Es posible que más de uno, durante los siete meses que ha durado su lesión, comenzara a albergar la posibilidad de una pronunciada cuesta abajo de Rafa Nadal; también es posible que otros tantos –entre los que me incluyo- pensaran que su regreso de verdad se produjera en Roland Garros. Lo que casi nadie podía prever es que, sólo cuatro torneos después de reaparecer y sobre una superficie que no es la suya, pudiéramos volver a ver en su rostro la asesina mirada del campeón.
Rodillas al suelo, y dedos al cielo como todo un número uno; lo que es, simple y llanamente –aunque en el ranking de la ATP “solamente” se le vea en la recuperada cuarta posición-, este fenómeno que sigue añadiendo a su tradicional capacidad de lucha y sacrificio notables dosis de tenis propio de los genios. Y todo ello fuera de su hábitat natural, la tierra batida.
Rafa, una especie de “Corazón de León” –aunque muy diferente al mítico rey inglés medieval- no ganaba un torneo más allá del polvo de ladrillo desde el US Open de 2010. El espectacular paso adelante dado por Djokovic –verdugo en todas las finales disputadas entre ambos desde entonces hasta después del Open de Australia del pasado año- dejó su “imperio” limitado –que no es poco, si se mira bien- a Roland Garros, Montecarlo y el Conde de Godó; aunque en 2012 también añadió Roma. Luego llegó la derrota en Wimbledon ante Rosol… y el túnel, del que nadie, ni él mismo, sabía cuándo iba a poder salir.
Es muy importante que este retorno al primer plano –tras el “fogueo” en Viña del Mar, Buenos Aires y Acapulco- haya llegado en un Masters 1000 de pista dura, lo que sin duda aumentará aún más su moral de cara a la temporada de tierra. Hay quien dice, no sin razón, que jugó a su favor el tremendo “tute” que tenía encima otro jabato como Del Potro, quien acumulaba dos palizas físicas consecutivas ante Murray y Djokovic; pero no es menos cierto que Nadal también tuvo delante a dos “Miura” como Federer y Berdych –reciente finalista en Australia-, a quienes supo y pudo “despachar” en dos sets.
Rafa, para no sobrecargar sus rodillas más de la cuenta, dejará pasar Miami; luego le espera el maratón sobre su superficie predilecta. No sabemos qué sucederá hasta el Grand Slam parisino, su gran objetivo del año –y el de su gran rival serbio-; pero apuesto a que todos confiamos en que en la tierra batida continúe como el rey que viene siendo desde hace ya ocho años.
Tanto es así que estoy plenamente seguro de que Indian Wells 2013 entrará en el selecto grupo de eventos especialmente señalados dentro de su carrera, por ejemplo la Copa Davis de 2004, Roland Garros 2005, Wimbledon 2008, Australia 2009 o el citado US Open de 2010. Más concretamente como el punto de partida de una nueva trayectoria plena de éxitos de quien más de uno –yo me resisto aún a situarlo tan alegremente por encima de Don Miguel Indurain, aunque anda a un nivel similar- considera ya como el mejor deportista español de la historia. Que así sea.
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