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Pere Cervantes, escritor: «Mi novela ‘Golpes’ es un combate existencial»

La novela habla de la pérdida de identidad, de la soledad, de la imposibilidad de querer, de la importancia de disponer de alguien que te acoja en las esquinas del cuadrilátero de la vida.
Herme Cerezo
miércoles, 20 de marzo de 2019, 14:59 h (CET)

Fotografía: Quique Igual

Hace unas semanas tuve la oportunidad, y la fortuna, de compartir con Pere Cervantes (Barcelona, 1971) la presentación de su novela ‘Golpes’ (Premio Letras del Mediterráneo y Premio Qubo de Narrativa de 2018), editada por Alrevés. El acto tuvo lugar en El Corte Inglés de Colón de la ciudad de València. De aquel evento surgió esta charla, una entrevista, quizá postergada demasiado tiempo. Basada en un hecho real, ‘Golpes’ es la historia de Alfa, un tipo que, tras pasar 444 noches en prisión, decidió visitar en su casa al escritor barcelonés, también policía como él, para contarle su historia bajo la premisa de «no soy inocente, pero hay una gran diferencia entre ser un delincuente o ser un tipo que comete delitos». La novela habla de la pérdida de identidad, de la soledad, de la imposibilidad de querer, de la importancia de disponer de alguien que te acoja en las esquinas del cuadrilátero de la vida y de la capacidad de encajar y, en cierta medida, devolver, los golpes de una existencia dura. Las similitudes entre el boxeo y la vida de Alfa son constantes, se reflejan en la novela y en la conversación que sigue a continuación.

Pere, pasaste unos años en Bosnia y Kosovo, trabajando para la O.N.U., ¿la soledad, la distancia de tu tierra fueron los disparadores de tu vocación por escribir?



No lo sé. Kosovo me pillo con veintiocho tacos. Allí estuve dos años y otro más en Bosnia, pero es tal el cúmulo de experiencias que te proporciona una situación así, que en ese momento sólo piensas en sobrevivir. Luego, ya en casa, uno recopila datos, memorias e incluso, mucho tiempo después, aún percibe influencias de todo aquello. Lo que sí tengo claro es que me gustaba mucho leer y que mi impulso creador viene de antes. Yo quería escribir pero en 1990, cuando entré en la universidad, no había una carrera específica de Contador de historias. Existía Filología Hispánica, pero no pude acceder a ella y estudié Derecho.

Entonces, en tu caso la escritura no tiene tanto de terapéutico como yo pensaba.



No, terapéutica fue mi primera novela, ‘Trescientos sesenta y seis lunes’, que quedó en silencio porque estaba mal escrita. Describía nuestro primer año en Kosovo y el título proviene de una frase que utilizábamos mucho allí: «cada día es lunes». El protagonista era un casco azul, al que le atribuíamos todo lo que hacíamos. Creo que aquello está superado, pero bueno, a lo mejor no es así.

Eres un habitual de la novela negra. No hace mucho, Carlos Zanón escribió un artículo donde reflexiona sobre los escritores del género y afirma que poner cara de «malote» en las fotografías ayuda al éxito de los libros.
¡Es que las salidas de Carlos son tan buenas…! En mi caso no es así, soy poco fotogénico y no hay remedio [risas]. Pero no creo que la cosa vaya por ahí. Es verdad que, sobre todo antes, existía una especie de creencia de que el escritor de novela negra, había de beber whisky, trasnochar y frecuentar todos los prostíbulos de la ciudad. Pero ahora te encuentras a un señor, que trabaja en Correos, o a una mujer, que es funcionaria, que escriben y son más buenos que el pan. Y lo mismo ocurre con los policías, que no tienen nada que ver con los de los años ochenta, porque la sociedad evoluciona.

Acabo con Zanón, en el buen sentido del término, tu paisano dice también, que la mayoría de escritores de novela negra jamás han visto una pistola de cerca. Por tu profesión, este no es tu caso, ¿conocer el ambiente «negro» le sirve de ayuda a un escritor de género policial?
Sí y no. Según en qué novelas, he tenido que documentarme para muy diversos temas. En ‘Golpes’, por ejemplo, hube de hacerlo sobre asuntos de narcotráfico, porque nunca he trabajado en ello y realicé la misma investigación que efectuaría una persona que parte de cero y que está fuera de la policía. En otros casos, mis veintiocho años de experiencia en el cuerpo me han ayudado. Generalmente, soy contrario a pensar que, por ser policía, lo tengo más fácil que otros escritores y me asombra ver cómo se documentan. El ejemplo más reciente que tengo es el de María Frisa en su novela ‘Cuídate de mí’, donde maneja una documentación muy precisa.

