Foto: Elena Martín Barce
Ángel Zapata (Madrid, 1961), profesor de la Escuela de Escritores, es autor de ‘La práctica del relato’ ‘Las buenas intenciones y otros cuentos’, ‘El vacío y el centro’, ‘Tres lecturas en torno al cuento breve’, ‘La vida ausente’ y ‘Materia oscura’. Tuvo a su cargo la edición de ‘Escritura y verdad (Cuentos completos de Medardo Fraile) en la editorial Páginas de Espuma. Es autor, también, de la traducción de ‘André Breton y los datos fundamentales del surrealismo’ de Michel Carrouges. Sus cuentos han sido incluidos en varias antologías y desde el año 2008 es miembro del Grupo Surrealista de Madrid. En el último trimestre de 2018 y editado también por Páginas de Espuma, ha publicado su último volumen de relatos, ‘Luz de tormenta’, donde una vez más se muestra que la escritura de Zapata es una de las apuestas más singulares e innovadoras dentro del cuento español de hoy. Como reza la contraportada del libro, «Fiel a la tradición surrealista, ‘Luz de tormenta’ tiene la cualidad de arrancarnos a la opacidad de lo cotidiano, es un desafío a la inercia fúnebre de las significaciones impuestas, y una brecha en la inmovilidad reinante a través de la cual llega a nosotros el estremecimiento de un mañana jugador. El próximo día 9 de febrero, todos aquellos que lo deseen podrán asistir al taller que el escritor madrileño impartirá en la librería Bibliocafé (Sede Wayco), sita en la calle Gobernador Viejo, 29, de València. Todo esto parece bagaje y motivo suficientes, para entrevistar a Ángel Zapata y a ello me apliqué hace unos días. La entrevista tuvo lugar a distancia: él en el centro de la península; yo, a la orilla del Mediterráneo.
Cuando entrevisto a un escritor por primera vez, siempre comienzo por la misma pregunta: ¿qué significa para Ángel Zapata escribir? Escribir es un modo de entrar en contacto con eso que en mí no tiene palabra. Y es un modo de compartir con otros esta experiencia sensible, que podría tener cierta capacidad transformadora en su manera de ser sujetos, como algunos autores y autoras la han tenido en mí.
A menudo se habla del terror a escribir, del temor a la página en blanco, para Ángel Zapata ¿una página por estrenar es una superficie que produce vértigo o todo un desafío para descubrir qué aventura inexplorada se esconde debajo de su blancura? En mi experiencia, una página en blanco es la condición para que se renueve ese pequeño milagro de ver cómo surge algo de la nada, cómo las palabras se agitan hasta formar por su propio impulso constelaciones de sentido inéditas.
Como escritor surrealista, a la hora de sentarse a escribir los relatos ¿cuál es el punto de partida de cada una de estas historias? ¿De dónde arrancan: de un sueño, de un deseo, de una imagen, de una pulsión…? La enumeración es bastante completa. Mis textos nacen algunas veces de un sueño, otras de un sentimiento o de un deseo que aún no tienen una forma definida, de un recuerdo, de la voluntad de expresar mi cólera por esto o aquello… Los estímulos pueden ser extremadamente variados.
¿Toma notas para escribir o si una idea desaparece de su mente es que no era lo suficientemente importante para dedicarle un texto? En alguna época he tomado notas, pero hace muchos años de eso. En general, yo diría que las ideas para escribir no se pierden. Si surgen de algo auténtico en nosotros se las arreglan para volver, aunque vuelvan con ropajes distintos.
Aunque sea involuntariamente, los escritores intentan responderse preguntas a través de su literatura. Ellos se descubren con frecuencia dentro de sus propios textos aunque traten de camuflarse entre líneas, ¿usted, con sus relatos, qué trata de explorar? Sé que suena un poco solemne, pero diría que sigo fervientemente a Rimbaud cuando afirma “Yo es otro”, y que a través de la escritura trato de explorar eso otro que soy, esas dimensiones de la sensibilidad y de la experiencia que no pueden formularse con el lenguaje en que se dice y se expresa esta realidad, una realidad que yo experimento como ajena, abrumadora, opresiva e indigente.
En la antología ‘Cuento español actual (1992-2012) leí un cuento suyo, que lleva por título ‘Pandemia’, donde la presencia del humor es evidente e inevitable. En alguno de los cuentos de ‘Luz de tormenta’ se detecta también su presencia, ¿qué es el humor para usted? ¿Qué función desempeña en su literatura? El humor está muy presente en mis dos primeros libros de cuentos, y sin embargo en los dos últimos solo aflora de un modo ocasional. Me gustaría no perder el humor, desde luego, pero el hecho es que la deriva sádica y totalitaria de las sociedades capitalistas en los últimos años a mí me deja con muy pocas razones y muy pocas ganas de reír.
