Dijo el jurista y político francés Édouard René Lefebvre de Laboulaye, que todas las leyes se dictan teniendo como base la desconfianza, y rara vez descansan en la virtud de los ciudadanos. La razón se invierte cuando los ciudadanos son los que desconfían de quienes elaboran las leyes, algo frecuente en países como Paraguay.
El presidente Horacio Cartes decidió este miércoles vetar de manera total la ley fascistoide de colegiación obligatoria, impulsada por las “fuerzas vivas” de la sociedad paraguaya para imponer filtros ideológicos y políticos en el ámbito profesional.
Cartes argumentó su decisión afirmando que nadie puede estar obligado a pertenecer a una asociación y que la ley viola los derechos procesales. En Paraguay la Constitución Nacional garantiza la libertad que tienen las personas de elegir ser parte o no de un gremio. “Toda persona es libre de asociarse o agremiarse con fines lícitos, así como nadie está obligado a pertenecer a determinada asociación. La forma de colegiación profesional será reglamentada por ley", reza el artículo 42 de la Carta Magna.
Los asesores del jefe de Estado objetaron los principales artículos que hacen referencia a cada Colegio Público, el otorgamiento, la renovación, la suspensión, cancelación y rehabilitación en la matrícula habilitante para el ejercicio de la respectiva profesión, sin la cual ninguna persona podría ejercer su profesión.
Este orden podría plagarse de impurezas y terminar en una persecución a determinados profesionales por motivos políticos. En Paraguay son discriminados por el monopolio mediático, entre otros, los médicos y otros profesionales que obtuvieron su diploma en Cuba.
Por medio de la ley de colegiación obligatoria, podría iniciarse una cacería de matrículas de estos profesionales quienes caerían víctimas de sesgos ideológicos.
Es que como ya lo advirtiera Montesquieu, las leyes inútiles siempre terminan debilitando a las necesarias.
El diputado colorado y miembro del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados, Óscar Tuma, fue connotado impulsor del veto presidencial.
En otro orden de cosas, Tuma también disparó contra el fiscal general, Javier Díaz Verón, a quien pidió que renuncie si no mejora el nivel de sus fiscales.
El Fiscal General del Estado había lamentado la suspensión de los fiscales que encabezaban la investigación del grupo armado EPP, Federico Delfino y Francisco Ayala, pues según él, los casos estaban en una etapa sensible, teniendo en cuenta que se acerca el juicio oral en los casos que involucran el secuestro de Dalia Scappini y Diego Zavala.
"Pedimos a las personas que están en el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados y en la Corte Suprema de Justicia, que recuerden que mientras nosotros descansamos hay otras personas que están poniendo en peligro sus vidas investigando hechos contra el EPP", había dicho a modo de defensa de sus fiscales Díaz Verón.
Sobre el punto Tuma, quien es miembro del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados, calificó a las declaraciones del Fiscal General del Estado como lamentables.
Le sugirió preocuparse de la lamentable gestión que tienen algunos de sus fiscales, en lugar de cuestiona al Jurado de magistrados o a la Corte acerca de la forma deficiente en que actúan los fiscales en algunas causas.
Recordó la actuación lamentable de los fiscales suspendidos en una investigación sobre tráfico de armas, en la que se los vinculó a algunos Ministros de la Corte.
Puntualizó sobre el caso que los fiscales no investigaron nada, imputaron a una sola persona, con el evidente propósito de blanquear un hecho irregular. Sugirió al Fiscal General preocuparse del nivel de sus fiscales, y si no puede hacer eso, tiene allanado el camino de la renuncia.
La renuncia, sin embargo, es improbable en Paraguay, donde el apego a los cargos de los indeseables es más que una tradición. Quizás por esa incapacidad de cambiar costumbres de los hombres se piense que es más sencillo cambiar las instituciones.
Ya decía Séneca hace dos mil años que aquel que quisiera vivir rodeado de justos, bien haría en mudarse a un desierto. Los fiscales de Díaz Verón son una confirmación de esta aseveración filosófica.
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