Ya Luis de Góngora afirmaba con mucha razón que las palabras son de cera, pero las obras de acero. Quienes hacen un seguimiento de las campañas mediáticas de la prensa paraguaya pueden corroborarlo, simplemente midiendo sus contramarchas y sus resultados en hechos concretos.
Fuentes brasileñas señalaron esta semana, apenas conocido el anunciado triunfo de Horacio Cartes en las elecciones paraguayas, que la presidenta Dilma Rousseff lo saludaba por la victoria, deseándole éxito en sus gestiones y total predisposición para que el Paraguay se reintegre al Mercosur. Por su lado la presidenta argentina Cristina Fernández celebró que tras estas elecciones, “otra vez estamos completos en el Mercosur”. También expresó a Cartes por esa red social su “admiración al heroico pueblo paraguayo y reconocimiento público a su máxima figura histórica, el Mariscal Solano López”. Más temprano, según el sitio en Internet de la presidencia de la república oriental del Uruguay, Pepe Mujica habló con Cartes y le comunicó que “para Uruguay es muy importante que se hayan celebrado estas elecciones con normalidad y que el país hermano viva la democracia a plenitud”.
Este intercambio demuestra las cercanías con que hoy se sienten las elecciones de cualquier pais “al sur de la frontera”, y lo distante que se encuentran de pronto los imperios.
De acuerdo con el catedrático del MIT Noam Chomsky, en los últimos años los países sudamericanos han empezado a notar que pueden resolver sus propios problemas sin la presencia de Estados Unidos. Paralelamente, se ha hecho notar que la integración latinoamericana “mina el control de Washington” en la región. Y que las relaciones no son sólo entre países sudamericanos, sino también entre Sudamérica y el mundo.
El pensamiento sobreviviente de aquel que se plasmó sobre la idea de Latinoamérica como “patio trasero” de Estados Unidos, hace que el político promedio todavía gire la cabeza hacia el norte buscando guiños complacientes mientras vocifera contra la “amenaza bolivariana”. Son los mismos a los que nunca molestaron los caudillismos militares de signo opuesto, promovidos por Washington.
Aunque la política de Estados Unidos ha evolucionado a puntos muy distantes del “Big Stick” del primer Roosevelt, es difícil que los actores políticos cuyos cerebros Washington lavó con sus credos se aggiornen a una realidad que los aterroriza, la de una América Latina con autonomía de pensamiento.
Un buen ejemplo es el “consejo” de un tribuno de la vieja guardia a Cartes de que “no debería aceptar rápidamente la supuesta reincorporación a Mercosur y Unasur porque, de acuerdo con las normas internacionales, sigue siendo miembro pleno”.
“El castigo dictado en junio –sigue diciendo este sobreviviente del Jurásico- fue injusto e ilegal porque el juicio político es una figura constitucional, y Paraguay no cometió violación de ningún principio democrático. Al contrario, los demás miembros del Mercosur y la Unasur violaron las reglas al prohibírsele a Paraguay participar en las sesiones”
Con una posición que a todas luces peca de poco realista, este trasnochado exponente de un pensamiento ido, considera todavía que el ingreso de Venezuela fue ilegal “al no tener la aprobación del Congreso paraguayo”.
Intereses políticos llevaron a los países del Mercosur a suspender al Paraguay en junio del año pasado, usando como pretexto el impeachment que destituyó a Fernando Lugo, para lograr el anhelado objetivo de introducir a Venezuela en el bloque regional. La maniobra dejó en “off side” a toda la retardataria prensa hegemónica paraguaya, sobre todo su principal exponente, el diario ABC color de Aldo Zucolillo. Y el discurso que implantó caducó al instante.
Desde las páginas de su diario, Zucolillo impulsaba una franca hostilidad contra los demás gobiernos de la región, y sobre todo, contra los del bloque bolivariano. Con una retórica anticomunista cargada de rémoras de la guerra fría, ABC color propugnaba el alejamiento del Paraguay de los gobiernos de la región, y la vieja teoría de acercamiento a los intereses imperialistas, heredada del fascismo preventivo que impulsó Estados Unidos en tiempos de la Doctrina de la Seguridad Hemisférica, luego devenida en Doctrina de la Seguridad Nacional y Plan Cóndor.
Los editoriales de dicho diario, cuyas opiniones hacen suya en Paraguay los políticos que necesitan destaque en la prensa, fueron determinantes para llevar a la clase política paraguaya al aislamiento en que hoy se encuentra en Sudamérica. Ni siquiera los gobiernos de Colombia y Chile, que comparten la filiación derechista, exteriorizaron algún gesto solidario cuando el país fue excluido de la UNASUR.
Durante la campaña electoral que culminó con el triunfo de Cartes, el libreto de Zucolillo fue abandonado por completo por los candidatos, dado que todos se pronunciaron por el regreso del Paraguay al Mercosur, su negado espacio vital. Insistir con él era literalmente una carretera hacia el infierno.
Lo que ahora se viene está cantado, de primar la sensatez: el nuevo gobierno en Asunción bajará decibeles y se adecuará a la nueva realidad, con el pragmatismo que siempre caracterizó a la dirigencia del Partido Colorado. Los arrugados y amarillentos libretos de ABC color terminarán como muchas otras campañas fracasadas, hechos bollos en el fondo del basurero de la historia. Y el “acero” de Aldo Zucolillo, fundido por las fuerzas combinadas del bloque bolivariano, la cordura y la historia.
Evidentemente, quien dijo que el papel aguanta todo tenía tanta razón como aquel que dijo que las palabras son de cera, aunque quien las emita presuma de su “acero”.
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