¿Cómo tropezaste con la historia que dio origen a ‘Golpes’?



Antes que nada he de aclarar que ‘Golpes’ es una novela basada en un hecho real, una historia no acabada y todavía pendiente de sentencia. Por ese motivo he utilizado alias y nombres falsos. La primera noticia me llegó al enterarme de que Alfa, lo llamo así durante el relato, con el que había compartido trabajo en las calles de Barcelona y que era jefe de un grupo antidrogas, estaba en prisión detenido por Asuntos Internos. Traté de ir a verle, pero no me aceptó la visita. A partir de ahí, establecimos una relación indirecta a través de su hija: él me escribía cosas que le enviaba a ella y viceversa. Le mandé libros a la cárcel, porque ante todo él es un gran lector y un cinéfilo empedernido. Cuando salió, vino a mi casa, me contó lo ocurrido y me explicó algo muy importante: «no toda persona que comete un delito es un delincuente». Era un planteamiento que me fascinó y empecé a tomar notas sin ningún afán. Pensé que tal vez más adelante pudiera usarlas para algo. Las entrevistas se sucedieron y llegó un momento en que me pidió que contara lo que le había sucedido.

Y, ¿cómo es Alfa?



Poco a poco fui descubriendo que era una persona muy egocéntrica. Había establecido relaciones con muchas mujeres, algunas incluso duraderas, pero era incapaz de querer. Me costó que lo reconociera, pero al final lo hizo y me explicó que el hecho de tener una hija le había convertido en un ser vulnerable, al que le habían entrado todos los miedos del mundo. Por otro lado, tras ingresar en prisión a sus cincuenta años, había perdido su identidad. Alfa había sido policía toda su vida, una profesión que amaba, y estar en la cárcel lo había desubicado.

Has explicado antes que ‘Golpes’ está basada en un hecho real, ¿has tenido que fabular mucho para escribirla?
Debe haber como un veinticinco por ciento de ficción en total. He tenido que fabular, porque el final real de Alfa no es el que aparece en la novela, que es un final construido de acuerdo con lo que él me contó que haría si las cosas se le torcían, lo condenaban de nuevo y tenía que regresar a prisión.

La novela está dividida en doce capítulos, rebautizados como doce asaltos, los mismos que tiene un combate de boxeo, ¿noqueas al lector al final de la lectura o no era ese tu propósito?
No, no, de K.O. nada. Cuando ya tenía clara la sinopsis de la novela, me di cuenta de que no funcionaba, de que no sabía cómo hacerlo. Alfa me contaba las cosas de un modo muy anárquico, con mucho desorden. Así estuve hasta que en una de sus visitas, vi que siempre se expresaba en términos pugilísticos. Hablaba de los hombres y mujeres de la esquina, ese rincón al que acuden los púgiles entre asaltos para recibir consejos de sus cuidadores y recuperarse, de los pilares de su vida, de su padre, de su mejor amigo… Él era un experto en artes marciales y entonces pensé convertirlo en un boxeador. Yo no entendía mucho de boxeo, así que me documenté con libros de expertos en el tema, como el escritor norteamericano Norman Mailer. También leí varios artículos del periodista Manuel Alcántara. Había descubierto que esta novela sólo podía ser contada a la manera de un combate de boxeo: doce asaltos, doce capítulos, no admitía más. Y debían ser cortos, con poca descripción, al grano. Lo de Alfa era un combate existencial.

Para narrar escogiste la primera persona, ¿por qué?



Lo tuve claro desde el principio, Alfa me lo puso muy fácil. Como cualquier persona él tiene un montón de defectos, pero también muchas virtudes y una de ellas es que es un tipo culto, un seductor nato a todos los niveles, ducho en temas culturales. Me describía escenas y sentimientos, que automáticamente me transportaban a la primera persona. Si hubiera empleado un narrador omnisciente, el foco narrativo nos hubiera alejado del protagonista.

Antes has hablado de la falta de empatía de Alfa, un rasgo propio de gente solitaria. No hay nadie más solitario que un boxeador en medio del ring, intercambiando golpes contra otro púgil que está tan solo como él.



