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Gabriel Ruiz-Ortega

'Rito de paso', de Víctor Coral

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La narrativa latinoamericana es el crisol en la que se están dando hoy en día las más atractivas variantes temáticas en lengua castellana. Si bien es cierto que existe un parricidio hacia los escritores del Boom, es menester aclarar que los parricidas que han logrado forjar una obra estructurada e interesante hacen gala del conocimiento de causa de aquel esplendor de las letras latinoamericanas en el siglo pasado. Por un lado tenemos a los escritores que saben muy bien ofrecernos realidades paralelas a través de un lenguaje milimétricamente trabajado como lo son Rodrigo Fresán, Roberto Bolaño, Héctor Abad Facciolince y Luis Hernán Castañeda. En el que para coincidencia de casi todos los mencionados, tienen al mundo interior del escritor como eje en el que se desarrollan sus tramas. Y apelando a una realidad más cruda, con un lenguaje que es desplazado por la historia, tenemos imprescindibles nombres como los de Fernando Vallejo, Jorge Franco, Guillermo Fadanelli, Pedro Juan Gutiérrez y Daniel Alarcón. Nombres estos que nos pueden dar una idea de lo que se está escribiendo en estos últimos años en América Latina. Una división un tanto arbitraria, sí, pero que a la vez nos ayuda a leerlos o descubrirlos, y que de alguna manera nos brinda la posibilidad de encontrar enlaces o diferencias en este fascinante viaje que vendría a ser la lectura de estos autores sumamente buenos.

Cuando uno termina de leer la primera novela, Rito de paso, del narrador y poeta Víctor Coral, notamos esa riquísima fusión que existe en una formación literaria forjada entre las bibliotecas y la calle. Lector omnívoro y de alma inquieta, Coral ha sabido engarzar diversas tradiciones literarias para ofrecernos una historia que de por sí es difícil de clasificar en corriente narrativa imperante.

Rito de paso está ambientada en una desolada ciudad de Lima, a cientos de años en el futuro. Sus jóvenes protagonistas se encuentran sometidos y vigilados por un poder casi omnímodo como lo es El Complejo. La trama gira alrededor de Aníbal, César y Divinne. La novela en cuestión adquiere fuerza cuando Divinne es citada para prestar declaración ante la Comisión de Asuntos Metalaborales, puesto que este sugerente y delicioso personaje violó una de las reglas establecidas de El Complejo al entablar una relación sexual con César.

Locales de juerga nocturna como el Grey Purity, Bell Defeat y Polyrod son los escenarios por los que trasuntan estos jóvenes vigilados, pero que no dudan en descargar sus respectivas impotencias en intensos arranques emocionales acicateados por toda clase de bebidas con agradecidos ingredientes alucinógenos. En estas noches de farra nos topamos con la secta de los tántricos. El encuentro que uno de los miembros de esta secta tiene con César y Divinne en Polyrod nos remite a varias escenas de la novela que nos ayudan a entender el espíritu de la misma. Pues bien, el sendero por el que Divinne huye de aquella realidad mecanizada es realizado apelando a una fuga paralela a través de declamaciones hechas en la más absoluta intimidad. En esta actitud de Divinne se encierra la verdadera esencia de Rito de paso, que obviamente, no diré.

Ya sean los personajes principales como los secundarios, estos se juegan el todo por el todo en pos de una utopía que les permita no caer en la deshumanización que se les impone. Ellos vuelcan sus esperanzas amparándose en peculiares visiones que tienen de la filosofía y la religión, en ceremonias ligadas a los sacrificios, o en la afirmación de conductas llevadas al extremo gracias a los celos y la depresión.

El autor se vale de un narrador que va reconstruyendo los hechos, Santos es un personaje acertado que, mismo periodista obsesionado, va armando la historia hasta sus respectivos desenlaces. Con la aparición de este personaje se corría el peligro de caer en digresiones, pero como buen conocedor de esta clase de baches, Coral ha sabido manejarlo dejándolo en un plano secundario.

Esta novela no debe emparentarse a la ciencia ficción, su empalme va por la tradición del futurismo. Uno de los autores que posiblemente esté detrás de esta primera y muy buena novela de Coral sea J.G. Ballard. Sin embargo, cabe destacar que si bien es cierto la complejidad temática es fuerte, esta no es un obstáculo para disfrutar de la historia que el autor nos cuenta.

Tengamos en cuenta también que el autor es un importante poeta en Perú, y paradójicamente, el hálito poético brilla en esta novela por su ausencia, demostrando así el claro dominio que el autor tiene de ambas vertientes creativas.

Rito de paso, una novela para verdaderos letraheridos.

