Escribió Albert Camus que toda forma de desprecio, cuando interviene en política, prepara o instaura el fascismo, y es lo que sucede con el menosprecio que los adulones que rodean al presidente paraguayo Horacio Cartes profesan por la división de poderes del estado.
Luego de proclamar la muerte de los partidos políticos en el Congreso, y elevar a la presidencia de la cámara de senadores a un opositor por el solo mérito de ser viejo compañero de aventuras del presidente, los congresistas adictos al poder ejecutivo apuntan a una reforma constitucional que permita al jefe del gobierno perpetuarse en el poder.
En un país humillado, con sus espacios públicos ocupados por damnificados de inundaciones que dejaron sin hogar a decenas de miles, se hace cada vez más difícil respirar. Como en muchas otras coyunturas históricas, el fascismo ve una oportunidad de avanzar impunemente.
Mientras cada persona sueña en salvarse individualmente, salvarse a cualquier precio, guardando silencio, pagando un rescate, unos pocos valientes advierten a los totalitarios que no pasarán.
Dos bancadas del partido colorado, dividido y debilitado, anuncian en este contexto que buscarán la unidad para enfrentar la amenaza.
Las bancadas B y C de la ANR en la Cámara Baja pretenden unirse para generar un bloque propio que no pertenecerá a ningún liderazgo externo, señaló el diputado Óscar Tuma, aludiendo al entorno del presidente Cartes.
"Nosotros los diputados somos los que vivimos acá diariamente las diferentes vibraciones que se pueden dar a los diferentes temas con los proyectos de ley que se presentan. Resulta incómodo cuando uno resuelve algo en bancada y recibe una indicación de afuera", declaró a los medios el diputado Tuma.
Indicó que el bloque de su partido intentará unificarse de modo a conservar una independencia total a un liderazgo externo, sin contaminarse con las impurezas de fuerzas exogenas. "Por fuera de la bancada uno responde a un liderazgo, a un grupo político y eso no podemos evitar. Lo que sí queremos evitar es que esa influencia de afuera contamine un poco lo que ocurre acá en la Cámara de Diputados", sostuvo el legislador.
Sobre esa "influencia externa", Tuma esclareció: "Uno termina preguntando para qué existe el Congreso si al final vamos a recibir instrucciones nada más". El silencio y la indiferencia de actores políticos y otros exponentes del establishment ante los atropellos que señala el diputado puede no menos que estar incubando el huevo de la serpiente.
Quienes creen que esto sería una exageración y que la amenaza totalitaria está a mucha distancia, deberían recordar algunas célebres lecciones de la historia.
La historia alemana, por ejemplo, recuerda cómo tras vencer en las elecciones de marzo de 1933, Hitler resolvió en cuestión de días disolver el parlamento alemán, ilegalizar al resto de los partidos y convocar unas nuevas elecciones para noviembre del mismo año, que ganaría con más del 92 por ciento de los votos.
Los imitadores paraguayos del Führer fueron más lejos en 1940, cuando el gobernante partido liberal aceptó la disolución del Congreso en una reunión de directorio. Como quienes participaban en esa reunión eran a su vez congresistas, puede decirse sin temor a equívoco alguno que el Congreso aceptó su propia disolución.
La obsecuencia, mala consejera, no es escasa entre muchos de los actuales exponentes de una clase política que ha logrado mantenerse bastante parecida a sí misma a lo largo de su propia historia.
Y como lo advirtió Albert Jacquard, el totalitarismo será siempre una tentación, porque las decisiones se toman más rápido que en democracia.
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