Con la llamada Transición, llegó al poder Juan Carlos I, una transición que con el tiempo se puede considerar una camaleónica involución, elaborada por ideólogos totalitarios para limpiarse la sangre de la dictadura ejercida durante 40 años, fue la abstracción en la consecución de su verdadero fin, el sistema Estamental, (Nobles, Iglesia y pueblo llano), contando con algunos partidos democráticos (de forma inconsciente) que legalizaron.
Las manifestaciones para un referéndum de elección de la forma de Estado, está siendo criticado por casi todos los partidos del arco parlamentario, esos a quien Podemos llama “La Casta”, y parecen ofenderse, yo les llamaría otra cosa, pero la Justicia no me comprendería.
Esos que son nuestros representantes, no comprenden que la verdad no depende de los votos y en este caso la verdad está en la calle. Parlamentarios junto al gobierno, están actuando al margen de sus votantes, porque “no es sólo el Estado es el que puede privar de libertad a los habitantes de un país, sino también determinados individuos especialmente poderosos, que pueden reducir la soberanía popular. Ahí está el peligro: no los dictadores, sino en determinadas personas con medios económicos importantes. Como en nuestro caso.
Por eso, ahora es el momento, claro que sí, “el poder no puede transmitirse, sino sólo confiarse. Lo que el pueblo ha prestado momentáneamente a un gobernante siempre puede recuperarlo”. En 1776 una colonia británica, liderada por un grupo de hombres sacó con esos razonamientos las pertinentes consecuencias y declaró su derecho a elegir libremente y por sí mismos su gobierno. Así nació la primera república moderna, los EEUU.
Nuestra historia está marcada por las felonías de los borbones, muestra de ellas son las siguientes: el 1er Borbón, Felipe V, compró su reconocimiento entregando Gibraltar y otras posesiones en 1714. Fernando VII arrebató el poder a su padre Carlos IV en 1808. El enfrentamiento bipartidista antiborbónico de 1868 provocó la huida de Isabel II, dando paso Amadeo I como rey, abdicó a los dos años y se proclamó la 1ª República en 1873, abolida por las armas un año después. Retornaron los borbones en la figura de Alfonso XII (hijo bastardo), en quién abdicó Isabel II en 1870. Con la muerte de Alfonso XII, y para que reconocieran la monarquía hereditaria en Alfonso XIII, vendieron Las Salomón al II Reich de Bismark, más otras concesiones. Alfonso XIII durante su reinado reconoció a la dictadura de Primo de Rivera como necesaria. En 1931 se proclamó la 2ª República, salvajemente abolida por Franco.
En la actualidad, Juan Carlos intenta perpetuar la dinastía en la figura de Felipe VI, siguiendo la filosofía de Maquiavelo, que realizó un análisis de acción política para la supervivencia en el poder. Pero los precedentes son inquietantes, el borbón abdicador no reconoció a su padre biológico como rey, prefirió al dictador y se amamantó de la ubre fascista, llegando al poder por herencia del padre adoptivo que le instruyó durante 35 años. Su descendiente, ¿qué hará? para que reconozcan la impostura dinástica de Franco, ¿entregará las Chafarinas y Perejil?, no hay otra cosa, España está hipotecada por las Multinacionales.
No solo por ello, según “The New York Times”, Juan Carlos llegó al trono casi sin dinero, y como no hay transparencia de las cuentas, las redes se hacen eco de su fortuna, estimada en 2 mil millones de euros, según la prensa extranjera. También es raro sus varios viajes a los países del Golfo Pérsico, en dos meses recorrió 50.000 Km, y maltrecho, ¿fueron para hacer caja? Aparte de así mismo, una muestra de a quien ha servido mejor durante su reinado, fueron los ¡Viva el Rey! de los empresarios, incluso le llegaron a enternecer.
Por todo ellos las manifestaciones republicanas de los últimos días, es la exigencia al Parlamento de someter a voto la interpretación de la historia, no debe de creer en la suficiencia de la mayoría para proclamar su propuesta como verdad, como si el voto, en lugar de proteger una afirmación, no la hiciera más vulnerable, porque otra mayoría podría rechazarla.
La ciudadanía le grita “El poder público no tiene derecho a decidir donde reside la verdad”. Condorcet (1743-1794).
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