Decía un recordado escritor paraguayo que los miembros de las ONG acostumbran elegirse a sí mismos, pero a pesar de tan débil respaldo popular, se arrogan la representación de la “sociedad civil”, convirtiéndose en usurpadores de las instituciones legítimas.
Con frecuencia la realidad de estos grupos es peor aún, pues acostumbran mendigar en legaciones diplomáticas extranjeras los fondos para sus supuestas actividades, siempre inexistentes, pero hábilmente plasmadas en carpetas que constituyen verdaderas obras maestras de la literatura de ficción.
"La política no es una ONG", dijo al respecto la presidenta argentina Cristina Fernández, en una arenga de campaña, parafraseando su compatriota y jefe del Vaticano, el Papa Francisco. "La Iglesia no es una ONG", había dicho antes Bergoglio, durante su visita al Brasil, buscando alentar a los jóvenes católicos a la participación y la militancia.
El pontífice fue más allá en sus señalamientos, ahondando en su idea de lo que las organizaciones no gubernamentales representan.
Señaló que la Iglesia debe salir a la calle, defenderse de lo que sea mundano, la instalación, la comodidad, el clericalismo, lo que sea estar encerrado. Expresó que las parroquias y colegios católicos deben extenderse y si no lo hacen, se convierten en una ONG, algo que no es compatible con una institución como la iglesia.
Vale decir, la idea de ONG que alude implica a unos ejecutivos alejados de la realidad social que dicen tratar de paliar, como las damas de sociedad que organizan té canastas en clubes exclusivos, para recaudar fondos con los cuales compran alimentos de poca calidad para distribuirlos en las villas miseria.
En la misma línea de Cristina Fernández y Francisco se expresó hace poco el presidente paraguayo Horacio Cartes, durante el lanzamiento de su programa para acabar con la pobreza en el Paraguay. En un discurso alusivo pronunciado en el departamento de San Pedro, Cartes criticó duramente a los grupos que lucran invocando la pobreza del Paraguay y los indígenas, grupos invariablemente constituidos por ONG financiadas desde el exterior.
“Ya se han llevado demasiado dinero en nombre de los indígenas y de la pobreza" dijo firme y claramente el líder de la nación Guaraní. En el mismo acto, Cartes se acercó a una mujer minusválida a la que nadie parecía ver para preguntarle sobre sus dolencias. La abrazó, la escuchó y pidió a las autoridades locales que le resuelvan su problema inmediatamente, y que le comuniquen directamente a él si ello no se cumplía.
En consecuencia con su discurso, poco después ordenó por decreto la extinción de una de estas organizaciones, que usurpando el slogan de su gobierno, pretendía traficar influencias.
Según se deduce del discurso de Cartes, muchas organizaciones fingen pretender ayudar a las comunidades relegadas, pero en realidad lo que buscan es simplemente lucrar. Y ello en el mejor de los casos, dado que la mayoría de estos conglomerados de izquierdistas arrepentidos responden en Paraguay a la injerencia extranjera y su puño imperial.
La mayoría de estas ONG y programas que se esconden detrás de nombres y misiones nobles, que pretenden ayudar a comunidades marginadas y mejorar el país, en realidad buscan imponer una agenda contraria a los intereses del país, si no están lisa y llanamente desestabilizando a instituciones como el Parlamento y al mismo gobierno.
Su red es inmensa y dado la prioridad que tienen en los medios de comunicación, constituyen un verdadero poder paralelo. Las redes sociales son sus armas más novedosas, y los medios tradicionales de comunicación –en Paraguay, un monopolio mediático reaccionario en manos de empresarios enriquecidos con dictaduras anticomunistas- ayudan a exagerar su impacto real promoviendo matrices de opiniones falsas y distorsionadas sobre su importancia y legitimidad.
Es lo que ha sucedido en los últimos días en los medios de Paraguay, donde una manifestación que apenas logró ocupar media plaza recibió una cobertura mediática sin precedentes. Pero a pesar del esfuerzo, esta misma campaña falaz no hace más que evidenciar sus propios miedos.
Ya lo dijo el político y periodista francés Emile de Girardin Exagerar la propia fuerza no es otra cosa que descubrir la propia debilidad.
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