Durante unos cuantos años fui entrenador de balonmano. Recuerdo que, cuando participaba en las fases de sector del Campeonato de España el partido más difícil de jugar era siempre el que clasificaba para ser terceros o cuartos. Y dirigí varios de esos partidos. Venías de perder la víspera, te tocaba levantar a la tropa antes que ningún otro día y, para postre, a continuación se jugaba la final en la que tomaba parte el rival que había privado a tu equipo de estar en lo más alto. Costaba mucho esfuerzo motivar al vestuario. Solo clasificaba para la siguiente fase el campeón del sector y a tus jugadores únicamente les apetecía subirse al autobús y regresar a casa.
Por mucho que se diga, que se la disfrace con eufemismos del tipo “final de consolación”, el partido para decidir la medalla de bronce de un campeonato internacional de balonmano, en este caso el Campeonato de Europa, es el más difícil de jugar. Ambos equipos, cuarenta y ocho horas antes, tuvieron la gloria al alcance de sus dedos, la rozaron. Pero un tiro fallado, un contraataque malogrado o la parada del portero contrario les privaron de abrazarla. España se ha impuesto esta tarde de domingo a Croacia en el partido para el tercer y cuarto puestos, en el partido más difícil. Un solo tanto de diferencia ha bastado: 29 a 28.
Suficiente. A pesar de la igualdad en el marcador, el cuadro hispano es el único que ha creído hoy en lo que hacía. Los croatas han llegado muy tocados. El campeonato ha sido duro, ocho partidos en apenas catorce días, y en los últimos momentos pasa factura. Solo cuando la dinámica es positiva, los golpes duelen menos y las fuerzas duran más. Y Croacia venía herida de su enfrentamiento con Dinamarca, que les apeó de la final el pasado viernes. España también salió perjudicada de su derrota en semifinales con Francia, pero su capacidad de reacción y de autoconvencimiento y su ambición deportiva les ha permitido estar más frescos, más concentrados, más atentos al desarrollo del juego. No puede estar lejos de este posicionamiento mental su preparador, Manolo Cadenas, que ha sabido insuflar en sus pupilos un carácter ganador que ya venían arrastrando después del magnífico trabajo desarrollado por sus antecesores en el cargo, Juan Carlos Pastor y Valero Ribera, que lograron aupar el balonmano nacional a la categoría de campeones mundiales en dos ocasiones.
El equipo español llegaba con bajas sensibles al evento continental, pero tras ver su desarrollo se han notado menos de lo esperado. Si dentro de los seleccionados alguien merecía tocar metal en este europeo y desarrollar un papel importante era el portero, José Manuel Sierra, un guardameta que siempre estuvo a la sombra de Barrufet, Hombrados y Sterbic y de cuya boca jamás partió el menor reproche. Siempre respondió cuando le llamaron y se puso a disposición de los técnicos cuantas veces fue requerido. Su actuación hoy frente a Croacia ha sido importante. Pero el bronce hispano deja otros sabores agradables: el buen momento de juego de Raúl Entrerríos, la efectividad de Aguinagalde, el acierto en la detención de penalties de Gonzalo Pérez de Vargas, el otro portero, la fortaleza defensiva de Viran Morros y Gedeón Guardiola y la consagración como un excelente jugador de primera línea, central o lateral izquierdo, de Joan Canyellas, que además se alzó con el título de máximo goleador del campeonato. El jugador catalán ha asumido el rol de tirarse el equipo a la espalda con un enorme acierto y efectividad. Su estancia en la Bundesliga, sin duda, le ha sentado bien porque le ha permitido desarrollar muchas de sus potencialidades individuales que todavía no había explotado del todo.
Francia se llevó el oro. Esta generación gala no tiene freno. Su hambre de títulos es insaciable y parece que los años no pasan por ellos, no se acumulan aunque sí lo hace el palmarés. Como seleccionador, Claude Onesta presenta un curriculum envidiable, los rumores apuntan que cuando acabe el presente ciclo olímpico deja el banquillo tricolor, y sus jugadores juegan de memoria: Karabatic, Guigou, el increíble y enormemente competitivo Thierry Omeyer, Luc Abaló, Narcisse, Sorhaindo junto con la revelación Valentin Porte, un extremo zurdo reconvertido a lateral que, a priori, no iba a formar parte del cuadro francés, se bastan y sobran para vencer a todos sus rivales especialmente si es a domicilio. Su carácter competitivo es incuestionable. Por contra, el equipo que ganó la plata, Dinamarca, corre el peligro de consolidarse como el rey del segundo puesto, algo que realmente no está mal pero que dudo que a ellos les satisfaga. Si en el Mundial de 2013 España les sacó los colores en la final disputada en el Palau Sant Jordi de Montjuïc, esta tarde Francia ha hecho lo propio.
El seleccionado danés, guerrero donde los haya en los partidos previos, se diluye en las finales. Sale poco centrado y cuando intenta recuperar el terreno perdido ya es tarde. El termómetro de esta situación es su portero titular, Landin, arquero excelente que, sin embargo, “desaparece” en las finales, al menos en las dos últimas que ha jugado. Y es precisamente en esos momentos cuando su equipo más le necesita. Por último, Croacia, cuarta clasificada, depende demasiado de su estrella, Domagoj Duvnjak, que ha acumulado una cantidad excesiva de minutos a lo largo del campeonato. Y eso tanto en la semifinal del viernes como en el partido de hoy contra España les ha pasado factura a los croatas. Si a ello le unimos que el pivote Vori es ya todo un veterano al que tampoco se le da mucho descanso, tenemos esbozado un mínimo análisis de lo ocurrido. Su seleccionador Slavko Goluza tiene trabajo por delante para dar entrada en el equipo nacional a nuevos jugadores que suban desde abajo y aporten savia e ideas frescas.
Por último, solo resta desear a la Real Federación Española de Balonmano, ahora presidida por el valenciano Francisco Blázquez, que continúe por este mismo camino y perpetúe la senda de éxitos a la que el balonmano de selección nos tiene acostumbrados desde hace unos cuantos años. Que así sea.
Hoy quiero invitarlos a reflexionar sobre la relación entre la obra de George Orwell, titulada “1984” y su relación con nuestro presente puesto que, leer esa pieza hoy en día, es como asomarse a un espejo que refleja los desafíos más acuciantes de nuestra era. El autor, con una perspicacia asombrosa, anticipó muchas de las inquietudes que nos aquejan: la vigilancia constante, la manipulación de la información, la erosión de la privacidad y el peligro del pensamiento único.
Todo mi respeto va a los hermanos españoles que perdieron la vida, a los que perdieron a sus familiares y amigos, a los que perdieron casas, vehículos, cultivos y enseres diversos. ¡Fuerza y honor hermanos míos, estáis dando lecciones de superación! “Después de la tormenta viene la calma”. Esta expresión no surge de la nada, sólo existe porque alguien prestó atención a lo que pasa después de que pasan las aguas, sale el sol, el aire fresco, nuevos brotes de la tierra.
Para mí es de interés público contar con contenidos legibles que sean una contribución a la cultura, la información, el debate y el entretenimiento entre todos los españoles. No creo que la respuesta en este siglo digital sea el canal de televisión cerrado, es decir, el de pago. Es bien cierto que prácticamente todos los hogares cuentan con al menos un televisor, pero ese no es el único instrumento para ver contenidos de toda índole.