Estamos viviendo cambios políticos sorprendentes en los partidos y sus líderes. Lo hemos comprobado en los dos debates celebrados en Radiotelevisión Española y en el del grupo Atresmedia.
No se celebró un cara a cara porque ya no hay bipartidismo sino cuatro partidos principales y quizá cinco a partir de estas elecciones generales. Lo que queda visible de estos debates a cuatro es una división clara en dos bloques, izquierda y derecha, pero la izquierda nunca antes se había mostrado tan compatible como en esta ocasión.
Irreconocible estuvo Pablo Iglesias echando una mano a Pedro Sánchez, reproduciendo los acuerdos de los últimos meses en la formación del gobierno con la moción de censura. Nada que ver con aquel Iglesias de la investidura fallida del PSOE con Ciudadanos. Nada que ver con el Iglesias de las elecciones de 2015 y nada que ver con el Iglesias de las elecciones de 2016. Ha cambiado, y el cambio ha sido memorable. Es una transformación total y elogiable cómo ha llevado a la práctica lo que sin duda conoce bien en teoría política.
Este entendimiento de los dos partidos principales de la izquierda no sucedió antes en los cuarenta y un años que llevamos de democracia (contados desde la aprobación de la Constitución en 1978). No sucedió con Felipe González y Santiago Carrillo y no sucedió con González y Anguita. Durante los años ochenta y primera mitad de los noventa González ninguneó a la izquierda del PSOE porque no la necesitaba al principio y luego Anguita acabó sometiéndose a la pinza con Aznar, cansado de ser ignorado por González.
Los votantes se verán esta vez reconocidos en una alianza natural ensayada ya con el gobierno en funciones, del PSOE, apoyado por Unidas Podemos. Mientras las tres derechas, "la derechita cobarde" y la que viene, pugnan por un líder dominante entre ellas. ¿Será Casado, Rivera o Abascal? A saber.
Las cosas vienen bien dadas para que en España ocurra lo contrario de lo que sucede a nuestro alrededor. La socialdemocracia aquí jugó un papel tardío y parece por momentos que los últimos serán los primeros, porque durante cuarenta años de dictadura no les dejaron jugar la partida al mismo tiempo que en los países abatidos por la II Guerra Mundial. Pedro Sánchez ha demostrado en las primarias que el PSOE es mucho PSOE y así lo reconoce el mismo Pablo Iglesias, que lo daba por perdido, pero que, una vez reconocida esa estructura sólida de la organización, apuesta por la alianza de la izquierda con una puesta en escena estudiada y sacada de un manual de política. Ha aprendido la lección.
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