A finales de diciembre del 2002, en las vísperas de un nuevo año, un moribundo de la vida llamado Manfred Gnädinger muere poco después de que la marea negra del Prestige azotara la mayor parte de su legado artístico. Man, como se le conocía en la localidad de Camelle, era un artista anacoreta alemán que vivía en una chabola-museo amagada entre las rocas de la ennegrecida Costa da Morte. Llegó a Galicia hace 40 años en la que adquirió un terreno junto al mar y en donde empezó a ejercer una vida completamente antagónica a su vida en Dresde. Decidió cambiar sus recuerdos de Alemania para dedicar el resto de su tiempo a la convivencia armónica a través del arte con los parajes de la costa gallega. Tras este tiempo la tristeza hace que Man abandone el arca de la vida a una edad estimada de 65 años, dejando una amplia colección de pinturas y esculturas sobre las rocas así como una gran cantidad de apuntes entre los que cabe destacar cerca de 2.000 aforismos.
Sin embargo, es cuando cierra los ojos que empieza la pesadilla eterna de Man. Desde su muerte se han producido numerosas disputas de responsabilidades políticas para preservar el legado artístico del anacoreta y que han hecho que al día de hoy no se haya concretado todavía ninguna acción para salvaguardar mínimamente su obra. Man dejó en herencia al Estado una cantidad económica que ascendía a los 120.000 euros con este mismo fin, pero tras 4 años únicamente se ha prohibido la entrada a su chabola en la Costa da Morte con un cartel y se han guardado la mayoría de sus escritos empaquetados en un almacén municipal.
En primera instancia, se produjeron ciertas movilizaciones políticas con la intención de alcanzar una solución para eternizar en un museo el recuerdo artístico del ermitaño. El alcalde de Camariñas se interesó en contactar con la Consellería de Cultura de Galicia poco después de la muerte del artista. En 2003, el conselleiro de Cultura gallego Pérez Varela acordó destinar 300.000 euros a la creación y manutención del Museo de Man y que en un principio iban destinados a financiar los Premios Max del Teatro. Ese mismo año la Consellería de Cultura afirmó estar esperando el proyecto que en teoría debía proponer el ayuntamiento de Camariñas pero, sin embargo, la conselleira de Cultura de Caramiñas afirmó, contradiciendo los palabras de la Consellería de Cultura, que ya se había aprobado anteriormente un proyecto para construir una casa de cultura donde se guardarían las obras de Man.
Mientras tanto, en la deshabitada casa de Man se han ido produciendo una serie de actos vandálicos y cuya responsabilidad según comentó una edil socialista de Camariñas en 2004 debía recaer al Estado, gobernado por aquel entonces por los populares, por haber recibido la herencia de Man. Estos malosentendidos políticos y divergencias entre partidos con diferentes ideologías han hecho que la chabola-museo que Manfred construyó se mantuviera en un proceso de continuo deterioro. Ante tal situación se han producido numerosas movilizaciones procedentes del ámbito artístico, político y social. Ejemplos de ello es el homenaje organizado un año después de su muerte por la plataforma "Nunca Mais", la proposición no de ley rechazada por el PP del Grupo Mixto con el apoyo del BNG y el PSOE para conservar el legado de Manfred y la recaudación obtenida por diversos artistas que subastaron sus obras con este mismo fin. Actualmente se está llevando a cabo una iniciativa de recogida de firmas en toda España que tiene validez hasta el 30 de noviembre de 2006.
(http://usuarios.lycos.es/nomequito/camelle.htm)
Finalmente, en octubre de 2004 se acordó la construcción de una casa-museo donde se alojaría la obra de Man pero actualmente sigue la disputa de responsabilidades administrativas y ni la Xunta, ni el Concello de Camariñas ni el Estado están dispuestos a hacerse cargo de la manutención de la nueva casa-museo. Estas reiterativas indefiniciones políticas han hecho que al día de hoy aun no se haya invertido ni un euro de los 120.000 que dejó Man para su obra primogénita con el fin de evitar las acciones vandálicas sufridas sobre sus esculturas y pinturas y que, además, ni tan siquiera no se haya catalogado ni un solo documento de las 4 decenas de cajas que permanecen guardadas en un almacén con sus escritos por lo que su memoria artística, en detrimento del propio deseo de Man, ha estado a punto de probar el hado de la miseria, tal y como el anacoreta de la ennegrecida Costa da Morte vivió durante décadas.
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