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Nuestras nacionalidades y autonomías

La tendencia soberanista catalana se acerca peligrosamente al expansionismo nazi alemán
José Enrique Centén
jueves, 12 de septiembre de 2013, 08:25 h (CET)
Desde 1978 se ha ampliado el sistema autonómico para la integración de los nacionalistas, todos los retoques han terminado por desfigurar aquellas primigenias propuestas logrando el desmembramiento del sistema y creando diferencias entre unas y otras, como algunos políticos de ciertas comunidades no dejan de proclamar de vez en cuando.

Las nacionalidades no es exclusivo de España, es un problema que ha suscitado controversias y planteamientos largamente criticados, y sólo defendido por aquellos con intereses perversos que confunden idiosincrasia con el afán de lucro. Son unas pocas familias afectas al poder a las que solamente les interesa obtener más beneficios, pero que hábilmente manipulan los sentimientos y diferencias de grupos supuestamente étnicos, posturas contestadas por economistas, políticos, catedráticos o periodistas de todo tipo de tendencias e ideologías a lo largo del tiempo: Adam Smith (1723-1790): “El prejuicio y la rivalidad nacionales, siempre agitados por el interés privado de los hombres de negocios, son en general, los principios que orientan nuestras opiniones en todos estos asuntos”.

Stalin: “El territorio es una característica inseparable de la nación, pero junto con otras y no de manera destacada sobre ellas, no existe "ningún rasgo distintivo único de la nación", sino que ésta es un conjunto de rasgos, y que en unas naciones destacan unos y en otras otros”.

Trotsky: “El derecho de las nacionalidades a disponer de sí mismas, separadas de otras consignas que la concreten, las propias de la democracia política, se convierte en una fórmula vacía, sin contenido, o lo que es peor, es un modo de engañar a la ciudadanía, cuando está sometida a los intereses particulares económicos de los dirigentes autonómicos, que intentan decidir la suerte de ellos por medio de elecciones antidemocráticas, alimentándolas con cortinas de humo como la peculiaridad y el idioma propio”.

Salvador Giner: “Es una corriente ideológica, que tiene de reacción neotribal contra el universalismo y el racionalismo de la Ilustración. Y elemento crucial de todo fascismo, al afirmar la superioridad natural del pueblo sobre el que se asienta frente a todos los demás y promueven con agresividad sus supuestos derechos de dominio y avasallamiento de los otros pueblos o países. A su vez es un sentimiento fanático y destructor de dominio sobre sus propias minorías nacionales”.

Ruiz Soroa: “La anunciada secesión de Cataluña por un supuesto maltrato del conjunto este nacionalismo, contiene en su núcleo dogmático un germen profundamente incompatible con la democracia. Que no por ser pacífico el nacionalismo es congruente con la teoría y la práctica democrática. El de integración consiste en la existencia de fuerzas políticas relevantes en ciertas regiones que no quieren formar parte de ese Estado en ningún caso, porque quieren uno propio. Son dos problemas distintos y distantes”.

España es un Estado plural y respetuoso con sus minorías, de manera que respeta la diferencia de todas sus nacionalidades, sin renunciar a la igualdad de derechos ciudadanos de todos sus habitantes como Estado democrático. Pero hay nacionalidades que desean una independencia por motivos puramente económicos de la oligarquía financiera de cada una de ellas.

El socialista Patxi López expresó su rechazo a la independencia porque es un “mal negocio para los vascos”, para el PNV si lo es, con lo que se desmarca del discurso de CiU pero reclama más soberanismo. Ambas autonomías no ocultan sus ansias de expansión, lo justifican con supuestas identidades tras nuestra frontera, pero lo que realmente desean es como vulgarmente se dice “pillar cacho nacional”, ya que los nacionalistas vascos no ocultan la intención de anexionarse Navarra o parte de comunidades limítrofes como Santander, Burgos o la Rioja.

En el caso catalán es aún más paradójico por dos razones. La primera son las claras intenciones de la oligarquía catalana cuyos representantes de CiU quiere ampliar sus tentáculos en otras comunidades, como Aragón, Valencia y Baleares. Pero de nuevo el subconsciente juega malas pasadas, en este caso revela la verdadera intencionalidad de esas 400 familias que dominan todo el espectro político y económico de Cataluña, la muestra es su llamada Vía Catalana, pretenciosa rememoración de las vías en la Roma Imperial. Su verdadera intención no es la nación catalana sino el Imperio catalán y recrean en Barcelona una vía como punto central (el centralismo que dicen combatir si no es el de ellos) uniendo sus puntos más lejanos, hasta entrar en Castellón, en la Comunidad Valenciana, a pesar de que con la zona pirenaica francesa del Rosellón o algo de Occitania no se han atrevido.

La segunda es la ceguera de la ciudadanía catalana que se presta a su manipulación sin pensar en esos dirigentes inmersos en una corrupción generalizada, los fueron los precursores del repago farmacéutico, del cierre de ambulatorios y de las urgencias nocturnas. Los ciudadanos callan por los recortes a la Dependencia, niegan la malnutrición de niños en su comunidad, silencian los recortes en la escuela pública tanto en comedores como en material escolar, sólo hablan en lo referente a la lengua, y callan por la imposición de la religión católica como asignatura, pero apoyan al gobierno en la reforma laboral para el despido barato, sin crear empleo, a la reformas de las pensiones en detrimento de sus mayores entre otras muchas cosas. La ceguera les llevará renegar incluso de sus orígenes, porque ¿cuántos son catalanes de generación?, y emulando a K. Marx, “en Cataluña la independencia es el opio del pueblo”.

El apoyo generalizado a esta tendencia soberanista, convenientemente manipulada por sus actuales dirigentes, está acercándose peligrosamente al pensador alemán Ratzel (1844-1904) que, en sus obras ‘Antropogeografía’ (1882-1891) y ‘Geografía Política’ (1897), plasmó las claves fundamentales de los nacionalismos estableciendo la influencia del ambiente sobre los individuos y las sociedades, y la tendencia de los pueblos a ensanchar o limitar sus fronteras según sus propias necesidades de espacio vital (lebensraum), una tesis que sirvió de justificación pseudo científica al expansionismo del régimen nazi alemán.

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