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La compatriota de Horacio Cartes que inspiró al Papa Francisco

En un texto autobiográfico, el actual Papa recuerda la huella que le dejó la paraguaya Esther Ballestrino, recordada fundadora de Madres de la Plaza de Mayo
Luis Agüero Wagner
lunes, 25 de noviembre de 2013, 09:13 h (CET)
En una reciente memoria del actual jefe de la iglesia católica, se mencionó la huella dejada en la memoria del Papa Francisco por la paraguaya Esther Ballestrino, recordada activista política paraguaya desaparecida en Argentina.

Esther fue una maestra, bioquímica y activista social paraguaya, y una de las fundadoras de la asociación de las Madres de Plaza de Mayo, dedicada a buscar a los "desaparecidos" durante la guerra sucia en Argentina, motivo por el cual fue secuestrada, torturada y asesinada.

Nacida el 20 de enero de 1918, esta apasionada militante de las libertades civiles desde joven militó en la Concentración Revolucionaria Febrerista, movimiento anti-imperialista que acrisoló las reivindicaciones y ansias de superación surgidas en las trincheras de la guerra del Chaco en un programa socialista de liberación nacional.

Maestra Normal y Doctora en Bioquímica y Farmacia tuvo intenso protagonismo en la lucha contra la dictadura militar de Higinio Morínigo, entre 1940 y 1947. En aquellos años aciagos, entre inimaginables dificultades, organizó el movimiento femenino del Paraguay y fue su primera secretaria General.

Muchos febreristas retirados a cuarteles de invierno, todavía recuerdan la pasión y el coraje con que Esther colaboró en defensa de las libertades democráticas durante la guerra civil desatada por la barbarie fascista del 13 de Enero de 1947, y que derivó en el alzamiento militar institucionalista de Concepción, en marzo del mismo año.

Los sobrevivientes cuentan emocionados que jamás negó refugio, en su modesta pero digna vivienda, a los compañeros de movimiento perseguidos, y con inusual valentía hasta su cocina cedió para escondite de pertrechos de las fuerzas democráticas. Perseguida por su apoyo a los revolucionarios institucionalistas de Concepción, en 1947 se refugió en Argentina, donde se casó con el también exiliado febrerista Raymundo Careaga y tuvo tres hijas.

Raymundo había sido presidente de la federación de universitarios paraguayos durante la turbulenta primavera democrática, y compartía la pasión socialista con su esposa e hijas con igual fervor. Después del golpe de Estado encabezado por Videla el 24 de marzo de 1976, Esther solicitó y obtuvo la condición de refugiada del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), pero su casa fue allanada varias veces.. El 13 de junio de 1977 secuestraron a Ana María, su hija menor que estaba embarazada de tres meses.

Ante el secuestro, Esther empezó a trabajar con los familiares de desaparecidos que, ante la falta de respuesta a sus reclamos, comienzan a reunirse en organismos, iglesias y en la Plaza de Mayo. Cuando Ana Maria, (actualmente directora del Instituto Espacio Memoria de la Gobernación de la Ciudad de Buenos Aires) fue liberada, fue nuevamente a la Plaza y las otras Madres le dijeron: Ahora se terminó tu búsqueda, encontraste a tu hija, pero ella les contestó: “No. Voy a seguir hasta que aparezcan todos”.

Esther fue detenida y desaparecida con otras dos compañeras el 8 de diciembre de 1977, y desde entonces se convirtió en un símbolo de la lucha por los Derechos Humanos en Argentina. Las tres mujeres y otras cinco personas, entre ellas las monjas francesas Alice Domon y Leonie Duquet, fueron secuestradas tras ser señaladas por el represor de la marina Alfredo Astiz, el 'ángel rubio de la muerte', quien se había infiltrado en el grupo que se reunía en la Iglesia de Santa Cruz de Buenos Aires, alegando que supuestamente tenía un hermano desaparecido. Fue llevada directamente al centro clandestino de detención ubicado en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), bajo el control de la Marina Argentina, donde fue recluida en el sector denominado "Capucha".

Allí permaneció aproximadamente 10 días, lapso durante el cual fue constantemente torturada, hasta que finalmente fueron "trasladadas" al aeropuerto militar, subidos sedados a un avión de la Marina y arrojadas al mar frente a la costa de Santa Teresita. La diplomacia de los Estados Unidos, al tanto de todo lo que sucedía de acuerdo a documentos, como en tantas ocasiones encubrió con indiferencia los hechos en gesto de velada aprobación (Document Number 1978BUENOS02346 / Fm Amembassy Buenos Aires To Secstate WashDc5127).

El motivo de esta memoria es sencillamente descubrirla ante sus compatriotas a tantos años de su desaparición, en ocasión de la visita del presidente Horacio Cartes al Papa Francisco, sobre todo al cabo de tanto tiempo de silencio en un ambiente como el paraguayo, donde en su momento hasta represores de la talla de Jorge Rafael Videla fueron acreedores de panegíricos desde editoriales de la prensa escrita.

Nunca será cómodo su recuerdo para muchos de los dueños de la imprenta, pues como lo escribiera con tanta razón Eduardo Galeano, el olvido siempre está lleno de memoria.

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