Estimado lector: Si al leer la palabra «cuantos» frunce el ceño pensando que este tema es «demasiado complicado», sepa que no es usted el único. En la actualidad miles de físicos teóricos se rompen la cabeza con los enigmas de la física cuántica aun sin resolver. Pero sepa que aunque la física cuántica esté llena de incógnitas, de lo que no hay duda es de que los efectos cuánticos determinan imperceptiblemente toda nuestra vida.
Los cuantos son los paquetes de energía más pequeños que existen, paquetes de energía que no se pueden subdividir. Además los cuantos tienen la particularidad de que pueden ser considerados como partículas pero también como ondas. Estamos acostumbrados a ver el mundo como materia compacta, pero para la física cuántica las cosas son totalmente diferentes, pues la materia ya no es firme ni compacta, en la materia hay muchos más cuantos que partículas de materia. Por ejemplo el agua contiene 28 partículas de materia y 28.000 millones de cuantos.
Por tanto vivimos en un mundo cuántico sin ser conscientes de ello. Y hay bastantes efectos cuánticos que son muy poco corrientes, por ejemplo creemos que el vacío es un espacio en el que no hay nada, pero según la teoría cuántica no es posible que exista un espacio totalmente vacío de energía, puesto que el vacío también está lleno de partículas virtuales. Se podría decir que es como un mar hirviente, en el que es perfectamente posible que algún cuanto vuelva a aparecer. Y esa energía es incluso demostrable, se trata del llamado efecto Casimir.
A la pregunta de si los cuantos son la respuesta al antiguo enigma de qué es lo que mantiene al mundo cohesionado desde dentro, sin duda alguna la respuesta es sí. Vivimos en un mundo de cuantos que puede ser influenciado de alguna forma por nosotros mismos, es decir por el propio observador. También para los físicos cuánticos era algo totalmente inusitado constatar que el espectador juega un papel activo, algo que siempre ha sido así. Se sabe que los astros recorren sus órbitas celestes tanto los observemos como si no, a las estrellas eso les da igual. Pero para la física cuántica eso no es tan simple, pues los pensamientos de la persona o la forma de cuestionarse es decisiva para la calidad de la información que recibe de vuelta.
Al respecto el conocido físico Hans Peter Dürr dice: La revolución que ha tenido lugar no solo ha demostrado que la materia ha desaparecido, sino que también la energía ha desaparecido. Lo que se ha puesto de manifiesto es que la cosmovisión ontológica ya no es válida, en el sentido de que las cosas existen, sean partículas o energía, puesto que solo existe la unión. Solo existe la conexión, la unión, sin que esa unión o conexión esté asociada a algo para nosotros tangible. Y no tenemos un lenguaje para ello, sencillamente no tenemos un lenguaje para expresar algo que solo es conexión, sin que concrete que está conectado a qué. El elemento básico de la realidad no es una realidad objetiva que sirva por si sola, sino que simplemente es la conexión. Probablemente hay también cosas que están más cerca o más lejos de nosotros, sí, pero no en el sentido local. Porque el grado de conexión es algo diferente. Tal vez se parezca en cierta forma a como funcionan los teléfonos móviles. Cuando mi longitud de onda se acerca a la de otro móvil, tengo mejor comunicación, y si me alejo de esa longitud de onda, pierdo calidad en la misma. Y aunque la distancia no es lo más importante, tenemos conexiones más estrechas y menos estrechas.
De esto se deduce que el sufrimiento del mundo, no importa dónde se produzca, me afecta también a mí, porque mi propio sufrimiento no está separado de aquel. Por eso en realidad la compasión, o el ponernos en el lugar del otro no tiene nada que ver con el altruismo, se trata de un dolor que yo siento directamente porque me doy cuenta de que es realmente igual al mío. Si le sucede algo al pulgar de mi pie no digo que tengo una compasión altruista con él, me duele a mí mismo aunque el dedo esté muy lejos de mi cabeza. De esta forma prácticamente estamos unidos con todo.
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