Todo el mundo sabía que José Bono es un oportunista de derechas, que entró en el PSOE por mero interés personal, en un momento histórico en el que estaba muy mal visto ser de Alianza Popular. Lo sabía el propio presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, quien seguramente nunca tuvo excesiva confianza en la fidelidad del manchego. Por ello en 2004 prefirió sacarlo del reino de taifas que se había montado en Toledo, para instalarlo en el ministerio de Defensa, entre soldados, tanques y banderas españolas. Teniendo cerca al enemigo, se le podía controlar mejor.
Y lo controló tanto que acabó echándolo del Gobierno. Seguramente no tuvo ni que cesarlo, simplemente esperó a que se marchara aburrido, después de comprobar que su opinión no contaba en el Gobierno de la nación. Hoy por hoy, la doctrina Bono es demasiado conservadora y folclórica para un partido izquierdas.
Bono es de derechas, ególatra, excesivo, demagogo, manipulador, ocurrente, divertido, eficiente, irritante, rencoroso y traidor. El otrora “lehendakari de la Macha” todavía no ha podido digerir su derrota por siete votos en el XXXV Congreso del PSOE, celebrado el verano de 2000 en Madrid. Entró al Palacio de Congresos como secretario general, y cuando salió del mismo tenía demudada la color, y herido el amor propio.
Seis años después le ha devuelto el golpe a ZP. Y lo ha hecho con el peor de los estilos, con el más barriobajero. Nadie discute que Bono esté en su derecho de quererse apartar de la primera línea de la batalla política, pero no parece de recibo que el martes hiciera unas declaraciones que todo el mundo interpretó como un “Sí” a encabezar la candidatura socialista al Ayuntamiento de Madrid, para a renglón seguido, el miércoles, derramar un jarro de agua helada sobre la militancia madrileña de su partido, dando un sonoro portazo en forma de “No”. La pirueta tiene toda la pinta de estar muy meditada, y de haberse realizado con la insana intención de dejar a Zapatero al borde del ridículo. Y encima, para que no faltara de nada, lo supo antes que nadie Pedro Jota, para que El Mundo se apuntara un tanto, zahiriendo más si cabe, al presidente del Gobierno.
La felonía y la traición “bórica” de Bono se han consumado. Y quien traiciona, es un traidor.
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