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La historia se repite. El ser humano vuelve a tropezar en la misma piedra una vez tras otra. A principios del siglo XVI Maquiavelo nos anticipaba (sin pretenderlo) las consecuencias de la DANA. Tengo la suerte de asistir a clase de Historia Universal de la Edad Moderna en la Universidad de Málaga. Días atrás, mientras debatíamos sobre la historia de la Europa del siglo XVI, nuestra profesora proyectó en la pantalla un fragmento de la obra de Maquiavelo “el Príncipe”.
El profeta Jeremías hace sonar la alarma cuando escribe: “No envié yo aquellos profetas, pero ellos corrían, yo no les hablé, pero ellos profetizaban. Pero si ellos hubiesen entrado en mi secreto, habrían hecho oír mis palabras a mi pueblo, y les habrían hecho volver de su mal camino, y de la maldad de sus obras” (23: 21, 22).
El maquiavelismo como movimiento ideológico y político y cultural ya lleva cinco siglos con nosotros, a nivel teórico, a nivel práctico supongo que desde las noches del poder tiempo. Pero ha surgido en todo el planeta, especialmente, en Occidente, que era la gran patria del sueño de la democracia, con todos sus matices y todas sus limitaciones.
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