Dijo Arnold Joseph Toynbee que no existe ninguna historia nacional en la que la historia universal no haya jugada algún papel, y es lo que venido sucediendo en América Latina durante los últimos años. Las elecciones se han ido “continentalizando”, al decir de un político argentino, tanto que en todas ellas se encuentra presente en cada vez mayor medida el contexto internacional.
No es ningún secreto que para el triunfo del obispo Fernando Lugo, en abril del 2008, resultó fundamental el respaldo de la región, y sería absurdo pensar que en las elecciones paraguayas de este domingo ese ingrediente estará ausente.
Los dos partidos históricos y tradicionales (el colorado y el liberal) medirán fuerzas este domingo 21, y todo parece indicar que los números podrían estar tan ajustados como en Venezuela el fin de semana que pasó.
Aunque la dirigencia colorada proclama que ha aprendido de sus errores, tras la caída ante Lugo cinco años atrás, lo cierto es que ello no se plasma en un cambio de discurso o actitud, ni tan siquiera en la presencia de caras nuevas. Los colorados fueron socios menores de la dictadura anticomunista que el Paraguay sufrió por medio siglo, y tras aggiornarse a los códigos de la transición democrática, lograron conservar el poder dos décadas más.
Los liberales, por su parte, han robustecido su chance electoral uniéndose a los socialdemócratas y, en las últimas semanas, sumando al Partido Unace. Este último es conocido por su vasta proyección popular, y por aglutinar a las masas que seguían al desaparecido general Lino Oviedo, fallecido en un extraño accidente aéreo el 3 de febrero pasado.
Sondeos aparecidos en sitios digitales indican que Alegre estaría dos puntos por encima del candidato colorado, según las últimas mediciones. Sus seguidores también esperan captar votos de lo que queda de la izquierda, dado que ésta solo presenta candidaturas testimoniales, basando su trabajo en el pedido del voto útil para impedir el regreso de los colorados.
Si algo faltaba para fortalecer aún más las inmejorables chances de Alegre, era el espaldarazo de la izquierda regional a su pedido de voto útil, y ello se dio esta semana.
El candidato de la Alianza Efraín Alegre se entrevistó el martes con el presidente uruguayo Pepe Mujica, quien le manifestó estar muy interesado en la reinserción paraguaya al Mercosur, y apenas se conozcan los resultados se pondrá manos a la obra en ese sentido. Alegre, por su lado, afirmó que hizo una visita de cortesía al presidente uruguayo, y lo encontró identificado con la causa paraguaya. También dijo que coincidieron en sus deseos de normalizar las relaciones paraguayas con su espacio vital, el Mercosur. Lo acompañó en su viaje su compañero de fórmula, el social demócrata Rafael Filizzola.
Alegre, quien justamente encabeza una alianza liberal con varios partidos social demócratas, ha señalado varias veces que no le molesta cuando lo etiquetan de conservador, porque también otros lo consideran zurdo, pero si él tuviera que definirse optaría por la centroizquierda.
Aunque las encuestas y las circunstancias favorecen a Alegre, no se puede olvidar que respetados sociólogos han hablado del Paraguay como un “cementerio de teorías” a lo que puede añadirse que se ha caracterizado siempre por llegar a destiempo a sus citas con la historia.
Cuando hacia 1865 Paraguay era gobernado por Francisco Solano López a través de un modelo autónomo que muchos consideraban el más avanzado de Sudamérica en progresismo y justicia social, las oligarquías reaccionarias de Buenos Aires, Montevideo y Río de Janeiro urdieron la trama de provocaciones que derivó en la guerra de la Triple Infamia.
Inspirados y sufragados por el imperialismo inglés, los gobiernos liberales de Argentina, Brasil y Uruguay se aliaron para llevar una guerra genocida contra el Paraguay, bajo la batuta del ministro inglés en el Planta, Edward Thornton.
Recientemente, el Paraguay volvió a ser catalogado como la oveja negra de la región, gobernado por una partidocracia nacida al influjo de las ideas de aquellos gobiernos que precisamente trajeron la guerra el Paraguay en 1870, en tanto los socialismos lo acechan desde Argentina, Brasil y Uruguay. Es decir, los papeles que hoy cumplen las ideologías para unir a estas tres potencias contra el Paraguay, se encuentran radicalmente invertidos.
Tal vez ese anacronismo sea, a pesar de todo, lo que le da fascinación y color a este imprevisible país sudamericano, que sigue buscando su espacio siempre negado en la comunidad internacional. Ya lo dijo el novelista británico Arthur Evelyn Waugh: La puntualidad es solo la virtud de los aburridos.
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