El tipo, hospedado en su abrigo, su corbata y su pantalón de raya impecable, me miraba desde la mesa de la librería. Era su imagen una fotografía virada en sepia, por donde caminaba con rumbo fijo, los brazos sueltos, el pelo engominado y la mirada en otra parte. Con todos estos antecedentes, aún sin leer su título, el libro apestaba a bofia, a madero, a sabueso. El resto de volúmenes que le escoltaban, coloreados vivamente, acentuaba su cariz irremediable de género negro. Mi amigo Pallardó, que a veces me acompaña en mis correrías libreras, no dudó en señalarlo:
- Si un libro me mirase a mí, como ése te está mirando a ti, lo compraría sin dudarlo mucho.
Opté por la cautela y comencé a hojearlo. Y descubrí que ‘El comisario De Luca’ era un tríptico, constituido por las novelas ‘Carta blanca’, ‘El verano turbio’ y ‘Via delle Oche’ y que su autor Carlo Lucarelli, nacido en 1960, procedía de Italia, donde había encabezado el denominado Grupo 13, un colectivo de escritores transalpinos interesados en reflexionar sobre la novela negra. Además de este tríptico sobre el comisario De Luca, Lucarelli se manejaba en terrenos pluridisciplinares, ya que resultó ser el autor de varios libros más, guionista y presentador de algún programa de radio.
- Me lo llevo, dije al dependiente, ante la mirada aquiescente de Pallardó.
El verano es buena época para la lectura de novelas negras o policiacas. Y siempre resulta interesante explorar otros territorios, expandir horizontes, encontrar nuevas voces que cultiven este género. Así, gracias a Ediciones Tempora, en su colección Tropismos Negro, he tropezado con este comisario que presenta unas credenciales inmejorables dentro de esta parcela literaria cada vez más compleja. De Luca emerge de la noche brumosa de la policía política fascista, de los últimos momentos del régimen de Mussolini, en suma algo novedoso o cuanto menos peculiar. En tiempos de guerra, no sólo se mata en los campos de batalla sino también en la retaguardia. Y en ese magma residual, civil, preñado de estrecheces, trabaja nuestro comisario. Con semejantes antecedentes y en este marco histórico, resulta interesante observar las imbricaciones e interferencias de los distintos cuerpos represivos del estado, sin olvidar a los representantes de las SS alemanas, que también tejieron su propia tela de araña en Italia durante el periodo 1939-1945.
El comisario De Luca posee un carácter peculiar, un tipo que antepone su cometido policial, a cualquier otra cosa, incluidos los sentimientos, que se zambulle en la cama con mujeres casi de modo involuntario, como si le obligasen, como si sólo fuese una parte más de su trabajo, bastante entretenida por cierto, sin establecer lazos afectivos con ninguna de ellas. Se nuestra muy frío en esto el italiano. Su conciencia policial le absorbe tanto que muchas noches, sumido en profundas meditaciones sobre lo que lleva entre manos, ni siquiera duerme y, si lo hace, sueña con sus pesquisas.
Hay también otro aspecto relevante en su perfil: la relación que mantiene con sus superiores, ávidos de éxitos fáciles y rápidos, en momentos que el régimen fascista se desmorona. Los gerifaltes, con tal de salvar sus cabezas, no vacilarán en filtrar falsos titulares a la prensa, señalando avances inexistentes en las investigaciones policiales. En este sentido, De Luca se comporta con ellos de un modo cordial, profesional, subordinado, aunque lo que piensa en el fondo sea algo completamente distinto.
El pasado también le va a pasar factura a De Luca a lo largo de la trilogía, ya que deberá purgar su vida anterior, limpiar su expediente, depurar sus responsabilidades como antiguo policía político para quedar libre de toda sospecha y recuperar su ‘status’ de miembro de pleno derecho en la comisaría de Bolonia.
Lucarelli se muestra muy hábil en la estructura de las tres novelas. Dispone ante nuestros ojos, y ante los del protagonista, una panoplia más o menos amplia de posibles sospechosos, llevándonos de uno a otro para sembrar la confusión y captar nuestra atención como lectores. Luego los irá descartando con gracia, induciéndonos a pensar lo contrario en cada caso, es decir, que ya tenemos al culpable, nosotros y De Luca, cosa que finalmente no es así. Esta estrategia nos mantiene en tensión hasta el final. Y eso es algo que siempre es de agradecer.
Ah, y hay culpables, convictos y confesos, no como en algunas novelas de este género que, con el pretexto de tocar otros aspectos o porque el autor no sabe cómo terminarlos, nos dejan con la duda en los labios y la miel en la mente. Y es que en el género policiaco, o negro, a mi entender, siempre debe haber un asesino o un ladrón, alguien que ha desencadenado la acción, provocando la escritura del autor y la lectura del lector. Una novela de policías sin culpable, es como un estudiante sin chuletas. O sea, nada.
- Ya te dije yo que te gustaría, me recordó Pallardó cuando terminé la lectura del libro.
Y así fue, me gustó. Y les digo que algo se cuece en la novela negra que se escribe a orillas del Mediterráneo: en España (González Ledesma, Juan Madrid), en Grecia (Martinidis y Markaris) y en Italia (Donna León, Camilleri o el propio Lucarelli), así que bienvenidos al mundo virado en sepia del comisario De Luca.
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'El comisario De Luca', de Carlo Lucarelli. Mayo de 2006. Ediciones Tempora, S.A. Colección Tropismos NEGRO. Precio: 18,50 euros.
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