Situada en el extremo más oriental de la comunidad autónoma andaluza, la provincia de Almería cuenta con tradiciones, pueblos, platos, paisajes e historias que cautivan a todo tipo de gentes.
Pero, qué duda cabe, uno de los principales atractivos es su clima: sol, playa, montañas nevadas y desiertos. Esta riqueza paisajística, la amabilidad de sus gentes y la imagen de sus pueblos mediterráneos en medio del único desierto de Europa, han hecho de Almería un lugar idóneo para el rodaje de películas de todo tipo, y muy especialmente, de género histórico o del llamado western.
Una provincia de cine
Entre 1950 y 2010, son numerosos los directores que se han acercado a este rincón del mediodía español con el fin de filmar escenas, anuncios, series y películas que, con mayor o menor suerte, han ido quedando en la memoria del público y en las historias llenas de orgullo de los almerienses.
Las playas de Carboneras fueron el escenario de la película Lawrence de Arabia (1962), mientras que los paisajes desérticos y los rincones solo poblados por cardos y matojos sirvieron para las escenas del exilio de Charlton Heston en El Cid (1960), así como las playas volvieron a revivir las batallas entre cristianos y musulmanes en la reconquista de Valencia.
El soleado y caluroso desierto almeriense y el que hoy es el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar, impresionaron a los directores del spaghetti western, que construyeron el poblado americano en el paraje de La Sartenilla.
En el desierto de Tabernas tentó el Rey de las Tinieblas al mismísimo Jesucristo en la superproducción estadounidense Rey de Reyes (1961); aunque la mayor parte de las escenas de desierto fueron rodadas en la provincia de Toledo.
También la capital almeriense, que tanto recuerda los tiempos de la Reconquista, sirvió para el rodaje de mencionada Lawrence de Arabia, aportando rincones como el parque Nicolás Salmerón en la escena en la que los árabes abandonan la capital siria de Damasco.
Entre Carboneras, Guardias Viejas y la playa de El Matil, el mismísimo John Lennon combatió en la película Cómo gané la guerra (1967). Y el famoso general Patton tuvo el privilegio de luchar en San Miguel de Cabo de Gata, convertido en pueblo árabe.
Sin embargo, no solo en sol y desiertos es rica Almería. Las escenas submarinas de Nunca digas nunca jamás (1983) también fueron rodadas en esta provincia.
Y cuando no hubo parajes, se construyeron. Tal es el caso de La Sartenilla o el oasis de la rambla de El Cautivo de Tabernas.
Pasado, presente y futuro del cine en Almería
Desde que en 1950 se rodaran en Almería películas como Sierra Maldita (1953), El beso de Judas (1953), Duelo en la Cañada (1959) o La llamada de África (1951), mucho ha llovido sobre el ardiente desierto.
A partir de 1960, los directores parecieron fijarse especialmente en esta provincia por su luz y su buen clima. Llegaba la década dorada del cine en Almería, y la provincia se convirtió en el escenario perfecto para películas como Trampa bajo el sol (1965), Joe el implacable (1966) o Tobruk (1965).
Además de películas como Django (1966) o Los largos días de la venganza (1966), se rodaron obras maestras tales como Los 7 magníficos (1966) o la trilogía de Clint Eastwood: Por un puñado de dólares (1964), La muerte tenía un precio (1965) y El bueno, el feo y el malo (1966).
El amor entre Hoollywood y Almería parecía no tener fin. Esta fue la tierra elegida para recrear ambientes históricos como los de El Cid (1960) o Cleopatra (1963); y a partir del segundo lustro de la década, se filmaron más de cuarenta películas.
Pero el idilio comenzó un largo y decadente proceso de agonía a partir de la década de 1970. A lo largo de esos diez años apenas se rodaron unas cincuenta películas, muchas menos que en los diez años anteriores.
No obstante, destacaron obras como Los corsarios (1970) y La muerte busca un hombre (1970), o Delirios de grandeza (1971) y Las aventuras del ladrón de Bagdag (1978).
Esta fue también la década de las series como la de Curro Jiménez (1975) o adaptaciones de la literatura, como es el caso de La isla del tesoro (1972).
A menos de veinte películas sirvió como escenario Almería en la década de 1980. Aunque destacaron todavía Conan el bárbaro (1981), Nunca digas nunca jamás (1983), Las aventuras del barón de Munchausen (1987) e Indiana Jones y la última cruzada (1988). El western era ya un vago recuerdo, más cómico que aventurero, como muestra Esos locos cuatreros (1984).
En 1990 el panorama no era muy halagüeño. Destacaron series televisivas como las de El Zorro (1990) y Las aventuras del joven Indiana Jones (1991); pero, además de algunas pocas producciones, Almería parecía estar olvidada; no era ya más que la muñeca rota de Hollywood.
A partir del año 2000 comenzaron a llegar nuevas películas como Hable con ella (2001) o 800 balas (2002). Esta última muestra la decadencia del género del oeste en la provincia. Otras ciudades andaluzas, no obstante, retomaron parte del testigo que pasaba Almería.
Pese al vertiginoso declive del cine en la provincia, Almería conserva ese tinte de película que la hace única.
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