Aunque no conozco toda su obra, ‘Pandemia’ es un cuento de mayor extensión que los relatos que integran ‘Luz de tormenta’, ¿afronta de igual manera la escritura de un cuento largo y la de un microrrelato? Paulatinamente, mi escritura ha ido decantándose por sí misma hacia formas más breves cada vez, y ha desembocado en géneros como el microrrelato o el poema en prosa. Pero por lo mismo que no ha sido un proceso deliberado, podría ocurrir que en algún momento necesitara volver a fórmulas un poco más extensas. De todos modos, es verdad que en mi caso el movimiento de la escritura no varía mucho de unas a otras, pues se trata siempre de un texto que se descubre a sí mismo paso a paso, evitando lo que Breton llamó “la odiosa premeditación del argumento”.
Ante los cuentos que componen ‘Luz de tormenta’, como lector uno siente dos tentaciones. La primera, simplemente dejarse llevar por las palabras; la segunda, componer una imagen, una pintura en su mente. ¿Con cuál de estas tentaciones se queda? ¿Con la primera? ¿Con la segunda? ¿Con ninguna de ellas? Me quedaría con un ir y venir entre la imagen y el pensamiento, porque eso es lo que busco. Busco lo que podríamos llamar “imágenes pensantes”, que es algo, además, muy propio de la tradición surrealista. Con sus conocidísimos “relojes blandos”, por ejemplo, Dalí nos propone una imagen con una intensa pregnancia icónica, y a la vez una cierta idea y casi una reflexión explícita en torno al tiempo.
Ha dividido ‘Luz de tormenta’ en seis partes, ¿qué criterio ha seguido para incluir los relatos en cada una de ellas? Las secciones de “Luz de tormenta” se organizan aproximadamente por texturas de representación. Pero el hecho es que su ordenamiento es casi cronológico (con levísimas modificaciones), y aunque pienso que no resulta manifiesto el libro tiene algo de diario espiritual o de libro de meditación a lo Bataille.
Tengo la sensación de que sus cuentos «muerden», que son como pequeñas picaduras al lector, ¿en su escritura hay un deseo de despertar conciencias de algún modo?» Que mis cuentos “muerden” me parece una descripción muy exacta. Muerden, en efecto. Aun así, pienso que en alguna medida también acarician, pero acarician partes heridas del lector, zonas de sensibilidad de las que la mayoría de nosotros preferiríamos no hacernos cargo. No buscan exactamente “despertar conciencias”, porque no le hablan a la conciencia de los lectores, sino a su ser. De este modo es como me habla a mí toda la literatura que admiro. Y esta es también la apuesta que yo intento mantener, en la medida de mis capacidades, naturalmente.
En algún cuento habla de la muerte, «una inmensa extensión desértica, ni oscura ni verdaderamente iluminada, parecida a la noche polar», ¿qué es la muerte para usted? La muerte es algo que a la vez funda y devasta el sentido. Lo funda, puesto que es en tanto mortales que proyectamos una vida y establecemos vínculos significativos con los otros (un dios se bastaría a sí mismo, no haría nada ni se relacionaría con nadie). Pero a la vez es evidente para mí que el horizonte de la aniquilación despoja de sentido todo el empeño humano. No creo que haya una solución racional para esta paradoja. Y creo que es esta ausencia de solución la que la poesía rodea infatigablemente. La poesía es lo que sigue hablando ahí donde no hay nada que decir.
Pozos, ruinas, muros, túneles, desniveles, muros o rampas que escalar integran el paisaje de sus cuentos, ¿qué significan estos elementos que parecen indicar dificultad, obstáculo, en su escritura? Imagino que esos elementos traducen mi particular relación con lo que llamó Dolto “la dificultad de vivir”. Pero también quieren atestiguar este momento de la sociedad y de la historia: el hundimiento y el colapso civilizatorio en el que ya estamos inmersos, por más que la mayoría de la población prefiera seguir mirando hacia otro sitio, o pensar que son las opciones políticas más lúgubres y aberrantes las que lo van a detener
«La puerta giratoria de lo real lleva un siglo atascada, los torbellinos salen de nosotros usando el tragaluz del más y el menos», ¿puede explicar un poco este párrafo, extraído del cuento ‘Las costumbres ignotas’? Podrá elaborar una explicación, pero no creo que el autor deba arrogarse la posición de “Amo del sentido” en relación a sus textos. Yo lo dije. O presté oídos a lo que se decía en mí. Y una vez escrito, su significado se cumple en la resonancia que la frase tenga en cada uno de sus lectores y lectoras.
La última por hoy. Es usted autor del libro ‘La práctica del relato’ y el próximo sábado, 9 de febrero, acude a València para impartir un taller literario, que lleva por título ¿Cómo se escribe un cuento?, en verdad ¿se puede enseñar a escribir un cuento? Se pueden dar algunas indicaciones básicas, sí. Y se puede enseñar qué errores evitar en el momento de escribir un cuento. No se puede enseñar el talento (entre otras razones porque nadie sabe qué es). Y no se debe enseñar a simular el talento por medio de procedimientos técnicos, porque con esto lo que se consigue son “productos editoriales” más o menos convincentes, pero no ese acontecimiento grávido y misterioso que es un libro.
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