Dijo el periodista y político francés Emile de Girardin que de todos los presagios siniestros el más grave, el más infalible, es el optimismo.
Los propietarios de medios paraguayos pudieron comprobarlo en estas felices pascuas, cuando festejaron antes de tiempo la destitución de Rubén Quesnel, actual presidente de la secretaría paraguaya dedicada a los asuntos indígenas.
Para comprender el espacio con que aparece en la prensa de este país Sudamérica el tema del “INDI” y su ocasional presidente, Rubén Quesnel, el cariz de la acusaciones y lo encarnizado del combate por la silla, primero debemos estar enterados que el “indigenismo” es uno de los negocios más lucrativos del Paraguay.
En tanto las industrias y los comercios quiebran, y ni las enfermedades progresan, en el Paraguay las ONG prosperan. Inventar de la nada una de ellas, pintar en el exterior un cuadro catastrófico de la realidad social del propio país, y golpear las puertas de algunas embajadas de países ricos, solo son algunas de las claves del éxito en dicho rubro.
Como sucede en todas partes, los personeros de las ONG están unidos por sinnúmero de hilos invisibles con los medios masivos, con los cuales se reparten frecuentemente las ganancias que reditúa toda propaganda o pauta oficial.
Ambos grupos, medios y “sociedad civil”, tuvieron sus quince minutos de gloria bajo el gobierno del cura presidente Fernando Lugo, quien realizó ante los propietarios de medios más genuflexiones que las que pudo realizar durante sus años locos de cura. Basta recordar que su misma campaña la había hecho haciendo suyas las reivindicaciones de ABC color, medio que ha buscado siempre crear disturbios dentro del Mercosur.
Tanto fue el afán de Lugo por complacer al diario de su amigo Aldo Zucolillo, que no dudó en dejar de lato su supuesta afinidad con Hugo Chávez para arrojarse a los brazos de Álvaro Uribe, quien ayudó al gobierno arzobispal a montar un andamiaje represivo solo comparable al del dictador Stroessner.
A tanto llega el delirio, que por décadas este medio otrora hegemónico ha sido capaz de extorsionar a los políticos para cederle espacio, dictándole libretos anexos a cualquier tema que quieran abordar. Uno de ellos es el requisito de declararse periódica y públicamente enemigo del senador Juan Carlos Galaverna, contra quien el amo del diario tiene un encono tan furibundo como estéril: A lo largo de tres décadas no ha podido vulnerarlo ni aún gastando en tinta el equivalente al mismo río Paraná.
Otros conocidos libretos dictados por Zucolillo son las críticas a la corrupción en Petropar. En mis cuatro décadas de vida vi tantas veces titulares en tamaño catástrofe sobre el tema, que a veces pienso que podría leer un artículo al respecto de la década de 1970 como si fuera el día de hoy.
Lo trágico del tema es que sus manipulaciones y mentiras han sido a lo largo de los años tan exitosas, que hasta han logrado desde enviar a inocentes a la cárcel, hasta construir el aislamiento en que hoy se encuentra el Paraguay en la UNASUR.
Paralelamente, puede considerarse normal que a alguien acostumbrado a imponerse al estilo del William Randolph Hearst de principios del siglo XX, los subidos humos y la avanzada edad le empiecen a jugar malas pasadas.
Es que la soberbia siempre es una mala consejera para leer escenarios políticos.
Fue lo que ocurrió esta semana, cuando ABC Color informó eufórico de la supuesta destitución de Rubén Quesnel, actual presidente del INDI, al que algunos han empezado a denominar “saliente” aunque no existe algún “entrante”. Ya sabemos que la política se trata siempre de un equilibrio inestable entre aquellos que quieren entrar, y estos los que no quieren salir.
Tomando al presidente Federico Franco como si fuera un clon del claudicante y pusilánime Fernando Lugo, los redactores de ABC Color se creyeron facultados como para tergiversar sus comunicaciones de acuerdo a sus designios.
En medio de una parafernalia artificial fabricada por las ONG y su prensa adicta, Franco informó que Rubén Quesnel seguirá al frente del INDI por falta de reemplazante, pero los cronistas estaban tan aturdidos por los anhelos de sus patrones que interpretaron una inminente destitución y relevo. Hace tiempo está claro que Oscar Ayala, quien se desempeñó como director de dicha secretaría bajo gobierno de Fernando Lugo y hoy es el principal impulsor de la campaña contra Quesnel, no volverá a ocupar el cargo como pretende.
En celebración de “otro triunfo más”, festejaron con enormes titulares la imaginaria salida del funcionario al que juzgaron y sentenciaron sólo ellos, siendo jueces y parte. Esos títulos no hicieron otra cos que dejar en el más completo ridículo al diario ABC Color y a su propietario, el empresario inmobiliario Aldo Zucolillo.
Debo decir con cierta preocupación que la segunda vez que ello ocurrió en apenas una semana, dado que días antes habían “informado” acerca de una conferencia de prensa convocada por Quesnel, a la que no habían sido invitados ni hubieran sido admitidos. Luego, para disimular su impotencia ante la misión impuesta de lograr la destitución de Quesnel, lo destituyeron en el papel del diario para dejar contento a su jefe. Comentarios sobre hechos semejantes huelgan.
Si como dijera Clemeceau, la guerra es un asunto demasiado serio para dejarla en manos de los militares, en el Paraguay la prensa es un asunto demasiado serio para dejarla en manos de los periodistas. Sobre todo si se tiene en cuenta que se maneja con criterios tan caducos.
Y si de lo sublime a lo ridículo hay un solo paso, yo me atrevo a afirmar que se trata del paso del tiempo.
Ya lo advirtió alguna vez Nicolas Sebastien Roch: Nadie imagina cuánto ingenio se requiere para no parecer nunca ridículo. Con mucho más razón cuando la arterosclerosis y el mal de Alzheimer comienzan a nublar nuestra conciencia.
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