Ha muerto Sara Montiel, Antonia Abad Hernández, a los 85 años en su domicilio del Barrio de Salamanca de Madrid donde vivía con sus hijos Tahis y Zeus. A la actriz, nacida en Campo de Criptana, le sobrevino una crisis y los médicos nada pudieron hacer por ella.
Con la muerte de Sara se va una estrella con todas las letras, un mito del cine de los años sesenta y una mujer de gran corazón. Con ella se ha ido una actriz y cantante única y una mujer que además de ocupar el Olimpo de los ganadores era muy humana en su trato.
Familia humilde
Nació en el seno de una familia humilde que vivía del campo, desde muy pronto Sara sabía que su ciudad natal no tenía mucho para darle, tan sólo sus raíces y las señas de identidad.
El director Juan de Orduña la descubrió para un papel secundario en “Locura de Amor”, película interpretada por Aurora Bautista y el gran Fernando Fernán Gómez.
España era muy gris en aquellos años para personas con talento como Sara Montiel y donde era muy difícil disfrutar y despuntar en el mundo del cine, todo era muy negro, hasta el cine de Cifesa, principal productora de la época era en blanco y negro. El futuro estaba en asomarse al exterior.
Triunfa en México
La actriz manchega se fue a México, era la época dorada de María Félix, Dolores del Río y Agustín Lara. Sara irrumpió en aquel ambiente lleno de carisma del cine azteca deslumbrando las pantallas con films como “Yuma”, “Piel Canela” o “Furia Salvaje” hasta que consiguió llegar a Holllywood, meca del cine antes y ahora.
Primera española en Hollywoood
En Hollywood, ese pódium donde las estrellas nacen, crecen, se multiplican y se expanden por el mundo, hizo amistades y tuvo amores con James Dean, le cocinó una tortilla de patatas a Marlon Brando, se besó con Gary Cooper para la pantalla grande y se casó con un director muy reconocido, Anthony Mann.
Aunque donde triunfó de verdad fue en su país y lo hizo con una película de bajo presupuesto que interpretó haciendo un favor al director de la misma, estoy mencionando “El último cuplé”, su melodía susurrante, sin desgarro, sensual pero cálida llegó a los españoles que deseaban algo bueno para su país hartos ya de tanto color gris como el franquismo imponía.
En las ciudades de toda España se hicieron colas durante días y días para ver a Sara en aquella dramática historia.
Cobró 1 millón de dólares en “La Violetera”
La aclamaron y fue la “Saritísima” de todo el mundo, luego interpretó “La Violetera”, otro pelotazo por el que cobró lo que jamás una estrella del cine había cobrado en el mundo del cine, un millón de dólares, y además era ella la que imponía los horarios de rodaje.
Sara consolidó su pódium viajando por todas partes pero siendo la actriz española con una estrella que lucía en el firmamento del celuloide emanando una luz especial.
La manchega más internacional hizo una carrera fulgurante, su belleza explosiva era admirada por todos los directores de fotografía, Sara, para el cine, era perfecta y la cámara la quería.
Musa de intelectuales
Fue la musa de León Felipe, Ernest Hemingway fue quién le transmitió el amor a los buenos habanos, Miguel Mihura se erigió en su Pigmalión, Maurice Ronet con quién rodó “Carmen la de Ronda”, “Mi último tango” y “Noches de Casablanca” jamás pudo ocultar el idilio apasionado que vivieron mientras rodaban y fuera del trabajo, Giancarlo Viola, con quién también trabajó en el cine, fue su novio, pero nunca quiso pasar por el altar y firmar un acta matrimonial. Y Sara encontró al gran amor de su vida, el empresario Pepe Tous, con el que convivió en Palma de Mallorca durante diez años sin casarse y luego, ya casados por lo civil, adoptaron a Thais (1979) y a Zeus (1983) creando de esta manera una familia por la que Sara toda la vida había luchado y deseado.
El amor de Sara fue Pepe Tous
Pepe Tous murió de un cáncer en 1992, Sara tuvo un duro revés, se quedaba sola en casa con dos hijos pequeños y con su trabajo, cuando durante todos los años que había estado con Pepe Tous, éste se había encargado de que fuese tratada con mimo y como ella se merecía.
La manchega deja Palma y Barcelona, ciudades en las que compatibilizaba su vida con Pepe Tous y se instala en Madrid, el piso de toda la vida, también familiar.
La muerte del hombre que más quiso y la obligación de tener que cuidar de ella, de su trabajo y de sus hijos la inquietan enormemente. Pocos años después aparece un cubano llamado Antonio Hernández que lejos de aportarle el cariño, el equilibrio y el amor, se enreda en una historia que es mejor olvidar y más en estos momentos.
Solidaria y humana
Se ha ido sin padecer una larga enfermedad, se ha ido sin sufrir, es lo que merecía, una mujer que además del amor y la admiración de su público de siempre y de gentes más jóvenes que no llegaron a conocer en su día sus éxitos guardó siempre una enorme capacidad solidaria y humana que no conocemos en su totalidad.
Cuando la conocí yo tenía 18 años, me iban a operar de un bulto en un ovario, el ginecólogo me había dicho que no sabía si era bueno o malo, por eso había que pasar por quirófano.
Entrevisté a Sara unos días antes de esa operación, parece que mi cara denotaba mi preocupación porque me preguntó: “Te noto triste”, le dije que nada, que estaba muy bien, repitió: “No, a ti te está pasando algo”, me vi obligada a explicarle mi proceso, se interesó mucho por el médico que me iba a intervenir y en qué clínica.
Me dijo que no era nada, seguro, que estaría pronto muy bien. Me dio una entrevista maravillosa.
El día de mi operación, cuando abrí los ojos en mi cama de la clínica las primeras personas que estaban velándome eran mi madre y Sara, se quedó hasta que pude hablar, me trajo unas flores que siempre agradecí como el mejor regalo.
Esa es su grandeza, no me conocía de nada y yo nunca había salido en un programa de televisión, y si bien es cierto que desde los trece años trabajaba a los dieciocho no me conocía ni Dios y ella dijo que sí a una entrevista a una primeriza y encima se ocupó de mi salud.
Si Sara se portó así conmigo, ¿qué otros asuntos de este tipo se lleva en su retiro eterno? Besos Sara, te echaremos mucho de menos, esas conversaciones, esas risas y esos consejos tan sabios y tan llenos de vida. Suerte que nos dejas muchas canciones y un buen puñado de películas para seguir estando contigo. Siempre