Correcto. Cuando le dije eso le encantó. Alfa se identificaba con la soledad del púgil al cien por cien. Todas las frases referidas al mundo del boxeo, que le describen en ‘Golpes’, son igualmente son aplicables a este tipo de personas. Fue un descubrimiento casual, pero que le encaja perfectamente.

¿’Golpes’ es la más negra de tus novelas?



Sin duda, que sí. El protagonista huele a un tipo clásico, a personaje de Chandler anclado en el tiempo. Alfa es un dinosaurio, que todavía no se ha enterado de que la especie se extinguió hace mucho tiempo, y se define a sí mismo de este modo, aunque también he de decir que es consciente de ello.

La acción es muy dinámica, pero a la vez ‘Golpes es también una novela intimista e introspectiva.



Me gustan los personajes reflexivos y en mi escritura siempre insistiré en sus conflictos internos. La literatura es un espacio común al que todos acudimos, porque todos compartimos las mismas miserias y alegrías. Si existe un conflicto de pérdida de identidad, la lectura puede servir de ayuda a personas que sufren ese mismo proceso. En la universidad leía mucho a Milan Kundera, que estaba obsesionado con este tema. Me gustaba cómo ahondaba en el personaje. Cuando escribo guiones, procuro no contar con palabras lo que se puede narrar con una imagen. En ‘Golpes’ he hecho lo mismo. De este modo podemos conocer, analizar y ver mejor los conflictos internos de Alfa.

El argot quinqui y policial desempeña un papel llamativo en la novela. «Guardería» (almacén provisional de droga) o «balneario» (la cárcel) tienen aquí otras acepciones, ¿esos «otros» significados quién los inventa?



Creo que el lenguaje quinqui y policial merecería que alguien hiciera un diccionario, porque constituye una jerga, que he respetado al máximo, Sin ir más lejos, los diálogos entre el protagonista y su confidente son textuales, reales, nada inventados, incluso se puede detectar la arrogancia del representante de la ley sobre el delincuente. Evidentemente, el quinqui es el primero que crea nuevos términos, pero la policía también inventa los suyos. En cuanto a las dos palabras que has citado, guardería y balneario, no sé de dónde provienen, tal vez de Sudamérica.

Otro alias, Suso Castro, un personaje secundario, es un inspector por el que Alfa siente veneración y del que afirma que fue quien le enseñó el oficio. ¿A ser policía se aprende en la academia o siempre hay un veterano que inicia en la profesión?



Bueno, el personaje de Suso Castro supone un guiño a un amigo nuestro. Se trata de un punto de vista mío - y puedo equivocarme, claro - y también un ataque de nostalgia, que me sobrevino al sentarme a escribir. Hace unos años, cuando un policía salía a patrullar por la calle, le esperaba ya un veterano o una veterana, y con ellos era con quienes aprendía a conocer realmente el oficio. La academia está bien, es necesaria, pero la vida no es la academia. Yo tuve la suerte de ser asignado a un veterano, disfrutarlo y aprender de él. Si no hubiera sido por este tipo, no me hubiera espabilado tan rápido, me habría costado más. Castro es un homenaje a aquellos veteranos que hoy ya no están en la calle, sino en otros destinos o en los despachos. Es una pena, porque los nuevos policías pierden «un padre espiritual».

Una última cuestión: ¿Alfa leyó la novela mientras la escribías?



Sí, le fui pasando los capítulos en bloques de cuatro. Me interesaba mucho conocer su opinión como lector. Me pidió que borrara un par de cosas y así lo hice. No hubo más cambios. Alfa no es un tipo inocente y ésta no es la novela de un escritor-policía concebida para defender a un compañero. En ‘Golpes’ vierto muchas cosas, incluida una crítica social. Cuando se investiga un caso de narcotráfico, la gente puede pensar que la información llega a la policía de modo gratuito y no es así. Todo tiene un precio. Unas veces es información, un trato, o cualquier otra cosa. Las personas han de saber que si hacen obras en su casa, habrá polvo y, sin embargo, en según qué temas, la sociedad no quiere saber nada de lo que ocurre. También la prensa juega un papel importante en esto, porque es muy hábil y rápida para publicar que un subinspector ha sido detenido por corrupción o narcotráfico. Sin embargo, si luego el caso se sobresee y el policía es declarado inocente, no lo refleja y lo que queda en la memoria colectiva es la mancha.

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