realmente y jurídicamente todavía lo era.
Si levantara la cabeza y viera que tras su muerte, no solo no tiene "propio pueblo" la prelatura por él soñada, sino que los laicos, al quedarse fuera, la única manera de ubicarlos en alguna parte es dejándolos como estaban, esto es, como instituto secular, pero de tapadillo, le daba un síncope.
Luego si en el Opus Dei los numerarios se siguen llamando numerarios, y los supernumerarios, supernumerarios, como quiera que las palabras son significantes, eso quiere decir que los numerarios siguen siendo el Opus Dei en sentido estricto, y los supernumerarios vienen a ser como excedentes, es decir, están pero sin estar, o dicho de otro modo, están de florero, para enseñar, para mostrar en los folletos y páginas web.
Esto es justo todo lo contrario que decía Álvaro del Portillo: "el verdadero Opus Dei son los supernumerarios y agregados"
Al final, san Josemaría se ha tragado los institutos seculares que tan poco le gustaban. Eso sí, de tapadillo. Al final, su fidelísimo y listísimo hijo Álvaro, ha pilotado una transformación de la institución tan chapucera, que ha dejado al Opus Dei con una forma jurídica tan esperpéntica que no solo le ha tocado los cojones al fundador, "allá en el otro mundo", sino que ha dejado a 92.000 miembros sin saber dónde coño están.
La verdad es que este pedaleo nos ha llevado muy lejos, pero viene a cuento de las aportaciones mensuales de los supernumerarios, contenidas en las Constituciones de 1950 pero no opuestas al artículo 94.2 de los Estatutos de 1982. De todas formas, y volviendo a ese tema, no se dice nada en cuanto a la cantidad, pero sí se emplea un término muy curioso: "limosnas mensuales". Es curioso, "aportación" es lo que hace quien está "dentro", mientras que "limosna" es lo que da quien está "fuera". Los supernumerarios "están fuera". Todos (numerarios y supernumerarios) "ayudan" (artículo 94.2 de los Estatutos de 1982), pero los supernumerarios desde fuera, ya que están en situación análoga a la de "excedencia".
Curiosamente, en el Opus Dei se puede pasar de supernumerario a numerario automáticamente, es decir, alguien que está "fuera" puede pasar dentro. Pero no al revés de modo inmediato, una vez hecha la incorporación jurídica. ¿Por qué? Porque dejar de ser numerario es equivalente a abandonar una orden religiosa, lo cual, en el Opus Dei es equivalente a cometer una gravísima infidelidad con Dios. No tendría sentido que quedara en excedencia de modo inmediato "un traidor"; en todo caso, pasado un tiempo, si se arrepintiere. Esto es lo que sostenia san Josemaría y lo que se recoge en las Constituciones de 1950.
Resumiendo, por tanto, podemos decir que los numerarios no tienen obligación de entregar su sueldo al secretario del centro. Los supernumerarios tampoco tienen obligación de llevar a cabo la "aportación mensual", sino la "limosna mensual", que por su propia naturaleza, no es obligatoria, porque ninguna limosna es obligatoria.
Además, esa "limosna" y otros detalles (entre ellos, los nombres de "numerario" y "supernumerario") denotan que el Opus Dei sigue siendo un instituto secular que, en sentido estricto, solo está compuesto por los numerarios, que vienen a ser pseudo religiosos de donde salen los sacerdotes de la prelatura, estando prohibido que el clero de la prelatura se surta de otra cantera que no sea esa.
Por eso, aunque a los numerarios no se les dice esto abiertamente, todo numerario es un cura numerario en potencia. O dicho de otro modo: El destino de todo numerario, en un principio, es ordenarse sacerdote para engrosar el clero de la prelatura, salvo que esa necesidad de clero no sea muy perentoria. El fuerte descenso de "vocaciones de numerarios" en los últimos años, ha hecho que el porcentaje de estos que llegan al sacerdocio sea considerablemente mayor. Todo está en camelar convenientemente a chicos numerarios que estén en torno a la treintena de edad o a numerarios que no hayan tenido una vida profesional muy intensa y les importe un pimiento su profesión al no tener el más mínimo gusto en ella, ni prestigio.