'Rito de paso', de Víctor Coral

Gabriel Ruiz-Ortega
Gabriel Ruiz Ortega
martes, 3 de octubre de 2006, 00:49 h (CET)
La narrativa latinoamericana es el crisol en la que se están dando hoy en día las más atractivas variantes temáticas en lengua castellana. Si bien es cierto que existe un parricidio hacia los escritores del Boom, es menester aclarar que los parricidas que han logrado forjar una obra estructurada e interesante hacen gala del conocimiento de causa de aquel esplendor de las letras latinoamericanas en el siglo pasado. Por un lado tenemos a los escritores que saben muy bien ofrecernos realidades paralelas a través de un lenguaje milimétricamente trabajado como lo son Rodrigo Fresán, Roberto Bolaño, Héctor Abad Facciolince y Luis Hernán Castañeda. En el que para coincidencia de casi todos los mencionados, tienen al mundo interior del escritor como eje en el que se desarrollan sus tramas. Y apelando a una realidad más cruda, con un lenguaje que es desplazado por la historia, tenemos imprescindibles nombres como los de Fernando Vallejo, Jorge Franco, Guillermo Fadanelli, Pedro Juan Gutiérrez y Daniel Alarcón. Nombres estos que nos pueden dar una idea de lo que se está escribiendo en estos últimos años en América Latina. Una división un tanto arbitraria, sí, pero que a la vez nos ayuda a leerlos o descubrirlos, y que de alguna manera nos brinda la posibilidad de encontrar enlaces o diferencias en este fascinante viaje que vendría a ser la lectura de estos autores sumamente buenos.

Cuando uno termina de leer la primera novela, Rito de paso, del narrador y poeta Víctor Coral, notamos esa riquísima fusión que existe en una formación literaria forjada entre las bibliotecas y la calle. Lector omnívoro y de alma inquieta, Coral ha sabido engarzar diversas tradiciones literarias para ofrecernos una historia que de por sí es difícil de clasificar en corriente narrativa imperante.

Rito de paso está ambientada en una desolada ciudad de Lima, a cientos de años en el futuro. Sus jóvenes protagonistas se encuentran sometidos y vigilados por un poder casi omnímodo como lo es El Complejo. La trama gira alrededor de Aníbal, César y Divinne. La novela en cuestión adquiere fuerza cuando Divinne es citada para prestar declaración ante la Comisión de Asuntos Metalaborales, puesto que este sugerente y delicioso personaje violó una de las reglas establecidas de El Complejo al entablar una relación sexual con César.

Locales de juerga nocturna como el Grey Purity, Bell Defeat y Polyrod son los escenarios por los que trasuntan estos jóvenes vigilados, pero que no dudan en descargar sus respectivas impotencias en intensos arranques emocionales acicateados por toda clase de bebidas con agradecidos ingredientes alucinógenos. En estas noches de farra nos topamos con la secta de los tántricos. El encuentro que uno de los miembros de esta secta tiene con César y Divinne en Polyrod nos remite a varias escenas de la novela que nos ayudan a entender el espíritu de la misma. Pues bien, el sendero por el que Divinne huye de aquella realidad mecanizada es realizado apelando a una fuga paralela a través de declamaciones hechas en la más absoluta intimidad. En esta actitud de Divinne se encierra la verdadera esencia de Rito de paso, que obviamente, no diré.

Ya sean los personajes principales como los secundarios, estos se juegan el todo por el todo en pos de una utopía que les permita no caer en la deshumanización que se les impone. Ellos vuelcan sus esperanzas amparándose en peculiares visiones que tienen de la filosofía y la religión, en ceremonias ligadas a los sacrificios, o en la afirmación de conductas llevadas al extremo gracias a los celos y la depresión.

El autor se vale de un narrador que va reconstruyendo los hechos, Santos es un personaje acertado que, mismo periodista obsesionado, va armando la historia hasta sus respectivos desenlaces. Con la aparición de este personaje se corría el peligro de caer en digresiones, pero como buen conocedor de esta clase de baches, Coral ha sabido manejarlo dejándolo en un plano secundario.

Esta novela no debe emparentarse a la ciencia ficción, su empalme va por la tradición del futurismo. Uno de los autores que posiblemente esté detrás de esta primera y muy buena novela de Coral sea J.G. Ballard. Sin embargo, cabe destacar que si bien es cierto la complejidad temática es fuerte, esta no es un obstáculo para disfrutar de la historia que el autor nos cuenta.

Tengamos en cuenta también que el autor es un importante poeta en Perú, y paradójicamente, el hálito poético brilla en esta novela por su ausencia, demostrando así el claro dominio que el autor tiene de ambas vertientes creativas.

Rito de paso, una novela para verdaderos letraheridos.

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