Volviendo a la segunda idea del segundo párrafo del punto 13 de la carta de 9 de enero de 2018, hemos visto que, en contra de la comedura de tarro que sufren los numerarios y los supenumerarios en materia económica, ni el numerario tiene obligación e entregar su sueldo, ni el supernumerario tiene obligación de hacer la aportación mensual, pues en sentido estricto, no pertenece al Opus Dei, y desde fuera, lo mas que puede hacer son limosnas, libremente, en cuanto a cantidad, frecuencia y modo, sin que nadie le tenga que recordar nada y sin rendir cuentas a nadie. Sobre esto último debo decir que yo, entre los años 2002 y 2009 tuve como encargo llevar la contabilidad de las aportaciones mensuales de los supernumerarios del centro de supernumerarios de la avenida del Brillante 171-bis en Córdoba.
La mecánica era y es la siguiente: Hay un buzón en el centro en el que cada supernumerario, a lo largo del mes, deposita un sobre con dinero. El sobre debe ir con el nombre del supernumerario. En alguna ocasión algún supernumerario me comentó que él prefería ofrecer esa aportación con sentido evangélico, esto es, sin saber la mano izquierda lo que hace la derecha. A mí me pareció bien, pero los directores me dijeron que no, porque el sentido de poner el nombre era para facilitar un seguimiento de quienes hacían puntualmente la aportación y quienes no. Aquí se ve una vez más esa obsesión por el control de todo que se lleva desde la institución.
Una vez avanzado el mes, sin llegar al final, mi encargo consistía en abrir el buzón, coger los sobres y pacientemente irlos abriendo y contando el dinero que había aportado ese mes cada supernumerario, apuntándolo en una lista que entregaba, junto con el dinero, al secretario del centro, el cual lo guardaba en la caja y aprovechaba los últimos días del mes para pasar sendas notas a los distintos encargados de grupos de supernumerarios en las que les comunicaba quienes todavía no habían hecho la aportación, para que estos encargados se lo comunicasen a esos supernumerarios, de modo que hiciesen la aportación mensual antes de que acabara el mes.
Este pasado invierno encontré a un amigo mío supernumerario más cabreado que una mona porque había descubierto que esa aportación, que él hacía con sentido evangélico, estaba sometida a este estricto control y figuraba en estadillos y casillas que se controlan desde su centro. Estaba indignado.
Le expliqué que yo, cuando era numerario, tenía ese encargo. Para quitarle hierro a su enfado le comenté que, ahora no porque el Opus Dei está de capa caída tras varios palos desde la Santa Sede, pero en los tiempos gloriosos "de tí y de todos se llevaba control hasta de los polvos que te echas semanalmente con tu mujer". Y no exagero ni un pelo.
Vuelvo a preguntar a Ocáriz: La aportación mensual, ¿es mandato o es sugerencia? La entrega del sueldo por parte de los numerarios ¿es mandato o es sugerencia?
Mañana pasaremos al punto tercero del segundo párrafo del número 13 de la carta de Ocáriz, esto es, la disposición a escuchar por parte de quienes gobiernan en el Opus Dei.
Jajajajajajajajajajajjajajajjajajajjajaajjajjajajajajjajajjaaj. Por cierto, he citado antes unos estudios históricos sobre san Josemaría. Me consta que hay gente con un gran interés en que se escriba la otra historia del Opus Dei y de su fundador.
De una manera sistemática, no hay mucho, pero estudios puntuales, hay bastantes. Ya he mencionado los aproximadamente 400 libros escaneados en OpusLibros. Ciñéndonos a temas englobables bajo la categoría de "historia", hay una colección de la que adjunto el enlace por si a alguien le pica la curiosidad ante una multitud tan variada de colaboraciones de tipo histórico.
El enlace es este: http://www.opus-info.org/index.php?title=Category:Historia_del_Opus_Dei ).
De todas formas, hay una cuestión que cada vez veo más clara: Cuando se escriba la historia del Opus Dei, parece claro que los más indicados para hacerlo son aquellos que, además de profesionalidad, sean ex-miembros del Opus Dei, pues por lo que veo, son capaces de separarse con objetividad respecto a la institución y al fundador, lo suficiente como para tener el mínimo de objetividad que se requiere para escribir historia sin dejarse llevar del prejuicio.
Hay algo que tengo claro: Los miembros del Opus Dei son incapaces de escribir con objetividad sobre el Opus Dei y su fundador. No les deja ese fanatismo, violento o menos violento, pero fanatismo. Son incapaces de ver a su institución con sentido crítico, con imparcialidad, sin prejuicios.
Un miembro del Opus Dei podrá hacer exégesis, pero no historia del Opus Dei.
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